XLIV Paciencia

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Narra Illumi

Había llegado a casa casi al mismo tiempo que Amane y Libi. Esperé fuera de la sala médica. Tuvieron que anestesiarla para quitarle un gran trozo de cristal incrustado en su espalda.

Caminaba de un lado para el otro, no podía quedarme quieto. En mi cabeza había ruido, un murmullo insoportable, como la estática de una pantalla que había perdido la señal.

La había dejado sola apenas cinco minutos y tenía que pasar esto. Era irreal. Debía ser una cena tranquila, salimos buscando paz y terminamos perdiendo la poca que nos quedaba. Y ahora Libi estaba sufriendo. Y estaba enfadada conmigo.

Era inevitable. No perdonaría a nadie que se atreviera a tocarla.

Había perdido el control. Eso no era usual en mí. Lo maté demasiado rápido, no merecía eso. Él debía padecer por lastimarla, pero perdí la calma. Fui impulsivo, eso sólo me pasaba desde que la conocí. Ella había puesto mi maldito mundo de cabeza, dejando tras de sí la estática.

Sólo quería entrar allí y abrazarla, decirle que la amaba y que lamentaba haber permitido que la lastimaran. No quería volver a oírla llorar como lo hacía en ese callejón antes de que Amane llegara.

No quería que llorara por mi culpa.

No quería que esto volviera a hundirla y se emborrachara.

No quería perderla.

Minutos después salió uno de los médicos de la familia.

―Amo Illumi, todo ha salido bien. No hay daño interno, sólo presenta un esguince en la mano izquierda y le estamos administrando suero. La sangre que perdió no fue suficiente como para requerir una transfusión, así que en unos días ella estará en perfecto estado.

Sus palabras trajeron algo de calma a mi turbulento ánimo.

Tras salir de pabellón, ordené que fuera llevada a su habitación. Estaba muy pálida. Besé sus labios. La frialdad que palpé en ellos me asustó. 

El miedo era una emoción extraña, difícil de describir, aunque no tanto como el amor.

Mi preciosa Libi.

Había pensado que jamás volvería a ver su rostro con moretones.

Mi pequeña muñequita volvía a estar rota.

Me acosté junto a ella, la estreché contra mi pecho. Quería darle calor y memorizar la sensación de su cuerpo junto al mío, su aroma. Cuando despertara, no querría verme, cuando despertara iba a odiarme a pesar de que lo único que había hecho era amarla como jamás había amado a nadie antes.

Y ser yo mismo.

¿Cómo podía dejar de ser quién era?

¿Cómo debí haber reaccionado para no lastimarla?

¿Qué se suponía que debía haber hecho?

¿Nada? ¿Encarar al tipo? ¿Dejar que me golpeara también? ¿Llevármela en silencio?

Absurdo. Hice lo correcto defendiendo lo que era mío. Ella tendría que entenderlo.

Si me amaba, lo entendería.

O la obligaría a que lo hiciera.

~❁~

Seguía dormida cuando por la mañana dejé la habitación. Las órdenes de Amane eran quedarse con ella en todo momento y mantenerme al tanto de su estado. Al menos sus labios se sentían menos fríos y habían recuperado su color.

Comí en silencio, sintiéndome más ausente que nunca. Muy lejos, en una oscura habitación donde sólo había estática.

―¿Qué ocurrió anoche? ¿Por qué no trajiste a esa chiquilla a la mesa? ¿Alegrarás a tu madre diciéndole que al fin todo volvió a la normalidad?

―Nuestra cena no salió como planeaba y terminé asesinando a algunas personas frente a ella.

―Y yo que pensaba que al fin empezabas a recapacitar y tú vas y le declaras tu amor de esa manera ¡Así fue como me conquistó tu padre!

―Lo sé, madre. Me has contado la historia muchas veces.

―Yo era apenas una jovencita inocente y él era tan apuesto y fuerte y...

Ella siguió con su relato. Mis oídos oían la estática. Tras la puerta de la habitación estaba Libi, oía su voz, sentía su aroma. Todos mis sentidos la evocaban. Llevaba exactamente nueve horas y dieciséis minutos sin hablar con ella y el saber que esa cifra no haría más que aumentar sólo me agobiaba más.

―Y entonces me veo en la obligación de matar a esa engreída y...

Si no solucionaba las cosas rápido, me volvería loco. Me levanté para ir a mi despacho.

―¡Illumi, aún no he terminado la historia! ¡Illumi...!

Debía reconquistarla.

Analicé las alternativas, estudié las posibilidades, contacté a algunas personas, desembolsé el dinero necesario y pronto ya estaba en marcha mi plan de recuperación.

Recuperar mi Libertad.

Como había ordenado, Amane me informó de todo lo relacionado con Libi. Ella no había salido del cuarto en días, salvo para los controles en la sala médica. Estaba comiendo poco, durmiendo poco. Para ella yo seguía siendo un monstruo al que no quería ver por nada del mundo.

"Ella ha dicho que fue un error venir aquí".

Las palabras de Amane reemplazaron a la estática en mi mente durante los últimos días, carcomiéndome las entrañas. Libi quería irse, quería abandonarme. No podía permitirlo.

Recibido el correo que estaba esperando, le entregué los documentos a Amane para que se los llevara a Libi. Había conseguido una matrícula para ella en la Universidad de Dentora, donde además logré que convalidaran los cursos que ya tomó en su mundo, por lo que comenzaría donde se quedó o lo más parecido posible a ello. Sólo debía inscribir sus cursos para definir su horario. Dejarla ir allí no era de mi agrado, pero era un sacrificio necesario para mantenerla a mi lado.

Era un paso más hacia la reconciliación.

El reporte de Amane no resultó ser lo esperado. Libi se había quedado contemplando en absoluto silencio los documentos para luego romper en un profuso llanto, sin consuelo, sin decir una palabra al respecto.

Por la noche fui a su cuarto.

Su dormir intranquilo me perturbó. Se removía constantemente, sobresaltada por pesadillas. Gritaba y lloraba mientras la observaba impotente desde la oscuridad. ¿Soñaba conmigo quizás?

Si me dejaras abrazarte, te daría consuelo.

Si me dejaras amarte, dejarías atrás el dolor.

Si me aceptaras como soy... todo sería más fácil.

~❁~

Habían pasado diez días, catorce horas y cuarenta y siete minutos desde nuestra última conversación. Había sido demasiado paciente con ella y ya mi paciencia se había agotado del todo. Esperar a que el tiempo menguara su enojo había sido inútil. Debí hablar con ella de inmediato. Ya era tarde. Iría ahora mismo a arreglar esta situación por las buenas o por las malas.

Fuera del despacho me encontré con uno de los médicos, venía a darme su informe sobre el estado de Libi.

―Amo Illumi, le hemos hecho a la señorita los exámenes que ha solicitado y ya tenemos los resultados.

Lo escuchaba con atención, esperando que fueran buenas noticias.

―Ha salido positivo. Ella está embarazada.

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Lo único que Libi quiere es alejarse lo más posible de Illumi y ahora está embarazada de él.

¿Cómo se resolverá esta situación?

¡Gracias por leer!

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora