LIX Terapia

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Tras darme una ducha me metí a la cama. No tenía sueño así que tomé el libro que tenía en la mesita de noche y leí.

Nunca antes había leído un libro de autoayuda, pero ante mi desesperación, estoy probando de todo.

Cerca de las dos de la mañana por fin los ojos comienzan a pesarme y apago la luz. Puedo ver en la pared del cuarto la sombra de las ramas de un árbol que se mecen con el viento, su suave movimiento parece hipnótico y pronto mis ojos empiezan a cerrarse.

Un ruido me sobresalta, interrumpiendo el débil sueño que comenzaba a apoderarse de mí. Al abrir los ojos, lo primero que veo es la sombra del árbol, pero ahora su imagen luce eclipsada por la de alguien más.

Contengo el aliento y mi cuerpo se paraliza. Su silueta es tan característica, alto, delgado, con su larga cabellera meciéndose con el viento, como las ramas del árbol.

Me ha encontrado y está justo detrás de mí. Temo voltear y verlo allí, de pie junto a la ventana por la que probablemente entró. Todo fue inútil, una absurda ilusión, jamás podré escaparme él.

Ni siquiera soy capaz de abrir la boca para gritar, todo mi cuerpo se somete ante su aterradora presencia. Sólo mis lágrimas logran moverse.

Oigo sus pasos acercándose a la cama y tan rápido como aprieto los párpados, ya está sobre mí, rodeando mi cuello con sus poderosas manos. Sus ojos refulgen en la penumbra de la habitación como brazas ardientes, llenas de ira.

—¡¿Creíste que podrías escapar de mí?!

La presión aumenta, mis oídos comienzan a zumbar.

—I... llumi... por... fa... vor... —es lo último que podré decir, el aire se ha acabado. Todo se ha acabado...

—¡Libi, Libi, despierta!

Doy manotazos para alejar las manos que me sostienen, y cuando por fin abro los ojos, el aire vuelve a entrar en mí y grito con todas mis fuerzas. Grito porque estoy aterrada y también porque sigo viva.

Yo quiero vivir.

—¡Él está aquí... él... él me encontró! ¡Va a matarme y no quiero que lo haga, por favor ayúdenme! —agarro con fuerza la ropa de la enfermera para que escuche lo que digo. Debemos huir, él está furioso.

—Tranquila, Libi, solo fue una pesadilla. No hay nadie más en el cuarto aparte de nosotras tres.

La habitación, ahora iluminada, me permite ver que efectivamente sólo estamos las dos enfermeras y yo. Ellas no saben lo rápido que es, puede estar escondido.

—¡Él estaba aquí, me... me estaba estrangulando y yo no podía moverme ni gritar, tienen que creerme!

Nos matará a todas.

—Yo estaba en el pasillo —informa la otra enfermera—. Nadie entró a esta habitación.

—¡Entró por la ventana! —grito por la desesperación de que no crean en mis palabras y me hagan perder un valioso tiempo que podría ser el último que me quede.

—Libi —dice con seriedad la primera enfermera, acariciando mi hombro—. Este cuarto no tiene ventanas.

La miro como si hubiera enloquecido, para luego dirigir mi vista a la ventana y encontrarme con una pared sólida.

—No... no puede ser... —miro a ambas, intentando explicarles—. Yo... yo vi la sombra... de-del árbol... s-sus ramas s-se... se mecían con el viento...

Ahora son ellas las que me ven como si hubiera perdido la razón y ya no sé qué creer.

—... Y vi la sombra de él —lloro. La tela de la realidad se desgarra y estoy perdida y asustada.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora