¿Navidad?

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Se removía en su cama con suavidad, a pesar de no tener la misma comodidad ni calidez de su característico hogar, logró dormir plácidamente y todo gracias a un hermoso sentimiento de emoción y felicidad. Pero poco le duró el gusto, ya que como todos los días desde que Len le había conseguido aquel bendito despertador, sonó sin chistar a las seis quince de la mañana. 

—Ahora no —murmuró con molestia una vez el aparato comenzó su fuerte y estruendosa melodía sobre su escritorio—. No, te odio. 

Se dio la vuelta sobre su cama y se cubrió completa con la cobija para intentar ignorar el estridente sonido, no tenía ganas de levantarse y menos tan temprano. Estaba cansada, tenía ojeras e incluso un leve dolor en los costados de su cabeza, no había podido dormir sino hasta las cuatro de la mañana. 

¿Pero por qué mierdas se durmió tan tarde si sabía que su rutina era levantarse a las seis quince de la mañana todos los días? Simple. La niña no pudo pegar ojo en toda la madruga debido a su fuerte emoción e intriga. 

24 de Diciembre.

Ese Lunes era un bendito 24 de Diciembre o, en su inocente vocabulario, navidad. Y sí, ella conocía su realidad de estar ahora encerrada en el centro y de que quizá, ninguno de sus compañeros conociera o siquiera le interesara una pizca de oxígeno la navidad, sin embargo, para ella era una fecha importante, le traía recuerdos cálidos, la hacía sentir una persona normal. 

Así que, y sin poder evitarlo, pasó toda la noche hasta la madrugada pensando en qué podía hacer ese día en compañía de sus contados amigos para hacer el día un poco especial. Puede que saliera muy mal o puede que se llevara una gran sorpresa. 

Aunque muchas cosas y factores jugaban en su contra, ella se mantenía animada. O eso era hasta que el despertador sonó, dejándola tan solo con un par de horas de sueño encima.

—¡No! —chilló una vez más al entender que, por mucho que intentara, aquel irritante sonido no pararía de sonar y que, si tardaba mucho tiempo en apagarlo, Len seguramente entraría por la puerta dispuesto a golpearla con lo que sea que se le cruzara en frente—. Pues ya qué. 

Se destapó con brusquedad y se levantó de la cama dando fuertes pasos hasta llegar a su escritorio, donde miró con ira el desgraciado aparato y, con fuerza, lo golpeó para apagarlo. Por un momento sintió ira correr por sus venas, pero rápidamente se reinventó. 

—No importa, no importa —susurró para sí misma, dejando atrás el mal humor—. ¡Hoy será un gran día! —aseguró con alegría y se estiró un poco. 

—Rin, ¿ya te levantaste? —Escuchó una voz detrás de ella. Cuando volteó, miró a Len que recién había deslizado la puerta y se asomó discretamente. Al verlo casi pega un brinco, ya que el joven ya se encontraba aseado y vestido decentemente. 

¿Acaso ese hombre no dormía?

—¡Estoy despierta! —contestó con entusiasmo y saltó. Len la miró arqueando una ceja y se fue cerrando la puerta de nuevo sin decir nada más, Rin lo miró marcharse con una enorme sonrisa plasmada en el rostro y una vez más habló—. ¡Y así comienza el día! 

Dio la vuelta y entró a su baño dispuesta a darse una ducha. Debía ir rápido a la tienda a comprar algunos obsequios para sus amigos y ya sabía exactamente qué regalarle a cada uno, incluso tenía algo de cinta y un papel con dibujos que ella mismo hizo para envolverlos.

¡Sería un día genial!

—Que pésimo día —murmuró aburrida mientras se hallaba sentada en el comedor central de la cafetería.

Desde las ocho de la mañana salió de su habitación para felicitar a todos y darles un abrazo, pero todos, al verse abrazados o escuchar sus felicitaciones, la miraban como un bicho raro. 

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