XXVII- ¡Vete!

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La rubia abrió con rapidez la puerta de su habitación y se echó boca arriba a su cama. Estaba furiosa y con unas terribles ganas de romper cualquier cosa.

—Estúpido —masculló con ira mientras daba una patada al aire.

Aunque no lo pareciera, Rin escondía un carácter serio, frío y duro de corroer.

—Espero que no hables de mí —dijeron desde la puerta. Rin inmediatamente se enderezó para mirar al dueño de la voz, que no hizo sino molestarla aún más con su presencia.

—Claro que hablo de ti, idiota —escupió con ira mirando al rubio que deslizaba la puerta de la habitación tras de sí.

—¿Tanto valor tienes para hablarme así? —preguntó divertido intentando jugar.

—Cierra la boca y lárgate de aquí —ordenó con voz gélida—. No quiero verte.

—¿Qué te pasa? —preguntó ahora terriblemente desconcertado y sorprendido. Nunca había escuchado en Rin ese tono ni manera de hablar.

—Y todavía preguntas, estúpido —respondió mientras volvía a echarse a su cama y miraba el techo.

—Rin, ¿qué sucede? —preguntó de nuevo acercándose a la cama, donde se sentó a la orilla de ésta e intentó tomar la mano de la rubia, sin embargo, algo se interpuso.

Un fuerte viento pareció salir de la nada y lo golpeó con fuerza logrando tirarlo de la cama. Un quejido salió de sus labios después de caer abruptamente al suelo.

—¡Ey! ¿Qué te pasa? —reprochó levantándose inmediatamente y mirando a la rubia con sorpresa.

—Te dije que te fueras —contestó alzando los hombros con indiferencia.
—¿Ah, sí? —Len miró el perímetro de la cama rápidamente e hizo aparecer su rotura izquierda.

Señaló el colchón de la chica y una onda de color gris salió de su dedo rápidamente, onda que se fue expandiendo, chocó con el colchón y logró hacerlo brincar bruscamente. Rin cayó de bruces al suelo.

—¡Idiota! —gritó mirándolo y en seguida lanzo una ráfaga de viento al rostro del chico.

El rostro de Len volteó hacia un costado de golpe, dejándolo completamente perplejo. Aquella ráfaga fue lo más similar a una bofetada.

—¡Salte de mi habitación! —ordenó la rubia—. ¡No te quiero!

Len enderezó lentamente el rostro, su mejilla estaba roja y su mirada oscurecida por la ira. Él había ido en paz a intentar hablar con ella, a intentar acercarse y quizá, hablar respecto a algunas emociones que ella le causaba; por lo cual, al ser recibido de aquella manera y sin considerar sus absurdas y groseras actitudes frente a Rin, no hallaba el porqué de su actitud. Vaya chico.

Len no tomaba en cuenta sus acciones pasadas y Rin ya no iba a tolerarlo más. Sorprendentemente, Len había logrado agotar su divina paciencia.

—Deja de gritarme —pidió con voz gélida.

—¡No! ¡Te mereces esto y más!

—No quiero volver a pelearme contigo —habló entre dientes tratando de contenerse.

—Perfecto. Entonces no volverás a tener nada de mí.

—¡No digas estupideces! —vociferó. Esas palabras habían calado en su pecho y le causaron un inmenso terror—. ¡Deja de actuar como una niña! ¡Madura un poco!

Rin lo miró con seriedad y se levantó con calma, lentamente se fue acercando a Len mirándolo a los ojos con frialdad. Al estar frente a él, lo tomó de las mejillas con una sola mano de manera tosca y lo obligó a agachar el rostro para mirarla.

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