VI- Primer día.

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—Mira eso, se están comiendo viva a la nueva —comentó un chico de cabello rosa mientras comía una barra de cereal; número 12.

—Mira eso —respondió el chico a su lado—. Mira cuánto no me interesa.

—Ey, Len —habló uno de los guardias para llamar la atención del susodicho. 

—¿Sucede algo? —preguntó volteando a ver al guardia que lo llamaba. 

—Ve a ayudar a la chica. 

—¡¿Qué?! —exclamó con sorpresa y disgusto, provocando la risa en su compañero que comía aquel dulce. El guardia frunció el ceño con rudeza y se acercó al muchacho. 

—Ya me escuchaste, serás su guía. Te encargarás de orientarla, mostrarle el lugar, llevarla a su habitación y enseñarle las reglas —explicó el guardia mirando con seriedad al muchacho. Sacó una pequeña libreta de su uniforme y se la entregó al joven, quien rápidamente leyó lo que dentro de esta se encontraba escrito.

En las hojas se encontraba toda la información respecto a la nueva, así como su número e instrucciones que él, como su guía, debía seguir.

—¡Pero yo no quier..! 

—¡Hazlo! —gritó con autoridad el guardia. El chico lo miró con coraje, pero se lo tragó e hizo una reverencia para encaminarse directo a la chica. Su andar fue seguido por la mirada divertida de su compañero y la del guardia que recién le había gritado.

—Maldita niña mocosa, a buena hora vienes a aparecer. —Maldecía entre dientes mientras se acercaba más a la revuelta que se había armado frente al elevador. Guardó la libreta en uno de los bolsillos delanteros de su pantalón y resopló.

En cuanto logró llegar al tumulto de gente que rodeaba a la rubia, los chicos volteaban a mirarlo y detenían sus comentarios mirándolo a él con sorpresa y curiosidad. Len por su parte torcía los ojos o empujaba a algunos que le impedían el paso correctamente.

—Oye, niña —habló el muchacho, estando al centro de aquel círculo de gente y mirando a la chica que se abrazaba a sí misma frente al elevador, sin mirar a nada ni nadie. 

La pequeña rubia no respondió y ni siquiera parecía escucharlo, pues se mantenía empeñada en seguir su gimoteo. El joven frunció el ceño con desconcierto y miró a sus costados, observando cómo el resto de sus compañeros lo miraban con curiosidad, incluso con asombro.

—Te estoy hablando —pronunció esperando que la chica lo mirase o mínimo cesara su llanto—. Oye. —Lo intentó una vez más. 

—Olvídalo, no podrás con ella —comentó uno de sus compañeros, el de cabello azul. Len volteó a mirarlo inmediatamente con algo de molestia—. Uy, solo decía. 

El chico retrocedió y Len resopló molesto por las palabras de su compañero, parpadeó un par de veces antes de mirar una vez más a la joven.

—Vamos rubia, levántate —pidió tratando de obtener su atención y alzando un poco su tono de voz. 

Comenzaba a impacientarse por la actitud tan vulnerable y débil que mostraba aquella niña. 

—¡Cállate y déjame en paz! —gritó la joven sin alzar la vista y el resto de presentes hizo bulla. Len arqueó una de sus cejas con indiferencia y cambió su semblante a completa seriedad.

El resto de sus compañeros, al ver la escena, comenzaron a murmurar divertidos por el atrevimiento de la chica. 

—Te he dicho que te levantes —habló con seriedad el joven rubio, tratando de mantener la compostura. 

Rotura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora