LII Pelirroja

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Ya comprobé los detalles y sólo falta que el objetivo se ponga en movimiento.

El sonido de una suave voz me despierta. Sin recordar donde estoy, me giro y caigo aparatosamente del sillón. Sobo mi cabeza y a medida que mi vista se aclara, voy tomando conciencia de mi actual situación.

Y de ellos, que hablan como si nada, a pocos metros de mí.

—Revisa el tránsito ¿Será mejor ir por la avenida principal o por la calle catorce? —pregunta Illumi, en un tono que denota concentración y profesionalismo, guardando algo en un maletín.

—De inmediato, amo Illumi —contesta ella, obedientemente. Mientras busca en lo que parece ser una tablet, me dirige una mirada fugaz cargada de molestia, como si mi presencia la interrumpiera.

Illumi, en cambio, ni siquiera me ha mirado.

—En la calle catorce se reportó un choque hace unos minutos, así que el tránsito está cortado. La avenida principal es la mejor opción.

—Bien. Entrégale nuestro itinerario al chofer y pregúntale si está listo el encargo que le pedí.

—Como ordene, amo Illumi.

Tras una reverencia, sale del lugar. Una vez solos, me acerco lentamente a él. Hay tantas cosas que quiero preguntarle, me cuesta saber por cuál empezar.

—¿Quién es ella? —pregunto con un hilo de voz.

Me ignora y continúa revisando el contenido del maletín. Me acerco aún más y aclaro mi voz.

—Illumi.

—Se llama Hakura y trabaja para mí —contesta fríamente.

—¿Qué pasó con Amane?

Se supone que Amane es quien me cuida, ella debería estar aquí.

—Hizo mal su trabajo y me deshice de ella.

No creo en sus palabras, no puede haber lastimado a Amane.

—¿Por qué? ¿Qué hizo ella, Illumi? Dímelo.

—Ella te ayudó a escapar —acusa, viéndome por primera vez durante nuestra conversación.

Así que eso es lo que cree que pasó, ahora entiendo la pregunta que me hizo en la cárcel.

—¡Eso no es cierto, Illumi, yo no me escapé!

Se levanta y ordena unas herramientas que había estado usando.

—¡¿Illumi, me estás escuchando?! ¡Yo no me escapé!

—Claro que te escucho, es imposible no hacerlo si gritas de ese modo.

La mujer vuelve a entrar, viene revisando su teléfono.

—Amo Illumi, el objetivo está en movimiento —avisa.

Illumi camina en dirección a la salida y lo sostengo de la ropa.

—¡Espera, aún no hemos terminado de hablar!

Quita mi mano con brusquedad y continúa su camino.

—Hakura, trae la bomba.

Me espanto. La mujer, que se había quedado atrás observándonos, coge el maletín y sale tras él.

Nuevamente me quedo sola.

Acaricio la mano que Illumi ha lastimado. El saber que fácilmente podría haber triturado mis huesos de haber querido, no me consuela. Caigo de rodillas en medio de la enorme sala y lloro pensando en Amane. ¿En qué clase de horrorosa trampa hemos caído? Yo, pensando que él se había deshecho de mí; él, creyendo que hui y Amane... la pobre y dulce Amane en el medio.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora