XLVII Revelación

806 99 20
                                    

Desperté envuelta entre sus brazos, bañada de su entrañable aroma. Ahora que sería su esposa, permitió que me infiltrara entre sus sábanas. Verlo dormir a mi lado era todo un deleite. No me bastaba. Tanto tiempo separados había intensificado mi necesidad de él. Lo deseaba con locura. Anoche había rechazado mis cariciad y no quiso intimar conmigo. Según él, aún estaba delicada de salud y no debía agitarme.

Patrañas. Moría por volver a sentirlo dentro de mí y convertirlo en una obra de arte.

Comencé mi obra dándole besos suaves y húmedos en el cuello. Se removió y balbuceó algo que no logré comprender. Seguí besando la piel de su pecho visible por el escote de su polera, mientras mi pelvis rozaba la suya. Por encima de la tela acaricié uno de sus pezones con mi lengua, como él había hecho a veces. Lo sentí tensarse y me atreví a morderlo suavemente.

―¡Aauch! ¿Qué rayos haces? ―preguntó, somnoliento.

―Dándote los buenos días.

Ataqué su boca con mis besos demandantes, hambrientos. Le levanté la polera y bajé lamiendo su vientre.

―Aaahh... Libi, espera.

Olvídalo.

Deslizando su pijama, me dispuse a saborear aquella delicada parte de su anatomía.

―Detente, Libi ―se removió, apartándome.

Extrañada y un poco dolida ante su rechazo, lo vi salir de la cama y meterse al baño, sin darme ninguna explicación. Sabía que me deseaba, su cuerpo había respondido a mi tacto y aún así, él se alejaba. La frustración me hizo un nudo en el estómago. Cuando salió del baño, fue hacia su clóset, sacó una camisa y se la puso, sin mirarme en ningún momento.

―Illumi ¿Se puede saber qué hice ahora para que me rechaces así? ―mi voz se oía quebrada.

Me maldije por ser tan débil. Físicamente estaba más repuesta, pero seguía muy sensible.

―No hiciste nada, sólo creo que no es momento para eso. Necesitas recuperar tus fuerzas.

¡A la mierda su preocupación!

―¡Déjate de estupideces y dime la verdad!

―No te alteres, sólo estoy cuidando de ti.

A veces me desquiciaba. Esa pasividad suya tan exasperante.

―¿Cuidar de mí? ¡Si eso fuera cierto, cumplirías con tus deberes de futuro esposo!

Hubo algo de sorpresa en su mirada. En su rostro impasible se dibujó una sonrisa torcida.

―¡Te das cuenta de las cosas que me haces decir!

Me sentí tan ridícula exigiéndole sexo. Cubrí mi cara, apenada y le di la espalda. Era absurda, pero no podía evitarlo. Mis emociones me superaban. Quizás estaba estresada.

Su calor se sintió tras mi espalda, seguido de sus manos deslizándose por mi vientre. Lo acariciaba, abarcándolo con sus grandes manos. Plantó un beso en mi cuello.

―Supongo que tienes razón. Es mi deber satisfacer todas tus necesidades.

Su voz ronca no ayudó a calmarme, todo lo contrario. Me volví hacia él, aferrándome a su cuerpo. Lo necesitaba conmigo, su rechazo había dolido como si me arrancaran la piel.
Regresamos a la cama. Quería abalanzarme sobre él y quitarle la ropa haciéndosela jirones. Mi cuerpo ardía y la pasión se desbordaba.

Él me contuvo, tomando el control de la situación, yendo lentamente, demasiado lento y suave para mi deseo desatado. Aplacó el fuego que me consumía con una sutil llovizna, con una gentileza muy inusual en él, como si fuera mi primera vez o temiera que mi cuerpo de cristal fuera a romperse entre sus manos, con cada movimiento de su portentoso cuerpo. Aun así, nuestro encuentro cumplió su objetivo y acabé disfrutando del placer junto a mi futuro marido.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora