LV Secretos y mentiras

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La primera vez que vi a Ken fue conduciendo el auto que nos trajo de la estación de policías. En aquella ocasión no llamó mayormente mi atención.

La segunda vez, aunque no fue real, ocurrió en un sueño, más específicamente una pesadilla. En ella, este chofer frustraba mi suicidio y me delataba con Illumi.

La tercera, y que es la que deriva en mi actual encrucijada, fue cuando comenzamos a comer juntos y a conocernos. Pensé que volverme cercana a mi "carcelero" podría darme cierta ventaja. Ventaja que perdí completamente cuando me atrapó registrando una oficina que no era de mi incumbencia y donde no encontré nada útil.

Para mi sorpresa, me ofreció un sucio trato con el que obtendría su silencio, salvándome así de la furia de Illumi y de sus castigos. El problema era el precio a pagar; mi cuerpo.

Dicho trato podría significarme ganar un importante aliado, uno que podría ayudarme a escapar y desaparecer definitivamente de la vida de Illumi. Si trabajó para la mafia como dijo, sabe cómo funciona el bajo mundo. No debería costarle ayudarme a "desaparecer".

Es una oportunidad que no puedo dejar pasar.

Aprieta mi seno con sus fríos dedos y todos los escenarios en donde me alío a él se derrumban. Cada cosa que haga por mí conllevará un costo mayor y no podré aguantar tanto. Por mucho que desee escapar y recuperar mi vida, este hombre sólo me produce repulsión.

Fue iluso el sólo hecho de considerar que podría aceptar.

Además, la solución podría ser peor que el problema. Si Illumi llegara a descubrir que ocurre algo entre nosotros, su castigo sería millones de veces peor que el que me dará cuando sepa que andaba fisgoneando. Puedo con este último, pensé dándome fuerzas.

Si tengo suerte, tal vez sólo me golpee.

Eso es algo que puedo tolerar. Lo he hecho la mayor parte de mi vida.

—¿Qué dice, señorita?

La sonrisa lujuriosa y torcida que me da es suficiente. Aceptar su trato es imposible.

Lo miro en silencio, con los ojos llorosos suplicándole piedad. Inesperadamente él sonríe y se aparta de mí.

—No soy esa clase de hombre, sólo estaba jugando —se rasca la cabeza—. Salgamos de aquí, señorita y no vuelva a hacer estupideces o nos meterá en problemas a ambos.

Lo sigo sin poder dar crédito a lo que acaba de ocurrir, pero convencida de una cosa; Ken es un imbécil y está completamente loco. Nada bueno resultará de todo esto.

Dos días después, Illumi regresa. Por alguna razón está completamente enfadado, así que hablar con él es imposible. Me muevo por el lugar como un fantasma, evitando encontrarme con él todo lo que puedo.

A medianoche me despierto muy sedienta y voy por un vaso con agua a la cocina. Con un rápido movimiento evito que se haga trizas en el suelo cuando oigo su voz tras de mí.

—¿Qué estás escondiendo? —pregunta, serio. Su tono duro me deja saber que sigue enfadado.

Por un momento creo que ya lo sabe todo, que de algún modo se enteró. Quizás Ken se chivó o Illumi tiene cámaras de vigilancia que él desconoce.

Es imposible que lo sepa, deja de ser tan paranoica, sólo te pone a prueba. Sabe que tus nervios son una mierda.

Respiro hondo.

—Yo no te oculto nada —digo, intentando parecer creíble.

Está parado en la puerta, bloqueando la única vía de escape. Si quiero salir, tendré que pasar junto a él y no quiero hacerlo. Al menos por ahora, nos separa la isla de la cocina.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora