XI Llamada

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Continuaba sosteniendo mi mentón entre sus dedos, acariciándolo. Una caricia que inexplicablemente podía sentir en todo mi cuerpo. Tal era su influencia sobre mí, sobre mi voluntad. No pude moverme y tampoco pude despegar mis ojos de los suyos, ni apartar mis labios de sus labios. Fue un beso suave, dulce y breve, como una caricia hecha por una leve brisa que podría parecer no ser suficiente para sacudirte.

Se apartó de mí, sin dejar de verme. Me quedé en blanco. La suave brisa se agitó dentro de mí como un vendaval, sacudiéndolo todo a su paso, derrumbándome por aquel repentino beso. ¿Qué esperaba él de mí? ¿Qué lograba conseguir con tal gesto? Fue un beso perfectamente ejecutado, pero que carecía de emoción. Éramos sólo dos extraños que el caprichoso azar había juntado de pronto. No había un sentimiento que nos uniera, ni un vínculo que propiciara la intimidad, pese a ello él pensó que sería apropiado besarme.

En su oscura mirada había algo de confusión, tal vez tanta como en la mía. No obtuvo lo que esperaba, eso estaba claro y yo sólo quería llorar. Me levanté sin volver a mirarlo y fui a mi cuarto. En la angustiante soledad de la habitación, me dormí escuchando cómo la tormenta acallaba mis sollozos. No exageraba al pensar que nunca antes había estado tan confundida, tan asustada de mis propios sentimientos, de esto que creía sentir, que él creía que yo sentía y que era definitivamente un error.

Por la mañana la lluvia ya había cesado. Desayuné sola. Illumi no estaba en la casa, así que decidí salir a revisar los alrededores. En verano, el paisaje era una maravilla con su vegetación verde y fresca, pero ahora, después de la tormenta, parecía un campo de batalla. Las hojas de los árboles desparramadas sobre el lodoso suelo se extendían cual alfombra ocre y resbaladiza. Los desnudos árboles se alzaban oscuros, con sus ramas retorcidas como los fríos dedos de quien se aferraba a la vida con sus últimas fuerzas y el muelle, silencioso como el camino a una tumba abandonada hace mucho, no hacían más que aumentar la angustia que sentía, pero deseaba ver a Illumi.

No lo encontré.

"Quizás se fue, decepcionado por lo mal que besas."

Podía ser o tal vez al fin había despertado e Illumi estaba donde siempre debió estar, en un manga.

De vuelta en el cuarto me senté a revisar mis mensajes. La mayoría eran de Lucy la noche de la fiesta. También había varias llamadas perdidas, la mayoría de Damien. La última era de hacía treinta minutos. A pesar de todo, él seguía pensando en mí, como yo seguía pensando en él.

"No lo llames."

Marqué su número.

—Libi amor, por fin contestas, no sabes lo preocupado que estaba.

Mi corazón se agitó al oír su voz. Aunque no quisiera, lo deseaba con todo mi ser, como siempre.

—¿P-por qué?... ¿Por qué lo hiciste?

Lo amaba, pero no podía ignorar su engaño.

—Fue una trampa, un embuste de esas chicas. Pensé que eras tú todo el tiempo, hasta que te vi parada en la puerta.

—¡¿Qué?! —Casi se me cayó el teléfono de la impresión.

—Ellas lo arreglaron, Mary y la otra chica. Fui para darte una sorpresa, pero me embriagaron, tal vez incluso hasta me drogaron, cómo saberlo. Pude haber muerto y tú te fuiste, dejándome allí y luego Lucy....

—Espera, espera ¿Sabes lo absurdo que se oye todo esto? ¿Piensas que voy a creerte?

Pensé que inventaría una excusa mejor. Ya ni siquiera se esforzaba, yo no lo valía.

—¡¿Dónde estás?! —El tono de voz dulce de antes se volvió serio y autoritario, amenazante—. No pasaste la noche en tu departamento. ¡Será mejor que tengas una buena explicación o lo lamentarás!

Sentí que mi cabeza comenzaba a palpitar.

—¡Libi, contéstame! ¡¿Dónde mierda estás?!...

Alejé el teléfono al oír sus gritos y le colgué. Terminé apagándolo cuando volvió a llamar. Nunca antes me había atrevido a rechazar una de sus llamadas. El castigo que recibiría por esto sería terrible.

Castigo.

Viendo el teléfono apagado temblar en mis manos, noté por primera vez lo mucho que Damien me asustaba. Sus palabras, sus amenazas... Sus castigos.  ¿En qué momento había empezado a ser así?

Bajé a la cocina por algo para calmarme. Había llevado una botella de whisky, eso jamás fallaba. Cuando estaba por llevarme el vaso a la boca, alguien me lo quitó.

Illumi.

Parado a pocos pasos, su espectral presencia se sentía increíblemente distante, como si estuviera viendo una fotografía pegada en un muro, como si a su cuerpo sombrío no lo iluminara la luz de la cocina, ni ninguna otra pudiera apartarlo de la penumbra que lo consumía, que me consumía a mí también.

Distante, irreal, pero seguía aquí, conmigo.

Viéndolo a través de mis ojos empañados, descubrí que el miedo a no volver a verlo se había vuelto mayor que el miedo a Damien. No soportaba lo irracional que se sentía. El suelo bajo mis pies se desmoronaba y cuando estuve segura de que caería, él abrazó mi cuerpo tembloroso y aterrado, fundiéndolo con el suyo, fuerte y seguro. Apoyé la cabeza en su hombro y sus dedos acariciaron mi cabello como lo hizo cuando le supliqué por Lucy, sólo que ahora ya no olía a Damien, olía a Illumi Zoldyck.

Entre sollozos comprendí lo mucho que me gustaba.

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Libi comienza a sentirse atraída por Illumi 😏

¿Dejará a Damien atrás?

¡Gracias por leer!

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora