XLIII- Pequeño pasado.

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Entraron a la habitación a toda prisa, evitando por el camino mostrar la herida sobre su hombro. Una vez se vieron solos, Rin cerró rápidamente la puerta de la habitación y se acercó al rubio, quien cubría aún su herida con cuidado para no lastimarse más.

—Déjame ver —pidió arrodillándose frente al cuerpo de su emparejado que se había sentado sobre la cama. Len torció la boca y descubrió su herida.

Rin miró su hombro con angustia, posó sus manos sobre el rostro de Len y acarició con delicadeza sus mejillas, rosando levemente el labio partido e hinchado que ahora tenía.

—Oye, estoy bien, tranquila —dijo para intentar apaciguar la tristeza que reflejaban los azules ojos de su compañera. Rin alzó la vista para verlo y Len le sonrió, le acarició levemente la mejilla y besó su frente.

—Hay que ir a la enfermería —propuso—. Puede infectarse.

—Rin, ahora no es buen momento —objetó—. Si me ven así se preguntarán qué me... —Y unos golpes en su puerta interrumpieron sus palabras.

Ambos se miraron un momento y luego la puerta—: Entra —pidieron al unísono.

—Perdona, Len —habló IA y entró. Ambos chicos la miraron entrar a la habitación con sorpresa mientras ella estaba evidentemente apenada.

IA se acercó hasta quedar de pie frente a Len y, sin preguntar o explicar, se limitó a agachar su dorso levemente para posar la mano sobre el hombro quemado de Len. Este soltó un leve quejido al momento y miró el techo.

—Será solo un minuto —informó la niña y Rin miró de nuevo aquel vívido fulgor emanar de su mano, Len cerró un poco fuerte los ojos y apartó la mirada. Aunque lo estuviera sanado, dolía el proceso.

Rin miraba maravillada las acciones de IA y cómo poco a poco la herida de Len se iba desvaneciendo al igual que la de la pequeña mano de la niña, que estaba ya completamente intacta, exceptuando una tenue cicatriz.

Ella la admiraba, admiraba su único y genuino poder de dar salud y vida.

—Está hecho —avisó la chica y apartó la mano del cuerpo del joven. Rin entonces se acercó y miró aliviada su hombro completamente ileso, exceptuando una leve cicatriz similar a la de la mano de IA.

—Fantástico —susurró Rin y pasó con delicadeza su dedo índice sobre el hombro de Len.

—IA —llamó él al ver que esta se dirigía a la puerta sin más—. ¿Estás bien? —preguntó angustiado—. ¿Te lastimaron?

La chica se detuvo al llegar a la puerta y volteó ligeramente—: Estoy bien, no te preocupes —respondió y por fin alzó la mirada sonriendo—. También lamento la actitud de Rei, él no tenía que...

—No te disculpes —interrumpió Len—. La disculpa no tiene que ser tuya y entre tú y yo no pasa nada.

IA asintió y dirigió la vista hacia Rin—: Lo siento, Rin. Debí interferir desde un principio en vez de limitarme a observar.

—No te preocupes —respondió la rubia sentada ahora en el suelo—. Entiendo que te pasmaras.

—No es eso —replicó bajando la vista hacia el bolso rosado que siempre cargaba entre sus manos—. A veces Rei logra asustarme —confesó tratando de disimular su vergüenza.

—¿Tu propio emparejado te asusta? —cuestionó Rin conflictuada con su confesión. Es decir, ¿cómo era posible? Si el emparejamiento surgía por una especie de atracción mutua.

Se supone que el emparejamiento debía ser algo bueno y, aunque fuera como en el caso de Kaito y Luka que no se llevaban del todo bien, terminaban compaginando al final. Pero por el rostro y sentimientos que IA parecía emanar, le hacía pensar que su emparejamiento con Rei le era una tortura.

Rotura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora