XLIX Sueños rotos II

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Mis ojos se abrieron pesadamente. El pequeño haz de luz que se colaba por una apertura en las cortinas me mostró mi habitación. Imaginé que era de tarde, pero no podía asegurarlo. Mi cuerpo adormecido empezó a despertarse lentamente. Un leve dolor comenzó a crecer en mi vientre, punzante, ardiente, recordándome el episodio de la noche anterior.

Toda esa sangre...

El vacío hizo eco en mí nuevamente.

—No te levantes —dijo una voz desde la oscuridad—, debes descansar.

Era Illumi, observándome en silencio quién sabía desde cuándo. Esperé y sólo hubo silencio. Las ganas de preguntarle por el bebé se desvanecieron junto con la esperanza de que se acercara. El ardor en el vientre contrastaba con el frío que me calaba los huesos.

No se acercó, no habló. Sólo había oscuridad a mi alrededor.

Y miedo.

En un arranque de valor me atreví a hablarle.

—Illumi...

—Cometimos mucho errores —dijo, interrumpiéndome.

El latir de mi corazón fue tan intenso que me retumbó en los oídos. Todo mi cuerpo latía a su ritmo, conmocionado. Las lágrimas acumuladas en mis ojos se deslizaron por los costados de mi cara. No quería escuchar lo que diría.

—Quería que te quedaras por siempre a mi lado. Supongo que ese deseo nubló mi mente, llevándome a tomar decisiones apresuradas... Debí decirte inmediatamente del embarazo, así no habrías bebido, ni te habrías alterado...

Mi silencioso llanto se intensificó.

—Actué en contra de mi naturaleza, de mi instinto, pero no volverá a ocurrir. Sabía que era un error dejarte ir con ese profesor.

¡No podía ser! ¿Acaso ya lo sabía?

—Es mi culpa por permitir que influyeras tanto en mí. Estaba completamente cegado por tu luz y no vi que me volvía débil. Fue esa debilidad la que mató a nuestra hija.

El llanto que me había esforzado por ocultar, rompió la quietud de la funesta habitación, que se sentía como una tumba, así como mi cuerpo lo había sido para ella. La tierra amarga me devoraba a mí también, consumiéndome por dentro, asfixiándome.

—Tardarás en sanar, pero cuando lo hagas, intentaremos ser padres de nuevo.

Vi su silueta desprenderse de la oscuridad, avanzando hacia la puerta.

—¡Espera, Illumi! —Me incorporé, pese al dolor—. Hay algo que debo decirte.

Su silueta se mantuvo en el umbral, recortada por la luz del exterior. Agradecí no poder ver su rostro.

—Yo... yo... nunca podré darte hijos...

—¿Qué estás diciendo? —Cerró la puerta, acercándose lentamente a la cama.

—Yo... ya había es-estado embarazada antes...

Se quedó estático a pocos pasos. La oscuridad pareció aumentar.

—Fu-fueron dos veces y-y las dos veces perdí al bebé...

Narra Illumi

No creía lo que oía.

¿Quién era esa mujer frente a mí?

Había estado por dos días cuidándola, pensando en cómo darle la horrible noticia y me salía con esto. Era absurdo, irreal.

—¡¿Por qué no me lo dijiste antes?!

—Porque... ¡Porque tenía miedo de perderte!

Egoísta. Eres una criatura egoísta y perversa.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora