V Humedad

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Sentí mi rostro enrojecer como nunca antes mientras él me arrastraba hasta dejarme sentada sobre el inodoro. Allí me quedé, estática y un poco aturdida, incapaz de protestar.

—Dijiste que harías lo que yo quisiera. Te quedarás aquí mientras me ducho. Si intentas salir, lo sabré y lo lamentarás.

Tragué saliva, mirando sus oscuros ojos con aprensión.

Lo lamentaría...

Lo lamentaría más si me quedaba sin hacer nada.

Con total descaro comenzó a sacarse la ropa frente a mí. Aparté la mirada, escandalizada y mi corazón se aceleró aún más.

¡Este tipo era un pervertido exhibicionista! Debería dedicarse a hacer cosplay de Hisoka.

Oí el correr de la cortina de la ducha y luego el agua cayendo. Abrí los ojos. Sus ropas húmedas estaban junto al lavabo. Mi celular debía estar allí también.

Era ahora o nunca.

No podía ver ni siquiera su silueta a través de la cortina de la ducha, por lo que él tampoco debía poder verme. Si me acercaba silenciosamente, podría tomar el teléfono y pedir ayuda. Me levanté con cautela, sin apartar la vista de la ducha, atenta al menor movimiento que lograra percibir. Metí la mano entre las ropas y allí estaba, pero había dos. ¿Cuál sería el mío? Tardé unos segundos extra en identificarlos.

Bingo. Tenía seis llamadas perdidas de Lucy. Iba a escribirle que llamara a la policía cuando algo me tumbó. El teléfono salió volando y caí al piso violentamente, golpeándome el trasero. Era él, que se me había abalanzado, aprisionando mi cuerpo bajo el suyo. Sujetó mis manos a ambos lados de mi cabeza y sus piernas atraparon las mías. Estaba desnudo sobre mí y la humedad de su cuerpo se colaba por mi ropa.

El tiempo pareció detenerse cuando me dejó inmóvil bajo él, sin apartar sus ojos de los míos. Tan cerca... ¿Qué tipo de lentillas usaba para que se vieran tan extraños y a la vez tan reales? En cierto modo me hipnotizaban. Rompió el contacto visual bajando hasta mi oído, rozando mi mejilla con su nariz en el camino. La intensidad de tan imprudente acto me mareó. Me sentí... Depredada.

—Respira —ordenó en un susurro, que erizó todos los vellos de mi cuerpo y dejé entrar el aire de sopetón, retorciéndome.

Me tenía completamente controlada.

"Tal vez te puso una aguja", se burló mi subconsciente.

—¿Qué castigo te daré? —Volvió a mirarme y mi vientre, en un acto de traición hacia mis principios, se contrajo, deseoso de algo que no quería ni imaginar.

Castigo... ¿En qué tipo de castigo podría estar pensando cuando lo decía de ese modo tan sugerente?

Era una locura, pero no podía evitar que mi cuerpo reaccionara a sus palabras, a su tacto. El firme agarre que mantenía en mis brazos cedió y casi pareció que acariciaba mis muñecas. Ya no soportaba la intensidad de su oscura mirada ni el sofocante vapor de su cuerpo húmedo que amenazaba con nublar mi mente.

No quería empezar a desearlo y que él lo notará.

Y la desesperación desplazó de su lugar a la confusión, como si me despertara de alguna clase de hechizo. Quería gritar y patalear hasta sacármelo de encima, pero mi conexión cerebro-cuerpo estaba hecha trizas. Mis ojos comenzaron a humedecerse.

—P-por favor... —supliqué, temblando.

Me miró contrariado y simplemente se levantó. Con torpeza me arrastré hacia una esquina y abracé mis rodillas. Mi cuerpo entero estaba inundado por un amasijo deforme de emociones, cada una más extraña e inesperada que la anterior. Había sido demasiado, primero lo de Damien y ahora esto. Ya no podía más, no era tan fuerte. Mis lágrimas imitaron a la lluvia, cayendo con igual intensidad. Un rato después lo oí llegar junto a mí. No fueron sus pasos, sino el roce de la ropa que llevaba lo que lo delató. Su intensa mirada estaba sobre mi cuerpo. Todavía encogida, sentí su mano frotando mi cabeza, como quien acariciaba a una mascota. Levanté la vista, más asustada que antes. Él estaba agachado a mi lado.

—Cuando hacía esto, mi hermano pequeño se calmaba. —Frotó nuevamente mi cabeza.

¿Su hermano pequeño?

"Debe referirse a Killua" se burló mi subconsciente y rompí en llanto con más desesperación aún.

¡¿Por qué tenía que estar tan loco?!

El cosplayer se levantó. No salió del baño pero tampoco permaneció quieto. Iba de un lado para otro, pensando. Entonces, por primera vez desde que lo atropellé, pude ver una emoción genuina en su rostro: estaba nervioso, porque no conseguía calmarme, porque rompí el hechizo, escapándome de su control.

De pronto, se paró en seco y salió del baño a paso rápido. Casi al instante oí el timbre. Alguien llamaba a mi puerta.

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Una visita inesperada justo cuando los nervios de Libi han colapsado.

¡Gracias por leer!

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora