XL Plan

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Narra Illumi

―¡Esa mujer no se sentará a la mesa con nosotros! ―gritó madre en cuanto nos vio llegar al comedor.

Libi intentó regresar al cuarto, pero la sujeté para que no huyera.

―¡Illumi, no te atrevas! ―amenazó cuando moví una silla para que Libi se sentara.

Deseaba decirle que su escándalo era innecesario, que Libi y yo estábamos comprometidos y nos casaríamos muy pronto, pero no podía.

Ella me rechazó.

Apenas nos sentamos, madre se levantó. Tras ella salió Kalluto.

―Debí quedarme a comer en el cuarto ―murmuró Libi, cabizbaja.

Debiste aceptar casarte conmigo.

Sólo Milluki permaneció en la mesa con nosotros. Eso era extraño. Él no solía dejar su cuarto muy a menudo. La idea de que había salido para ver a Libi rondaba mi mente, inquietándome. Ella lo saludó con una sonrisa.

Y le extendió la mano.

Él se miró los dedos luego de tocar los suyos. Sonrió también. Y mis sospechas no tardaron en confirmarse. Lo atrapé varias veces viéndola fijamente, mientras saboreaba su grasosa comida.

Ella no le prestaba atención.

Padre y el abuelo estaban fuera. Habían salido luego de mi reunión con padre. Él me veía como si me hubiera salido un tercer ojo cuando le hablaba sobre Libi, cuando le contaba cómo había comenzado nuestra relación. Al igual que madre, dijo que era algo pasajero, más específicamente un capricho. Por más que insistí en que mis intenciones para con ella eran serias, él pensaba que tarde o temprano me aburriría y acabaría lastimándola.

La idea era escalofriante. Ella era diferente del resto de personas del exterior, diferente para mí, única. Imaginarla sufriendo por mí como ya la había visto sufrir por el hijo de puta de su ex novio me producía una extraña sensación.

¿Angustia? ¿Tristeza? No lo sabía con certeza. No quería saberlo.

No dejaría que eso pasara. Era lo que padre me había hecho prometer.

―Libi ¿Puedes alcanzarme la salsa? ―pidió Milluki.

―Libertad ―lo corregí―. Ella se llama Libertad.

―No hay problema, puedes llamarme Libi si quieres. ―Ella volvió a sonreírle, alcanzándole la salsa.

―¡No! ―ordené.

Ella se sobresaltó, dejando caer el pocillo.

—Su nombre es Libertad y vas a llamarla Libertad.

La salsa se desparramó sobre el mantel. Ella intentó limpiar con una servilleta.

―Déjalo, los empleados se encargarán.

Ignorándome, ella se puso de pie para coger otras servilletas y seguir intentando limpiar el desastre que había hecho.

―¡¿Puedes hacerme caso por una maldita vez?!

Su mirada fue de espanto. Salió furiosa del comedor. Sin pedir permiso, sin disculparse. Me quedé a solas con Milluki. Una pequeña sonrisa burlona se dibujó en su boca aceitosa. Era mejor que escogiera muy bien sus palabras.

―Aniki, ya tengo lo que me pediste.

―¿En serio?

Eso fue rápido, no habían pasado ni veinticuatro horas.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora