XLVI Reconciliación

1K 103 24
                                    

Tras un abundante desayuno traído por Amane, me atreví a salir del cuarto en dirección al jardín, donde había dicho que Illumi me esperaba. Ella me acompañó en mi recorrido por la sombría mansión.

No quería ver a Kikyo. Un escalofrío me recorría la espalda de sólo pensar en ella. Y mis ojos se humedecían al instante. Tal vez era la lejanía de mi hogar lo que hacía sentir tan sentimental.

Illumi estaba de espaldas frente a un gran arco de piedras, que marcaba la entrada hacia alguna zona del jardín que desconocía. Sólo había visto algunas partes, como el laberinto. Respondí fríamente al beso con que me saludó. No había logrado sentirme del todo cómoda con él, pese a lo mucho que, sin duda, seguía amándolo.

El recuerdo de las personas que asesinó en el restaurante era muy reciente y me revolvía el estómago.

―¿Cómo te sientes?

Avanzamos por un camino hecho de grandes piedras pulidas, de diversos colores, a modo de mosaico. El camino estaba rodeado de diversas plantas, cuyo verdor era claramente refrescante frente a la monotonía de los muros de la habitación donde me había enclaustrado estas últimas semanas.

―Un poco mejor.

Había tenido fuerzas para salir del cuarto. Mi cuerpo se recuperaba; mi corazón seguía demasiado frágil.

―Debes salir más a menudo, estás demasiado pálida. Necesitas estar bajo el sol, por la vitamina D. He leído que es necesaria para la formación de los huesos y... no quiero que enfermes.

¿Había estado leyendo sobre vitaminas? Debía haber estado realmente aburrido o muy preocupado por mí. Tal vez ambas.

―No necesitas preocuparte tanto. Estuve revisando los documentos de la universidad que me enviaste y quiero ir a inscribir los cursos.

Debía hacer algo para despejar mi mente o me volvería loca. Además, pasar tiempo lejos de la mansión ayudaría.

―No me pidas que no me preocupe por ti, es parte de mi responsabilidad como tu novio, ya te lo había dicho. Cuando quieras ir, yo te acompañaré.

Tras acordar aquello, permanecimos en silencio. Habían unas estatuas junto a nosotros. Su diseño me recordaba el estilo griego, por las túnicas que llevaban y la delicadeza de sus rasgos. Eran hermosas. Me detuve a admirarlas, recordando mis clases de historia del arte. Lucy decía que quería estar con un griego para saber si eran tan poco dotados como las esculturas. Extrañaba tanto oír sus idioteces. Un brazo rodeando mi cintura me sacó de mis divagaciones. Le siguió un beso en mi sien. La repentina cercanía de Illumi se sintió algo brusca y lo aparté.

―Pensé que ya no estabas enfadada.

―¿Enfado? ¿De verdad crees que era enfado, Illumi?

Su comentario me había irritado profundamente. Todo era superficial para su moral hiperlaxa.

―Yo me enfadaba cuando el atochamiento vehicular me hacía perder tiempo, me enfadaba cuando le ponía demasiada sal a la comida o cuando los maestros en la universidad nos daban una tarea de último minuto ¡Eso me causaba enfado! Pero lo que tú hiciste, Illumi, no me enfadó, me asustó y me dolió como no te imaginas. Aún me sigue doliendo y no sé cuándo pasará.

Su expresión de seriedad, como si mi respuesta no le bastara, no hizo más que sorprenderme. Probablemente había creído que ahora todo volvería a ser como antes y esto le demostraba lo equivocado que estaba. El jardín se oscureció ante mis ojos. Un mareo me sobrevino y el intenso aroma de las flores que nos rodeaba no ayudaba. Penetraba en mi nariz, colapsando mi olfato y amenazando con llamar de regreso todo lo desayunado. Intenté llegar a un banco cercano, pero me desmayé en los brazos de Illumi.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora