III- Viaje largo.

609 80 30
                                    

Habían pasado cerca de dos horas desde que me habían subido a la camioneta y me habían alejado de mi hogar.

Los hombres que me habían apartado de mis padres eran quienes me acompañaban por todo el trayecto y no me habían dicho ni explicado nada de lo que ahora harían conmigo. Yo en cambio, no podía hacer otra cosa más que llorar en silencio.

Nunca volvería a ver a mis padres y eso ya era un hecho.

—Ten, bebe algo —propuso el señor que me acompañaba en la parte trasera ofreciéndome una lata de soda.

Yo lo miré con un poco de temor, pero sequé mis lágrimas y recibí la bebida. La abrí despacio escuchando como expulsaba el gas lentamente y le di un sorbo; era de uva.

—¿A dónde me llevan? —pregunté con miedo, pues llevábamos horas en la camioneta y esta, al tener los vidrios completamente negros, no me permitía ver hacia afuera.

—Serás transferida a un centro de entrenamiento —respondió uno de los hombres que se encontraban en la parte de adelante. El copiloto, me parecía.

Yo decidí no preguntar nada más y tan solo agaché la mirada. Inevitablemente mis parpados comenzaban a pesar y comenzaba a dormitar, hasta que sin darme cuenta, caí rendida.

—Oye, niña, despierta. —Sentí como me movían con algo de brusquedad y comencé a despertar de a poco. Al abrir los ojos me senté donde estaba y tallé mi ojo derecho.

Fue entonces cuando pude reconocer el interior de la camioneta que tenía ahora la puerta abierta y fuera de ella podía ver un paisaje algo desértico.

—Vamos, afuera —ordenó el hombre tomándome del brazo y sacándome de la camioneta. Yo me quejé un poco por esto, había sido algo brusco.

Estoy resignada a lo que pueda pasarme de ahora en adelante.

—Idiota, la lastimas —reprochó el hombre que venía conmigo en la parte trasera y le dio un golpe al otro en la cabeza.

—Por favor, ponte esto —mandó un tercer hombre, el mismo que había anunciado mi reclutamiento antes de salir de mi casa.

Me acababa de entregar una chamarra negra que tenía bordada la palabra "Oriente" con letras pequeñas color vino en la parte de enfrente, del lado izquierdo y justo a la altura de mi corazón.

—Así que esta es la nueva. —Escuché una voz femenina. Al alzar la vista vi a una mujer uniformada que llevaba consigo una mochila y me inspeccionó minuciosamente.

—Exactamente —respondió uno de los hombres. Yo no decía nada y solo me dedicaba a observar.

—Bien. —La mujer abrió su mochila y de ésta sacó una cinta color negro—. Acércate, niña —ordenó con voz imponente y así lo hice. Al quedar frente a ella me dio la vuelta bruscamente y colocó la venda sobre mis ojos—. ¿Lleva algo consigo?

—Solo lo que trae puesto.

—Bien, entonces está lista para el traslado —mencionó colocando una mano sobre mi hombro, indicándome caminar. Al cabo de unos minutos me tomó por la muñeca—. No tropieces, ¿bien? —pidió mientras me hacia subir lo que parecía una rampa.

—¿Está todo listo para irnos?

—Por supuesto. Podemos despegar. —Escuché una conversación y en seguida me guiaron a un lugar donde me hicieron sentar y sentí cómo me colocaban un cinturón. ¿Iban a sacarme de mi propio país?

—Todo listo, ¡vayámonos! —gritó una persona y en seguida, escuché una especie de motor encender y el lugar donde me encontraba comenzó a temblar.

Rotura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora