XXXI Salvaje

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Illumi conducía camino a mi departamento. Era una mañana fresca y algo húmeda. Tenía turno de tarde, así que podría tener una pequeña charla con Lucy antes de ir al trabajo.

El viaje transcurría en silencio. No me sentía del todo bien anímicamente, en parte porque nuestra relación era extraña y, a mi parecer, demasiado frágil. Necesitaba algo de seguridad, un punto de apoyo que no encontraba y sin el que me era difícil dar el siguiente paso por temor a caer. Necesitaba saber si lo nuestro tenía algún futuro, si él lo quería tanto como yo.

Y luego estaba Hisoka. Ese maldito hijo de puta. Si llegaba a encontrarme con él ¡Lo mataba!

—Pasaré por ti al trabajo, quiero que cenemos juntos —dijo Illumi,  sacándome de mis pensamientos.

Ni siquiera noté que ya habíamos llegado.

—Después del trabajo tengo cita con la terapeuta, te daré la dirección...

—No es necesario, sé dónde es.

Me mordí la lengua para no decirle lo que pensaba de su excesivo conocimiento y evitar una pelea, aunque no pude hacerlo por mucho tiempo.

—¡Acosador! —le dije antes de cerrar la puerta de su auto.

Caminé enérgica hacia el ascensor, apretando los puños. Sabía que Hisoka seguía en el edificio, se suponía que Illumi lo recogería.

Sólo espera a que te agarre, puerco...

Me llegó un mensaje.

Illu: No es acoso preocuparme por ti.

Ya me encargaría de ti Zoldyck, ahora tenía en la mira al pelirrojo.

Llegó otro mensaje.

Illu: Hisoka ya está conmigo, relájate. Nos vemos en la tarde.

¡Mierda! Debió usar las escaleras. Tranquila Libi, ya te lo encontrarías. Ahora sería tu turno, Lucy.

Al abrir la puerta, lo primero que vi fue a Lucy recogiendo las cosas de la mesa de centro, que estaba hecha añicos.

—¡¿En qué mierda estabas pensando?! —le grité, con más ira de la que deseaba.

—Tranquila, te pagaré todo lo que rompimos —aseguró, con una estúpida sonrisa en la cara.

Como si me importaran las cosas que rompieron. Era ella la que me importaba. Ella y su frágil cuerpo en manos de esa bestia sobrehumana. Me lancé a abrazarla fuertemente.

—¡Eres tú la que me importa, Lucy! ¿Estás bien? ¿Él no te hizo nada?

Me miró con sorpresa, rodando los ojos.

—Ay Libi, por Dios —exclamó,  dejándose caer en el sofá—. ¡Me hizo de todo!

Necesitaba un trago, era una emergencia. Sólo un trago. Tuve que conformarme con un café bien cargado.

—Ahora quiero que me digas qué mierda pasó.

Narra Lucy

******

Cuando Libi sepa lo que averigüé de ese tal Illumi, no querrá verlo ni en pintura. Por fin saldrá de su vida para siempre, pensé, tocando el timbre. Grande fue mi sorpresa cuando quien abrió la puerta fue un pelirrojo digno de una escultura. Lo escaneé rápidamente de pies a cabeza, con disimulo. Era un bombón.

Y se me hizo agua la boca.

El tipo se presentó como un amigo de Libi, que estaba de paso por la ciudad y a quien ella había invitado a quedarse.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora