XLI Condición

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Desperté algo desorientada. Aunque habían sido sólo dos noches, ya me había acostumbrado a la habitación de Illumi y a su cama. Ahora estaba sola en este cuarto tan lujoso y grande. Tenía el tamaño de mi sala, comedor y cocina juntos y tal vez más. Me hacía sentir pequeña.

El clóset era un cuarto dentro de mi cuarto. Caminé entre los estantes vacíos, buscando algo cómodo para ponerme. Mis ropas ocupaban un pequeño lugar en un rincón. ¿Por qué alguien necesitaría tanto espacio? Era absurdo, pero a la vez gracioso porque me sentía realmente pobre al no poder llenar el enorme organizador de zapatos que abarcaba casi media pared. Me recordaba el walking closet de Lucy, rebosante de prendas de todo tipo.

Lucy, qué estaría haciendo ahora ¿Pensaría en mí como yo en ella?

Opté por un vestido. La parte superior se ajustaba perfectamente a mi torso, para luego volverse holgado desde la cadera. Me llegaba unos cuantos centímetros sobre la rodilla. Era juvenil y fresco, con un escote sensual sin llegar a lo vulgar. Y debía admitir que se me veía muy bien. Siempre me habían gustado mis piernas y ya no había motivos para ocultarlas.

En el tocador arreglé mi cabello. Y era realmente un tocador, no el espejo del baño. Le di volumen a mi melena y algo de movimiento. Un poco de sombra sutil en los ojos, algo de color en mi rostro pálido y un labial rosa suave sobre el que puse uno gloss: labios húmedos y seductores, hasta más gruesos se veían. No me equivocaba al afirmar que era la primera vez que me arreglaba pensando en gustarle a Illumi porque hasta el momento no había hecho nada para conquistarlo.

Absolutamente nada.

Sólo lo había atropellado y aquí estaba ahora, en su casa, queriendo verme espectacular para tenerlo como un cachorrito a mis pies. No iba a dejar que me chantajeara para casarme con él. Sabía que esa era la razón por la que me había echado de su habitación. La pobre Libi lo extrañaría tanto que acabaría rogándole para convertirse en su esposa. ¡Ja! Si creía que sería tan fácil de manipular, se equivocaba. Yo también podía jugar su juego.

Salí de la habitación con paso firme y decidido. Hoy sería un gran día, me repetía como un mantra yendo hacia el comedor. Estaba vacío. Fui hacia la cocina pensando en desayunar algo allí. Al instante, las miradas de todas las sirvientas me hicieron sentir fuera de lugar. Ni siquiera alcancé a llegar hasta el refrigerador.

―Señorita, díganos qué se le ofrece y se lo daremos ―dijo una de ellas, haciendo una reverencia.

Sería difícil acostumbrarme a esto.

Le pedí un jugo y algo para comer. Rápidamente pusieron frente a mí varios tipos de panecillos y por lo menos cinco acompañamientos diferentes. Tanta comida me hizo pensar en lo mucho que debían desperdiciar, yo con suerte podría comer un octavo de todo lo que me ofrecían.

―¿Desea algo más? ―preguntó otra chica. Desde que llegué no me había quitado el ojo de encima. Me miraba de arriba abajo, con mucha curiosidad.

―Sí, me gustaría saber dónde encontrar a Illumi.

Se quedó pensativa un momento, como si estuviera buscándolo dentro de su cabeza.

―El amo Illumi está en su despacho ―informó, sonriente.

―¿Amo?

No sabía qué me molestaba más, si pensar en los derechos laborales de estas mujeres llamando amo a su jefe en el siglo XXI o el pensar en ellas y sus falditas cortas llamando "amo" a mi novio.

Me miró sin entender mi pregunta. Lo dejé así, por ahora, escuchando las indicaciones para encontrar el despacho. Resultó estar bastante cerca de su habitación, a un costado de la biblioteca. Ya me daría el tiempo de visitarla y ver qué maravillas guardaba.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora