IX Sentimientos

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La enorme casa del lago se dibujaba fantasmal bajo la tormenta, con el solitario muelle que parecía sacado de una película de terror extendiéndose como un brazo inerte. Siempre recordaba a Jason Voorhees cuando caminaba por él. Podía sentir su monstruosa mano jalando mi tobillo, arrastrándome a su tumba acuática.

Y Lucy se burlaba de mí, diciéndome que veía mucha televisión.

Ahora, cuando las fronteras entre la realidad y la ficción parecían haber desaparecido, Jason podría aparecer en cualquier momento.

Una mano aferró mi hombro y di un grito.

—¿Te quedarás allí todo el día? —cuestionó Ilumi, para caminar luego hasta la puerta.

¿Quién ve mucha televisión ahora, Lucy?

¡Al menos debía agradecer a los dioses por poner en mi camino a Illumi y no a Jason!

Desempaqué mis cosas y dejé la ropa de Illumi en un cuarto junto al mío. La casa era grande y muy fría, tendría que revisar la calefacción. Estaría allí una semana con él a solas. La casa más cercana estaba a por lo menos dos kilómetros de aquí. Si las cosas salieran mal...

"Nadie oirá tus gritos."

Negué con la cabeza y bajé a ordenar la comida en la cocina. Ponerme paranoica no ayudaría en nada ahora. Illumi había encendido la chimenea y revisaba algo en las ventanas. Empecé a preparar el almuerzo. Eran casi las cuatro de la tarde y lo único que tenía en el estómago era un poco de whisky. Ya comenzaba a sentirme fatigada.

—Primer y segundo piso asegurado —informó.

Lo miré con extrañeza sin saber a qué se refería y seguí en lo mío, hasta que sentí su mano en mi frente.

Estaba muy fría.

—¿Te sientes mal? Estás algo pálida.

—Mira quien lo dice —bufé.

Con ese rostro tan claro como el papel, rodeado de todo ese cabello negro y largo, parecía un fantasma.

—Ve a descansar, yo terminaré de cocinar.

Lo miré con sorpresa. Siendo millonario y con un ejército de mayordomos tras él, no imaginé que supiera cocinar. Ya me veía siendo su empleada 24/7.

—Como asesino, recibí entrenamiento en múltiples áreas. Es esencial estar preparado para cualquier situación —explicó ante mi pregunta no formulada.

Cogiendo mi brazo, me giró para quitarme el mandil que llevaba y ponérselo.

Sin ganas de protestar, me senté a ver lo que haría. La cocina no le era ajena en lo absoluto. Todos sus movimientos eran muy naturales y fluidos, parecía tan cómodo con su cuerpo, tan experto en todo.

"Qué envidia."

Un ardor me rodeó la coronilla y comencé a ver borroso. Pude ver vagamente a Illumi acercándose. Intenté levantarme, pero mis debilitadas piernas se quedaron sin fuerza y me desvanecí en sus brazos.

******

—¡Confiesa! ¡Te gusta ese tipo!

Damien gritaba fuera de sí, sujetándome fuertemente de los brazos, lastimándome.

—¿Cómo puedes decir algo así? Sabes que te amo —le dije, llorando con impotencia.

—¡Vi cómo le sonreíste, no seas mentirosa!

El desprecio en sus ojos era lo que más me dolía. Hacía brotar en mí una culpa inmerecida, un asco que me desmoralizaba.

—Sólo lo saludaba, es un compañero de la universidad.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora