XIV- Minuciosa.

507 76 30
                                    

Miraba la tierra bajo sus pies, la tomaba entre su puño y luego la dejaba caer lentamente. Después miró a través del techo de cristal las esponjosas nubes circular con total libertad y suspiró cansada.

Era un día hermoso.

—¡Que no! ¡Ya estoy harto de este maldito y detestable lugar! ¡Quiero salir de aquí! —Escuchó que gritaron y alzó la vista preocupada. 

Mas allá, quince metros más lejos de ella, un chico de corto cabello cenizo y tez pálida estaba gritando mientras golpeaba y lanzaba todo a su alrededor. 

—¡Suficiente! —vociferó un guardia y en seguida, junto con otro más, comenzaron a someterlo con brutalidad. 

Rin miraba expectante el alboroto que armaba y cómo sus amigos tras él lo miraban con preocupación. A un costado de ella, escucho a un par de chicas murmurar. 

—¿Es Kyo? 

—Sí. Pobre, seguramente lo arrestarán. —¿Pero qué le pasaba a ese chico? Rin miraba atentamente a esas chicas y lo que querían decir, hasta que una voz la sacó de sus pensamientos.

—¿Me pasas la pelota? —gritó número 6. Rin miró la pelota de voleibol rodando hasta llegar a sus pies y la pateó de regreso.

Esa mañana le había apetecido algo de aire fresco, quería salir, sentir la brisa y el sol sobre su piel, así que se dirigió hacia la zona deportiva del lugar.

Para su desgracia, esta sí que se hallaba en el exterior, sin embargo poseía paredes a todo el perímetro que impedían ver hacia afuera y un techo de cristal para poder admirar el cielo. Estaba en el exterior, pero no entraba el viento, el sol, los sonidos ni aromas.

Vaya lugar.

El área era prácticamente un club deportivo. Poseía una pequeña cancha de tenis, fútbol americano, fútbol soccer, voleibol e incluso basquetbol; un pequeño gimnasio y áreas verdes.

El lugar era solo lo suficientemente grande y abastecido para entretener mínimamente a los reclutados.

—¡Rin, estás aquí! —chilló Miku apareciendo.

—Sí 4, estoy aquí. —Miku la miró de mala manera y cruzó los brazos.

—No me llames así, tengo nombre —reprochó.

—Lo siento —susurró y se inclinó levemente hacia un costado para poder ver detrás de ella.

En la zona deportiva, justo a la derecha de la cancha de voleibol, se encontraba un área verde con instrumentos de gimnasio donde cierto rubio se hallaba tendido en el suelo haciendo abdominales.

Está bien, quizá no tenía tantas ganas de aire fresco, quizá tenía pendiente de seguir al rubio. Desde hace dos días Rin se había convertido en su sombra. 

—Vamos, es hora de las lecciones —dijo Miku y la tomó del brazo para levantarla.

—¿Lecciones? ¿Qué lecciones? —preguntó confusa.

—¿Acaso Len no te ha dicho?

Rin desvió la mirada un momento. Puede que el rubio haya intentado un par de veces acercarse, pero ella siempre le rehuía. No quería saber nada más nunca de él, su mera presencia le causaba recelo.

—Pues... 

—Lecciones que nos imparten cada dos meses, todos los días, dos horas después de la comida —interrumpió Len acercándose. Tenía puesta una playera gris sin mangas, unos pantalones de tela negros, tenis blancos y una pequeña toalla alrededor del cuello. 

Rotura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora