—Vaya, creo que tenemos una chica impulsiva aquí —comentó mientras, de la bolsa de su camisa, sacaba un cigarrillo y lo encendía—. Diré que lo dejaré pasar por ser nueva en la institución, sin dejar de recordarte que de contestar así de nuevo, podrías ganarte una buena remienda.
Yo miré atenta cómo exhalaba el humo del cigarrillo y jugué con los dedos de mis descalzos pies. Él volteó a verme y rió un poco.
—Tranquila, no pasa nada —añadió al ver mi comportamiento—. Ya te educaremos —aclaró con un tono de voz tan gélido y una mirada tan severa, que hizo a mis vellos erizarse.
El hombre se levantó de la silla de su escritorio y se dio la vuelta para tomar una bolsa que estaba hasta arriba del estante.
—Eres la chica más grande en ser reclutada, por lo cual espero que entiendas y te adaptes más rápido. —Dejó la bolsa frente a mí en el escritorio y volvió a tomar asiento.
A pesar de que había una silla detrás de mí, jamás tomé el lugar.
El hombre no pareció preocuparse por mí y me indicó con la mirada mirar el contenido de la bolsa. Yo me incliné un poco para verla y noté que dentro de ella había una especie de uniforme; alcé mi mirada y vi al sujeto frente a mí con duda.
—Es un pantalón y una sudadera que usarás por el momento y hasta que te ganes nueva ropa —explicó—. En un momento te llevarán a la estancia principal y te asignaremos un guía.
—No entiendo nada —susurré.
—Paso a explicarte —respondió—. Estás en el centro de reclutamiento del Oriente. Aquí convivirás con cerca de cincuenta chicos más que comparten tus mismas características.
Lo que intentaremos aquí es que tu rotura sane y desarrolles tus habilidades para poder entrenarte e investigarte.Se tomó un momento para darle una calada más a su cigarro y exhalar el humo; todo sin apartar su imponente mirada de mí en ningún momento.
—El lugar tiene una sección para entrenar, un campo deportivo, aulas para impartirles algunas lecciones; una estancia principal donde pasarás la mayoría del tiempo con el resto de los reclutados, una cafetería y por supuesto, un área específica para los dormitorios. ¡Ah, claro! Y una tienda para comprar algunos objetos que no se te imparten por norma.En ese momento se levantó para acercarse a un gabinete y tomar de este un recipiente rectangular de plástico color azul que tenía unas bolsas dentro.
—Por disciplina se te despoja de todo objeto que puedas traer de tu antiguo hogar —explicó mientras dejaba frente a mí el recipiente con las bolsas dentro—. Sin embargo, siempre permitimos que conserven alguna cosa, cualquiera, pero solo una.
Por curiosidad me acerqué a mirar dentro del recipiente colocando mis manos sobre la mesa. Dentro de las bolsas estaban mi pijama y el resto de cosas que me había quitado en el consultorio. Quizá deba conservar mis pantuflas.
—Aunque veo que ya has elegido tu objeto —afirmó tocando suavemente el listón sobre mi muñeca. Yo en respuesta alejé rápidamente mi mano—. Entonces supongo que no vas a cambiarlo.
—No. Quiero conservar esto —respondí decidida. Él me asintió y retiró el recipiente frente a mí.
—Realmente no entiendo porqué la mayoría de ustedes escogen cosas tan materiales —comentó guardando la caja en el estante—. Si fuera por mí, no les permitiría quedarse con nada. —Resopló tirando golpeando levemente el cigarrillo con su dedo índice para tirar su ceniza sobre la mesa—. Pero el psicólogo insistió y no nos quedó de otra.
Al terminar de decir aquello volvió a sentarse frente a mí y arqueó una ceja mirándome. Yo lo miré de igual manera a los ojos y así nos mantuvimos unos minutos. Yo estaba molesta y quería dejárselo bien en claro, pues él se mostraba demasiado indiferente.

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Rotura.
Hayran KurguNuestras mentes y cuerpos son, sin duda alguna, un misterio. Nunca previmos cómo ni cuándo, pero sin esperarlo, esto pasó. Estos niños son diferentes, son poderosos, son inmaduros y no saben controlarse. Afortunadamente nos hemos dado cuenta de esto...