—Maldición —murmuró con malestar aquel muchacho y, haciendo desaparecer aquel fenómeno de su mano, pasó a sujetar con ambas manos su cabeza y se agachó un poco.
Una clara mueca de dolor adornaba su rostro.
Yo en cambio aproveché y traté de alejarme aún más de él, miraba atentamente todas y cada una de sus acciones, alerta a cualquier movimiento que hiciera. Aunque estaba claro que algo extraño le pasaba, no significaba que algo bueno podía continuar.
De pronto él dejó de quejarse para comenzar a reírse levemente, poco a poco dejó de temblar y lentamente fue enderezándose. Era evidente que esta persona tenía un gran problema y una muy extraña personalidad, pues su risa no era para nada común.
—Está bien, está bien —susurró volviendo a la situación—. Usted sale vencedor esta vez, señor —añadió y metió su mano a una de las bolsas de la sudadera. De esta sacó algo con forma ovalada y de un color negro, que le lanzó al encolerizado hombre.
Este en seguida hizo todo lo posible para atraparlo y miró al muchacho con resentimiento. El chico lo miró divertido y rodó los ojos dando la vuelta.
—Un simple trozo de obsidiana no vale todo este alboroto —siguió con desinterés y pasó a mirarme; su rotura había desaparecido por completo—. Procura nunca estar en medio de una pelea, niña —agregó mirándome con seriedad y de pronto su nariz comenzó a sangrar.
—Tu nariz... —susurré tiritando, aún en estado de shock por todo lo que acababa de pasar. Él en seguida tocó bajo su nariz, miró en las yemas de sus dedos el rastro de sangre y se cubrió con el dorso de su mano.
—Maldita sea —murmuró con aparente coraje y, de la nada, desapareció.
Y literalmente desapareció porque no corrió, no caminó, ni siquiera saltó o se escondió, no. Desapareció justo frente a mí y no dejando nada más que un extraño viento en cuanto se fue.
—¿Teletransportación? —pregunté para mí misma mirando hacia el frente. Estaba impactada por lo que acababa de ver.
Fueron demasiados sucesos, pensamientos y emociones en cuestión de minutos, dejándome abrumada y boquiabierta. En realidad estos chicos existen, el gobierno sigue reclutando y, aunque luche a muerte internamente por evadirlo, no puedo ignorar más el hecho de que quizá yo soy uno de ellos.
Mirando el suelo, inconscientemente acaricié mi ojo derecho por encima del parche. Mi estómago tiene un nudo y en mi mente puedo escuchar mi propio caos gritando que soy igual a ellos, rogando por evadir la verdad y al mismo tiempo aullando de terror por la sola idea de ser separada de mis padres.
No podría, simplemente no podría tolerar algo así y ni siquiera puedo imaginármelo.
Pasaron un par de minutos para que la gente volviese a moverse y despejarse de lo sucedido; poco a poco fueron alejándose de la escena murmurando cosas sobre mí y lo que acababa de pasar. Y mis padres, una vez procesada la sorpresa, se dirigieron corriendo a mi lado para atiborrarme de preguntas.
Yo respondí a todas y cada una de ellas de manera dispersa, pues aún me encontraba bastante conmovida por todo lo que acababa de pasar. Ese chico tenía una rotura como la mía y peor, tenía esas habilidades que, hasta hace escasos quince minutos, yo pensaba que eran una farsa.
—Pueden venir por mí —pensé antes de bajar la mirada y romper en llanto desconsoladamente. Ahora más que nunca era inminente el peligro bajo el que me encontraba.
—Tranquila, mi niña. No dejaremos que nada te pase —susurró mi madre con cariño; acarició mi espalda y secó mis lágrimas.
—Siempre te protegeremos, Rin —añadió mi padre acariciando mi cabello y yo me lancé a abrazarlo con temor.
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Rotura.
FanfictionNuestras mentes y cuerpos son, sin duda alguna, un misterio. Nunca previmos cómo ni cuándo, pero sin esperarlo, esto pasó. Estos niños son diferentes, son poderosos, son inmaduros y no saben controlarse. Afortunadamente nos hemos dado cuenta de esto...