XVIII- Anillo.

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—Número 42, ven aquí —ordenó uno de los guardias de la cafetería.

Rin extrañada miró a Len un momento, este la miró con indiferencia y siguió con sus labores de aseo.

—Acompáñame —siguió el guardia mientras caminaba fuera de la cafetería.

Rin miró a Len antes de caminar tras el guardia. El rubio se le acercó rápidamente y de la bolsa de su sudadera sacó aquella bolsita con el anillo que le había quitado desde un principio.

—Te estaré esperando en la estancia —dijo Len—. Apresúrate y obedece. —El joven apretó suavemente su mejilla—. Te va a doler, pero estarás bien.

Rin miró el anillo extrañada y Len la miró directo a los ojos sin decir nada más, le dedicó una última sonrisa y le mostró su mano izquierda con su anillo igual al de ella, puesto en su dedo índice.

—¡Rápido! —vociferó el guardia. Rin guardó el anillo en su pantalón y corrió para alcanzar al hombre.

—¿Sucede algo? —Se atrevió a preguntar a la espalda del hombre.

—Cállate y obedece —contestó sin mirarla. Rin pudo notar que de nuevo la guiaba por la estancia principal hacia el elevador. Rodó los ojos, ya sabía lo que venía o al menos lo suponía.

—Número 42 —dijo el hombre de cabello morado.

De nueva cuenta la habían llevado a uno de los consultorios médicos y el guardia la había dejado dentro del cuarto con aquel hombre; exactamente el mismo que la atendió al llegar.

—Debes traer contigo el anillo. ¿Verdad? —Rin asintió y sacó de su pantalón el artefacto que le pedía. El hombre lo tomó y lo puso a contra luz.

—¿Qué es eso? —preguntó con timidez. El hombre volteó a verla con seriedad.

—Uno de los mejores inventos para contenerlos —respondió y le extendió la mano derecha—. Soy Gakupo Kamui, jovensita.

Rin miró la mano del hombre con duda pero correspondió el apretón. Se sintió aliviada por saber su nombre, ya era la segunda vez que lo veía y aparentemente no sería la última.

—Por favor, siéntate en la mesa de observaciones —pidió mientras sacaba el anillo de la bolsa y de uno de los estantes tomaba algodón y una botella de alcohol.

Rin miraba al hombre con recelo, no sabía qué le haría o para qué la habían traído; no sabía qué era aquel anillo ni para qué funcionaba, pero se tranquilizó un poco al recordar que todos sus compañeros poseían uno igual.

—Bien, 42. —Gakupo volteó a verla y se le acercó. Tomó con delicadeza el dedo índice de Rin de su mano derecha y lo limpió con el alcohol—. Puede que duela un poco.

Rin frunció el ceño con desconcierto, Gakupo le colocó el anillo y este se ajustó a su dedo. De pronto sintió una fuerte punzada sobre su dedo, algo se había enterrado en este y se quejó con fuerza.

—Debes tolerarlo —ordenó mirando a la rubia. Los ojos de Rin estaban acuosos, el dolor en su dedo subía hasta envolver por completo su brazo y poco a poco llegar hasta su pecho.

—¿Qué es esto? —preguntó con la voz quebrada mientras que con su mano izquierda tomaba la derecha. El dolor era bastante profundo—. ¡Ya basta!

—Solo unos segundos más. —Rin se dejó caer hacia la izquierda sobre la mesa y cerró los ojos con fuerza. De a poco, y pasados unos segundos, sintió como el dolor iba apaciguándose.

Rin abrió los ojos despacio y dejó de jadear una vez que el dolor desapareció por completo. Su frente sudaba y su ritmo cardiaco luchaba por volver a la normalidad. Un dolor contundente pero veloz.

Rotura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora