LXIII Desaparecida

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No volverás a ver la luz del sol...

Te quedarás en este sótano hasta que me plazca...

Mis palabras serán órdenes para ti...

Si desobedeces, te castigaré...

Si me complaces, te premiaré...

Olvidarás a todos los que conoces, desde ahora sólo pensarás en mí, pues yo soy quien le da sentido a tu existencia...

Si un día decido no traerte agua, morirás de sed...

¿Entiendes cuál es tu lugar?

—Sí, lo entiendo.

¿A quién le perteneces, Libertad?

— A ti...

***************

Narra Lucy

Libi faltó a la universidad y no ha contestado mis llamadas. Me salgo de clases para ir a su departamento. Nadie abre.

Voy con el conserje, quien dice no recordar haberla visto llegar ayer. Le insisto e insisto hasta que me acompaña con una copia de la llave. Ella no está y parece no haber pasado la noche aquí.

Con los nervios de punta llamo a Hisoka. No contesta. Llamo a Rafael, lo mismo.

¡Maldición!

Parto hacia la galería, con una presión en el pecho y el terrible presentimiento de que el hijo de puta del Zoldyck pudo volver por ella.

Pese a ser temprano, hay un atochamiento espantoso y me estanco. Aprovecho para seguir llamando; Libi, Hisoka y Rafael. Suplico para que alguno de ellos me conteste y lo único que oigo es el tono de llamada, incesante y tormentoso.

Finalmente llego y para mi sorpresa, el auto de Libi está allí. Me estaciono tras él y miro su interior; nada.

Tal vez tuvo mucho trabajo, por eso no fue a clases.

La galería está cerrada. Intento mirar por entre las persianas, pero las luces apagadas me impiden ver algo. Comienzo a gritar llamando a Rafael y a Libi. Incluso lanzo algunas piedras a las ventanas del segundo piso y nada. No hay respuesta.

Vuelvo a mirar el auto de Libi. Su presencia aquí sólo significa que ella está dentro o que alguien se la llevó.

Debo entrar a la galería. Busco en mi auto algo que me sirva y encuentro una horquilla para forzar la cerradura. Mientras lo intento pienso en lo estúpida que soy al usar un método tan cliché y que sólo sirve en las películas. Vuelvo al auto y regreso con la llave de cruz. Sin pensar en las consecuencias, la arrojo con todas mis fuerzas contra la puerta de cristal, que estalla ante el golpe.

Cuidando no cortarme, entro al lugar y enciendo las luces.

—¡Libi! ¡Rafael! —avanzo gritando por los pasillos. Llamo a su teléfono y sigo buscando. Cuando voy subiendo las escaleras me parece oírlo en el segundo piso.

Con el corazón acelerado apuro el paso y llego hasta una oficina, la puerta está entreabierta. Tengo miedo de entrar, maldigo no haber traído conmigo la llave de cruz.

Armándome de valor, empujo la puerta y lo que veo me deja horrorizada. Llevo una mano a mi boca y avanzo. Mis lágrimas no dejan de caer y cuando logro reconocerlo, suelto un grito. Es Rafael. Tiene el cuello rebanado y... está muerto. Retrocedo, temblando y me apoyo en un sillón.

Me niego a creer en lo que ocurre. Miro en derredor y veo las manchas de sangre en el suelo. Está claro que arrastraron a alguien por allí.

Libi.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora