XXXIX Propuesta

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―Sé que como hombre tienes tus necesidades, así que haz lo que tengas que hacer con ella y que se largue de aquí.

Esas habían sido las palabras, no, más bien la sentencia de Kikyo, con la que dejaba entrever lo que yo era para ella, simplemente una puta que su preciado y perfecto hijo había traído a casa. Ni siquiera se molestó en volver a mirarme, una mirada había bastado para juzgarme.

No podía culparla, estaba hecha un desastre.

Dejando a un lado la apariencia física, no era para nada lo que ella esperaba de una nuera. No provenía de un importante linaje familiar, no sabía usar Nen, era débil, una inútil a sus ojos. Probablemente terminaría de enloquecer cuando supiera que no era capaz de matar ni a una mosca.

Caminé cabizbaja hacia la habitación de Illumi. No pude permanecer en la sala después de oír sus palabras, no era tan fuerte y no iba a darle la satisfacción de verme llorar. Bajo el agua de la ducha rogué que junto a la espuma escurrieran también todas las horribles palabras que ella me dijo, todas las miradas despectivas, toda la humillación. Necesitaba resistir y reponerme, por mí y por Illumi, él también debía sentirse fatal, supuse. Era su familia la que cuestionaba sus decisiones, y con lo importante que era para él la familia.

No pude evitar sentir mucho miedo.

Salí del baño anudándome la bata. Él estaba apoyado junto a la ventana, de brazos cruzados, pensativo.

―Así que ahora soy tu estrés post traumático.

Sentí su mirada fija en mí mientras buscaba algo de ropa en mis maletas. No había tenido tiempo de desempacar y como estaban las cosas, tal vez ni necesitaría hacerlo.

―Mi madre tiene razón en algo.

Vaya, vaya, con qué me iba a salir ahora.

―¿Ah sí? ¿Y en qué tiene razón?

La muy p...

¡No, Libi! Las madres eran sagradas, sobre todo la de tu novio, sobre todo la de tu novio asesino que también era una asesina y que estaba casada con un asesino. Con un pesado suspiro dejé caer mi bata y me puse unas bragas.

―Ella tiene razón en que tengo necesidades que saciar. ―Sus dedos acariciaron mi espalda desnuda.

La palabra puta resonó en mi mente. ¿A eso se reducía todo esto? No me lo creía, me negaba a creerlo.

Besó mi hombro y fue repartiendo más besos lentos hasta mi cuello. Recargando mi espalda en su pecho, busqué sus labios y me deleité con ellos. Rodeando mi cintura me pegó más hacia él, permitiéndome sentir su erección rozando mi trasero. Solté un gemido que aprovechó para invadir mi boca con su lengua. Con su mano libre acarició mis senos, primero uno, luego el otro y subió hasta mi cuello, presionándolo levemente.

Su necesidad era la mía también. ¿Seríamos capaces de saciarla alguna vez?

Bajó mis bragas y me penetró estando de pie. Como pude me sostuve de su cuello y brazos. Era una posición incómoda, pero condenadamente excitante. No era extraño acabar descubriendo una nueva dimensión de placer junto a él. Y se quejaba de no tener experiencia. Cada nuevo descubrimiento nos provocaba más hambre.

No. Esta necesidad no se saciaría nunca.

El temblor en mis piernas se intensificó cuando se adentró más profundamente en mí, llenándome por completo. Mi boca trémula fue acosada por uno de sus dedos. Lo chupé y recorrí con la lengua cada vez que entraba y salía, ahogando mis gemidos. La mano en mi cuello aumentó la presión y oí un palpitar dentro de mi cabeza. Mi cuerpo entero  ardía, presa de su intensa estimulación hasta que ya no pude más. Los espasmos y contracciones musculares que el orgasmo me causó me habrían llevado al suelo si él no me hubiera sujetado. En la cama y en una posición más cómoda, seguimos dando rienda suelta a nuestros deseos, encontrando nuevas formas de dar alivio al ardor que nos consumía. Mi resistencia era el límite y él lo sabía. Pese a eso, respiraba con la misma dificultad que yo cuando acabamos.

―Supongo que ahora me echarás a la calle ―dije, cubriendo mi desnudez con la sábana.

Se apoyó en su codo, viéndome con detención.

―¿Crees que haría algo así?

―Espero que no. Espero que al menos tengas la decencia de devolverme de donde me sacaste.

Estaba herida, mi autoestima destrozada y mis palabras no eran un reproche, eran una súplica. Si Illumi algún día dejaba de amarme, esperaba que se apiadara de mí. Tal pensamiento dolía y me arrepentí al instante del juego que había empezado cuando lo vi aquí después del baño. Supuse que había mordido más de lo que podía tragar.

Y el miedo sólo aumentaba.

―No digas eso. ―Besó dulcemente mi mejilla―. Como te decía antes de que me sedujeras tan descaradamente con tu magnífica desnudez...

Mis risas lo interrumpieron. Me tapé la boca para dejarlo continuar.

—Como te decía, mi madre tiene razón en que hay algo que quiero hacer contigo y debo hacerlo sin demora.

―Pensé que ya lo habíamos hecho.

―No es eso, Libi. Lo que yo quiero es pasar el resto de mi vida contigo.

Mis risas cesaron definitivamente.

―Así que tenemos que casarnos cuanto antes.

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Suenan campanas de boda🔔

¿Libi aceptará?

¿Cómo reaccionará la familia?

¿Alguien quiere que Hisoka sea el padrino? 😍

¡Gracias por leer!

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora