XXXIII Petición II

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Llevé a Libi a mi departamento y me dispuse a cocinar algo para ella. En el teléfono tenía un mensaje de Hisoka.

Idiota: El trabajo está listo. Pásalo bien con la semillita 👉👌 ❤

-Imbécil -mascullé, lavando unas verduras.

Libi puso música suave y me acompañó mientras cocinaba. Su cabello seguía húmedo pese a que le dije dónde encontrar un secador. Quería regañarla, pero me abstuve. No debía seguir tentando a mi suerte esta noche.

Había cierta fascinación en su forma de mirarme. Y yo la miraba igual de fascinado. Llevaba puesta una de mis camisas y no traía sujetador. Podía ver claramente la suave curva de sus senos dibujada bajo la tela y...

-Oh, rayos. -Me corté con el cuchillo.

Era un corte superficial y pequeño.

Libi se acercó preocupada, tomó mi mano y metiendo mi dedo en su boca, comenzó a chuparlo. Mi mente se quedó en blanco unos segundos, perdida en aquel repentino y atrevido acto. La succión tuvo ecos por todo mi cuerpo.

Saqué mi dedo de su traviesa boca y la besé. Sabía a sangre y a Libi, una mezcla que podía enloquecerme. Jadeó contra mis labios mientras la sentaba sobre el mesón de la cocina. Acaricié su vientre bajo la tela, viendo cómo el deseo llenaba su mirada. Ciertamente la excitación la volvía mucho más seductora, susceptible y atrayente.

Cuando me miraba así, la sentía completamente mía. Y quería perderme en ella.

Me quitó la camisa y repartió suaves besos por mi cuerpo, demostrándome cuánto deseaba estar conmigo. Mis dedos nadaron por entre sus cabellos rojos, que estaban húmedos porque no quiso secárselos. Los cogí firmemente y la recosté, disfrutando de su inmovilidad y fascinación inalterable. Era completamente mía y estaba a mi entera disposición y por su propia voluntad. Podía hacerle absolutamente cualquier cosa, incluso las inimaginables, las que para muchos eran pecados impronunciables; lo que yo deseara.

Y yo deseaba lo mismo que ella deseaba. ¿Quién controla a quién, Libi? En ocasiones, como ésta en que yacías indefensa ante mí, se me olvidaba.

Con una mano todavía sujetando su cabello húmedo y la otra posada en su cintura, entré en ella de un sólo movimiento. Dio un fuerte gemido y me atrajo para besarme. Por hoy no habría castigos a su desobediencia. Esta vez la haría feliz y estaba completamente seguro de que no lloraría.

~❁~

Cuando por fin terminé de cocinar, Libi me ayudó a servir. Mi comedor era excesivamente amplio para alguien que vivía solo, bastaba con decir que la mesa era para diez personas. Me sorprendí cuando la vi vacía.

-¡Illumi, acá! -me llamó desde la sala.

Estaba a media luz. Había quitado los adornos de la mesa de centro y servido nuestra cena allí. Me invitó a sentarme en el alfombra, sobre un cojín que había dejado a su lado. Sólo entonces mi descomunal estupidez quedó en evidencia. Éste debió ser el plan desde el principio. Libi tenía gustos simples, ese absurdo restaurante no significaba nada para ella.

No importaba el lugar mientras se estuviera con la persona indicada, esa era la moraleja. Esto del romance era cada vez menos críptico.

-Debo reconocer que ese idiota tenía razón. -Sonrió, saboreando el whisky-. Está delicioso. Debió costarte una fortuna.

-Media fortuna. El administrador me lo dejó a mitad de precio a modo de compensación, pero mejor olvidemos ese lugar.

-Sí, mejor hablemos de Ismael Saldías. -Su mirada se volvió incisiva.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora