XXXVII- Detalles.

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—Ya, ya —susurraba Len con voz tranquila—. Estarás bien —hablaba tratando de consolar a la chica.

—No me siento bien —murmuró la rubia antes de inclinarse de nuevo sobre el contenedor.

—Pasará, mocosa —contestó el rubio mientras acariciaba suavemente su espalda.

Len recogió un poco el cabello de la chica para que esta no se ensuciase y, mientras el ruido de sus arcadas era opacado por el resto de murmureos en el pasillo, miró con sigilo el movimiento de los guardias. No sabía por qué ni qué era exactamente, pero desde que volvieron a entrar al centro, le parecía que había algo extraño; como si supieran o les ocultaran algo.

—Len —habló Rin con la voz seca e inmediatamente este regresó la vista hacia ella—. Ya me siento mejor. 

—¿Segura? —preguntó Len, desconcertado por el repentino cambio de actitud de la otra. Rin le asintió y tomó su mano para levantarse de donde estaban sentados—. Pero Rin, estuviste expuesta demasiado tiempo. 

Debido a los anteriores acontecimientos en la cafetería, más de uno de los reclutados se vieron afectados. Debido a la aturdición provocada por la frecuencia del grito de Maika, varios de ellos sufrieron fuertes mareos, vómitos, pérdida del conocimiento e incluso de la audición. 

—Sí —afirmó—. Solo necesito lavarme. 

Len, aún no muy convencido, asintió y comenzó a levantarse aún sujeto de la mano de Rin. Ambos dieron un último vistazo a sus compañeros que se encontraban sentados esperando su turno para asistir —más por obligación que por gusto o necesidad—, a una consulta médica para ser atendidos y, en el caso de ser necesario, recetados o sanados. 

—¿A dónde van? —preguntó de golpe un guardia con uniforme gris que, de manera imponente, se plantó frente a ellos en cuanto percibió su intención de salir de la fila. 

—A nuestras habitaciones —respondió Len de la misma manera, mirándolo con recelo y de manera desafiante. 

—¿Y quién se los ha ordenado o siquiera permitido? —volvió a preguntar, esta vez con burla. 

—Ya me siento mejor —intervino Rin en el momento en que sintió la ira de Len arder en su cuello. Inmediatamente tiró de la mano del chico y lo jaló hacia atrás para quedar ella entre ambos hombres—. ¿Será posible que nos retiremos a nuestras habitaciones? 

El guardia analizó a la chica de pies a cabeza con detenimiento y luego miró a Len quien, escrutando, seguía cada uno de sus movimientos sin siquiera parpadear. El guardia alzó una de sus cejas en un ademán hacia Len, quien al verlo, desvió la mirada con fastidio. 

—Bien —soltó el guardia para dirigirse al rubio; giró su cuello a los costados para tronarlo y enderezó su posición—. Seguirán aquí esperando y serán atendidos como el resto de sus compañeros. Es una orden.

—Pero ya me siento mejor —replicó la rubia—. No es necesario que me atiendan, estoy segura de que me encuentro bien. Además, fui protegida —añadió y volteó a ver fugazmente al rubio tras ella. 

—Sí, claro —contestó el guardia con sorna—. Tú estás bien, ¿pero qué hay de él? —preguntó y ambos voltearon a ver al rubio; fue entonces cuando la rubia lo miró con sorpresa y un poco de susto.

—Me dijiste que te sentías bien —reprochó Rin mirándolo con molestia. Len inmediatamente frunció el ceño de manera agresiva e incluso retrocedió un paso. 

—¿De qué hablas? Estoy bien —respondió. En ese momento el guardia empujó a Rin hacia la derecha para abrirse paso y encararlo, Len miró con sorpresa el gesto del otro y, aunque luchó con todas sus fuerzas por negarlo, no puedo ocultar el hecho de que se sintió intimidado por el semblante tan imponente y hosco que el guardia frente a él le inspiraba. 

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