XXVII Tiempo

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—Él... Él ya viene —avisé, sin poder creer que Hisoka estuviera frente a mí.

Lo miré de arriba a abajo,  boquiabierta. Alto, pelirrojo, pálido, de mirada aguda y espeluznante igual a como se veía por televisión. Intenté recordar todo lo que sabía sobre él, lo que lo hacía enojar. Sólo al llegar a sus pies noté el charco de agua que había dejado sobre el piso, estaba empapado.

—Te... te daré ropa seca —ofrecí, con la inquietante sensación de un déjà vu.

Dejé algunas ropas de Illumi y toallas para él en el baño.

—¿No te quedarás a vigilarme? —preguntó, sonriendo ladinamente.

Apenas nos habíamos visto por unos cuantos minutos y ya me estaba coqueteando. Increíble.

—¡No! —le dije fuerte y claro, cerrando la puerta del baño tras de mí.

Este tipo era mucho más intenso que Illumi, alterándome de un modo completamente diferente. Debía ser muy cuidadosa para no perturbarlo y terminar rebanda por sus cartas. Sólo esperaba que Illumi llegara pronto.

Salió del baño después de varios minutos y le ofrecí café. Se sentó a beberlo junto a mí en la cocina. Al menos la inquietante espera por el visitante del pulso había terminado.

—¿No me preguntarás quién soy?

—No es necesario, Hisoka.

Levantó una ceja, sonriendo con curiosidad.

—Hmm. Parece que me llevas ventaja.

Su voz se oía suave y aterciopelada; seductora, muy diferente a cuando entró destruyendo mi puerta.

—Illumi me habló de ti —mentí.

Él no necesitaba saber más. De hecho, mientras menos supiera de este mundo, mejor. No confiaba en él.

—Hay algo que quiero saber.

Me indicó con un elegante gesto de su mano que continuara. Todos sus movimientos eran elegantes y fluidos. Era un hombre llamativo, hasta atractivo, tanto como podía serlo un insecto venenoso.

—¿Cómo supiste dónde buscarlo?

—Los zapatos de Illumi tienen un rastreador. Cuando llegué a este lugar, sólo seguí la señal.

Entonces así fue. Los zapatos que Illumi usaba al llegar todavía estaban en el clóset.

—Aún no sé tu nombre.

—Libertad —dije secamente.

—Un nombre tan bello como quien lo lleva —sonrió, lamiendo su labio inferior.

Tal gesto me paralizó. Nunca nadie me había coqueteado de manera tan directa. Su mirada me desnudaba y no eran ideas mías. En sus dorados ojos había una invitación a un lugar oscuro y suave. Si seguía viéndome de esa forma yo...

—¡Hisoka!

Oí la voz de Illumi y volví a respirar. Caminó deprisa hacia nosotros y no logré distinguir si estaba feliz, sorprendido, molesto o todo a la vez.

—¡¿Rompiste la puerta?!

Estaba molesto.

—Me gustan las entradas dramáticas —dijo burlonamente.

¿Acaso no se tomaba nada en serio?

Aunque sabiendo de lo que era capaz, invasión a la propiedad privada debía ser absolutamente insignificante para su flexible moralidad.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora