II Encuentro

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Apreté mi cabeza con ambas manos, incrédula, mientras intentaba recordar cuánto había bebido. El inocente deseo de llegar a casa rápido y sentirme a salvo había acabado de la peor manera.

Había herido a alguien.

Puse un pie tembloroso en la carretera y me animé a poner lo demás. La intensa lluvia me empapó al instante. Entre escalofríos avancé hacia la parte trasera del auto.

¿Por qué tuve que aceptar ir a la fiesta si había dicho que no iría?

Alumbré con mi teléfono, mirando a regañadientes el camino, aterrada por el estado en que el pobre infeliz al que había atropellado se hallara. No era momento para temer, pensé con toda lucidez, pues del susto la borrachera parecía habérseme pasado. Era tiempo de actuar y rápido. Prefería tener que llamar a una ambulancia que a la policía.

El haz alumbró tras el auto y lo que vi me horrorizó todavía más.

Nada.

Avancé unos metros, miré hacia todos lados, pero no había nadie. Ni un cuerpo maltrecho, algún miembro arrancado o un rastro de sangre diluyéndose bajo la lluvia, nada.

—Bebí demasiado.

Y qué susto me había llevado. Debía ser una advertencia de los dioses por atreverme a conducir ebria. Y bastante ebria debía estar porque aquella visión había sido demasiado real. Del repentino alivio hasta sonreí, volteando para volver a meterme al auto, ya me estaba congelando. Algo detuvo de golpe mi avance, frenándome como si hubiera chocado contra un muro. Caí sobre la calle, sin poder apartar la vista de quien allí estaba.

Era a quien vi antes. Su oscura silueta dibujada por la lluvia estaba frente a mí y me miraba sin decir una palabra.

—Lo siento mucho... ¿Está bien? Lla-llamaré a una ambulancia.

Todavía alterada por la repentina aparición, tanteé el suelo buscando el teléfono que se me había caído. Ella seguía en silencio, inmóvil. Al menos estaba de pie, eso era bueno. Comencé a marcar el número y antes de poder pulsar el botón para llamar, el teléfono desapareció de mis manos en una ráfaga. Atónita, vi cómo ella se lo guardaba en el pantalón. Ni siquiera había podido ver su mano cuando me lo arrebató. Debía ser una ladrona profesional.

—Hey, ¿Qué diablos crees que haces?

—No hace falta llamar a nadie —dijo por fin.

Su voz era grave, claramente masculina a pesar del largo cabello y la figura estilizada que tenía.

—Tomaré tu auto —anunció, con un tono bastante casual.

—¡¿Me lo vas a robar?!

No podía creer lo que sucedía. De seguro y se había lanzado sobre el auto para que me detuviera y robarlo. Había visto en las noticias algunos casos similares.

La oscura noche se iluminó con un rayo, permitiéndome ver su rostro. Por un segundo, tuve la certeza de haberlo visto antes. Ojos grandes y negros, igual que su cabello, que enmarcaba un rostro pálido y fino. Un hilo de sangre bajaba por su sien izquierda y el brazo del mismo lado estaba torcido en un ángulo imposible.

—No —contestó él, acercándose lentamente a mí—. Tú vendrás conmigo.

Sentí un piquete en el cuello y todo se volvió aún más oscuro.

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La víctima parece haberse convertido en victimario... 😏

¡Gracias por leer!

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora