III Recuerdos

3.6K 331 220
                                    

—¡Nunca más vuelvo a beber!

Mi cabeza dolía y palpitaba como si me la taladraran. Apenas puse un pie fuera de la cama corrí al baño a vomitar. Tenía la vaga sensación de venir despertándome de una pesadilla y, mientras me daba una ducha, intenté poner en orden los recuerdos de la noche anterior.

******

—¡¿Cómo que no vas a venir?! —gritó por teléfono Lucy, mi mejor amiga—. Debemos celebrar que terminamos el semestre sin reprobar ninguna asignatura.

Ambas estábamos en el segundo año de Artes visuales en la universidad, pero nos conocíamos desde pequeñas. Había estado conmigo en las buenas y en las malas. Y estas últimas habían sido muchas.

—Tengo turno hasta tarde en la tienda, no creo que pueda ir.

Trabajaba desde hacía seis meses en una tienda de artículos de construcción.

Intenta escaparte antes, todos van a venir —suplicó antes de colgar.

No. No todos irían. Es cierto que Lucy era extremadamente sociable. En sus últimas fiestas yo con suerte conocía a un cuarto de los invitados, por lo que asumí que su casa estaría repleta, pero él no estaría. Me dijo que visitaría a unos parientes fuera de la ciudad y ya lo estaba extrañando.

Nos habíamos conocido hacía poco más de un año en una librería. Estudiaba literatura y me dejó fascinada al instante cuando me sugirió un libro sobre vanguardias en el arte. Era un tipo muy culto y guapo, de esos que te conquistaban con la mirada y te seducían con la sonrisa. Lucy lo detestaba y debía vivir con eso. Decía que era posesivo, manipulador y celoso, pero era mi novio y lo amaba. Sólo se preocupaba por mí porque yo era lo más importante en su vida.

Había anunciada una tormenta y toda la tarde la tienda estuvo repleta, hasta que hubo un apagón y el dueño decidió cerrar.

—¿Qué harás esta noche, Libi? —me preguntó Josh, mi compañero de trabajo.

Se acercó por detrás, deslizando una mano por mi cintura.

—Si quieres, podríamos ir a cenar y luego a mi departamento —susurró sugerentemente en mi oído, sin pudor alguno.

Era un chico alto, superando el metro setenta y cinco, cabello castaño claro y cuerpo atlético. Guapo, simpático, pero se tomaba demasiadas confianzas y vivía en modo conquistador. A su característica sonrisa ladina se sumaba una mirada intrigante, como si fuera poseedor de un secreto que nadie más sabía.

—¡Deja de hacer eso! —le grité molesta, alejándome—. ¡Sabes que tengo novio y que es muy celoso!

—Tiene razones para serlo —aseguró, mirándome de arriba a abajo. Sus ojos cafés brillaban lujuriosos.

¿Qué se suponía que significaba eso? Yo no hacía nada para provocarlo. Incluso había dejado de usar faldas para que Damien no se molestara, y con lo que me gustaban las faldas. El enojo todavía me acompañaba cuando salí de la tienda. El aire cálido olía a humedad. Pronto llovería y pensar en las gotas resbalando por el ventanal de la sala de mi departamento, sumida en un solitario silencio, me oprimía el vientre. La lluvia y la soledad eran una combinación bastante deprimente.

Ni hablar, la fiesta era mejor opción.

Conducía mi auto tranquilamente por las calles que, poco a poco, iban vaciándose. En la radio hablaban del apagón, que había dejado a gran parte de la ciudad a oscuras. Al parecer no se trataba de uno común y corriente, pues su causa no se relacionaba con algún desperfecto en las instalaciones encargadas de producir la electricidad o suministrarla, la energía había comenzado a desvanecerse casi de la nada. Lo comparaban con una ola que se llevaba la electricidad a su paso, similar a un pulso electromagnético. No entendí muy bien, pero se oía interesante. De seguro Damien podría explicármelo mejor, él era el hombre más inteligente que conocía.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora