XLV Dualidad

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Cada vez me sentía peor. A las recurrentes náuseas ahora se le sumaba un cansancio que prácticamente no me dejaba andar. Sólo quería estar en la cama y dormir. No pensar en esta casa ni en Illumi o en su familia. No pensar en mí y en lo que había hecho con mi vida.

Sólo dormir.

Amane me invitó a pasear por el jardín. Dijo que el aire fresco y el sol me animarían. La rechacé, como tantas otras veces en los últimos días. Había perdido incluso las ganas de dibujar.

Sólo quería dormir.

En vano intentaba recordar lo que mi terapeuta aconsejaba cuando atravesaba episodios depresivos como éste. Mi mente estaba bloqueada. Mis recuerdos eran eclipsados por las cruentas imágenes de aquel día en el restaurante. Era cierto, ya lo había visto matar antes, pero esta vez había sido distinto. Esta vez había sido asesinato, él se ensañó, no escatimó en su crueldad.

Esta vez él lo disfrutó.

Amane se esforzaba por hacerme hablar, por distraerme, incluso intentaba hacerme sonreír. No lo lograba. Comenzaba a pensar que mi tristeza se le estaba contagiando. Sus ojos ya no brillaban como antes.

Si tan sólo pudiera estar con Lucy. Ella solía ser la que me recogía del suelo en momentos como éste. Ahora no estaba y debía ponerme de pie por mí misma, pero no quería.

Sólo quería dormir y olvidarme de todo.

Llamaron a la puerta, aún era temprano para que trajeran el almuerzo. Mi corazón se agitó.

―Señora, el amo Illumi ordenó que nadie de la familia se acerque a la señorita Libertad ―dijo Amane, intentando evitar el ingreso de Kikyo a la habitación.

Me incorporé, expectante.

―¿Acaso me estás dando órdenes en mi propia casa? ―cuestionó, con evidente irritación.

―No-no, ama Kikyo, jamás osaría hacer algo así, es sólo que el amo Illumi...

―Soy la señora de la casa y mis órdenes son absolutas. No me hagas repetirlo.

Haciendo una reverencia, Amane la dejó pasar. Apenas dio unos pasos en el lugar cuando soltó un espantoso grito:

―¡No lo hagas!

Ambas nos sobresaltamos.

―Déjalo en la mesa donde pueda verlo —ordenó luego.

Cabizbaja, Amane dejó su teléfono en una mesa frente a ella. Conforme, Kikyo caminó hasta quedar frente a mí. Me observó de pies a cabeza.

―Te ves lamentable, peor que la primera vez que te vi.

No había lástima o compasión en su voz. Quizás regocijo, por comprobar que ella había estado en lo cierto al final.

―No sé qué vio mi hijo en ti. Si no me hubiese dicho que no eres usuaria de Nen, pensaría que lo estás controlando con alguna técnica magnífica.

La aflicción en el rostro de Amane era evidente. Parecía que las palabras de Kikyo la herían más que a mí.

―Ni siquiera eres atractiva como para suponer que está interesado en tu cuerpo. Incluso, si fuera eso, él está entrenado para resistir ese tipo de tentaciones. Definitivamente, no logro entender qué es lo que le pasa. —Se sentó en la cama, abanicándose con pesar.

―Si le sirve de consuelo, yo también me lo he preguntado muchas veces.

―Pues no me sirve. En este momento me interesan más tus motivos para estar con él. Obviamente es el dinero ¿Cuánto quieres para desaparecer de nuestras vidas para siempre?

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora