XXVI- Mal carácter.

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—¡Len, vamos a desayunar! —gritó Rin con euforia mientras deslizaba con fuerza la puerta de la habitación del rubio.

—Rin, toca —pidió mientras, sin inmutarse por la atenta mirada de Rin clavada sobre su pecho, terminaba de colocarse la playera.

—Tú nunca tocas —rezongó cruzando los brazos.

—Yo soy yo —respondió y salió de la habitación con la chica tras él.

Al pasar a un lado de Rin, ella sonrió con alegría. Ya lo tenía más que claro, el aroma, la voz, los labios, el cuerpo e incluso el mal humor de Len le gustaban, demasiado.

—¿Ya me dirás cuál es tu número y por qué no te llaman por él? —preguntó con curiosidad mirando atentamente al chico.

—Ya te dije que no, eso no te incumbe —respondió el rubio con brusquedad.

—¿Por qué? Yo te he contado sobre mi pasado —objetó Rin.

—Tú me contaste porque quisiste, no porque me interesara.

Rin sintió un frío calar su pecho repentinamente y desvío la mirada. De nuevo Len lo había conseguido, se sentía inferior.

—¿Quieres jugar basquet después del desayuno? —preguntó intentando alivianar el ambiente caminando a un lado del joven que, de nuevo, hacía lo posible por dejarla atrás.

—¿Ejercicio después de comer? No suena mal —respondió con sarcasmo y apresuró el paso para dejar atrás a la rubia.

—¿Te pasa algo? —preguntó Rin en voz baja, comenzaba a sentirse insegura.

—Solo deja de estar sobre mí, me molestas —soltó Len con fastidio y aceleró el paso sin siquiera mirarla.

Rin suspiró con desánimo y decidió caminar más despacio para dejar que el chico se apartara. No lo entendía, Len la había besado y parecía que lo que sentía era correspondido de igual manera, pero cada que trataba de acercarse más, el otro parecía querer alejarse el doble.

De nuevo la miraba con desprecio, la trataba con indiferencia y hacía lo posible por alejarse.

—No lo entiendo —musitó para sí misma con la cabeza gacha mientras caminaba a la cafetería.

—¿Qué no entiendes? —preguntó alguien colocándose a su lado.

Rin se sobresaltó levemente y volteó con brusquedad. Sonrió cálidamente al ver al chico a un lado de ella.

—Oliver, me asustaste —dijo mientras exhalaba sutilmente.

—Lo siento, pero te vi tan desanimada que tenía que hablarte —habló con voz dulce—. ¿Pasa algo?

—No, no es nada —respondió Rin con tranquilidad sin detener su caminata.

Oliver era un chico tranquilo y sumamente cálido, sin embargo, ella no consideraba correcto hablar sobre lo que sentía con nadie.

—¿Segura? —preguntó Oliver mirándola, una mirada llena de comprensión.

Y no por desconfianza hacia el joven o el resto de sus compañeros, sino por que le parecía que no tenía nada a su favor. Len la hacía sentir un cero a la izquierda.

—Segura —insistió y sonrió.

—¡Oliver, ven aquí! —vociferó número 32 desde una de las mesas de la cafetería recién ambos habían entrado a esta.

Rin miró con ternura a Dell sentado en una de las mesas del centro con un par de charolas de comida ya servida.

—Lo siento, debo irme —dijo Oliver comenzando a caminar en dirección a Dell—. Que estés bien, linda rubia.

Rotura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora