XLVI- Líder.

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Rin se encontraba acostada boca arriba sobre la cama, miraba detenidamente el techo de metal y, pensando un poco, volteó a ver a su amiga que buscaba algunas cosas en la cajonera. 

—Miku, ¿qué buscas? —La chica de largo cabello turquesa se enderezó y lanzó hacia ella su ropa. 

—Nada realmente, solo pierdo el tiempo —respondió. Rin, con los ojos entornados, retiró lentamente la prenda que su amiga le había lanzado en la cara y la miró. 

—¿Acaso estás ansiosa? —preguntó divertida. Miku volteó a verla exasperada, estaba sudando de la frente y respiraba rápidamente. 

—¡Sí, estoy muy ansiosa! —explicó molesta. Rin la miró divertida y se echó a reír sobre su cama, Miku la miraba ofendida—. ¿Qué demonios te da tanta risa? —cuestionó. 

—Miku, debes calmarte —pidió la rubia volviendo a sentarse y recuperar su compostura—. Dime qué es lo que te tiene tan ansiosa. 

Miku entonces la miró con molestia y estalló. 

—¿Estas loca o ciega o tonta? ¡Me mantiene ansiosa el no saber qué les están diciendo y cómo nos prepararán! —respondió abruptamente—. Me causa ansiedad pensar que si fallamos ellos lo pagarán.

Consecuencias. Era verdad y hasta ese momento Rin se detuvo a pensar, ¿cuáles serían sus consecuencias si llegaban a fallar? Además de una inminente guerra, le aterraba la sola idea de pensar que quizá los líderes serían los únicos que tendrían que pagar el fracaso.

—No fallaremos —dijo decidida la rubia.

—¡Ya! Mejor no hablemos de eso y despejémonos, no pensemos más —ordenó Miku y agitó la cabeza.

Por un momento Rin la miró divertida, hasta que de la nada, Miku creó un trozo de hielo y comenzó a morderlo con afán. 

—¿Qué haces? —preguntó Rin desconcertada.

—¡Estoy ansiosa! ¡Esto me calma! —explicó molesta. 

—¿Para liberar tu ansiedad te atascas de hielo? —preguntó extrañada mirando las mejillas de su amiga, llenas de hielo.

—¿Se te ocurre algo mejor? —habló con la boca llena. Rin lo meditó un segundo y miró de vuelta a su amiga. 

—No, sigue comiendo. —Miku asintió y creó un trozo de hielo frente a Rin, esta lo tomó resignada y le dio una gran mordida. Angustiarse no le serviría de nada y trabajaba todo lo posible en su mente y cuerpo para solucionarlo, aunque sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarlo.

Y sin decir mucho más las chicas se dedicaron a masticar hielo por al menos cinco minutos, claro que Rin lo hacía entre pausas porque no quería sentir un fuerte dolor en la cabeza, pero Miku lo hacia sin parar. 

—¿Acaso no sientes frío? —preguntó sorprendida mirando a su amiga devorar mordida a mordida cada trozo, Miku negó con la cabeza. 

—Jamás en mi vida he sentido frío, eso no existe para mí —aclaró, Rin asintió. 

—Qué curioso.

—Ya pasó mucho tiempo —señaló Miku y miró su reloj de pared. 

Había pasado ya una hora y media desde que los líderes de los seis equipos habían ido al auditorio para recibir nuevas órdenes e información, donde en todo ese tiempo ellas no podían hacer nada más que esperar. Y aunque fueron de fisgonas a intentar escuchar algo detrás de la puerta, no pudieron conseguir nada.

Rin resopló, tomó una de las almohadas que tenía su amiga sobre la cama y la apretó.

Justo cuando abrió la boca para hablar, la puerta de la habitación se deslizó y Fukase apareció—: Miku, ven conmigo. 

Rotura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora