VIII- Advertencia.

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—¿En serio? —preguntó incrédula la rubia, mirando al joven frente a ella. 

—Sí —respondió de manera fría. 

—¿Por qué cambiaste de opinión? 

Len no respondió. 

—Dime —ordenó. Len inmediatamente la miró con indiferencia y arqueó una ceja—. ¿Por favor? —añadió en tono dulce. 

—Tienes valor —respondió entre dientes y desviando la mirada. Rin sonrió animada.

—Bien. Acepto tus disculpas, Len —canturreó con tono meloso y entornó los ojos. En ese instante Len la miró casi con susto y sus mejillas tomaron un tenue tono rosado. 

—¡No me hables así! —vociferó extrañamente alterado. Rin, al verlo así, se echó a reír con fuerza. 

—¡Len, estás rojo! —gritó con tanta fuerza que algunos reclutados que pasaban por el pasillo se detuvieron a mirar la escena. 

—¡Cállate! —ordenó Len con vergüenza y empujó a la chica hacia su habitación, pero esta lo tomó del brazo y se lanzó contra él, colgándose a él en un abrazo—. ¡¿Pero qué mierda haces?! 

—¡Eres tan tierno conmigo! ¡Claro que acepto tus disculpas, chico tonto! —chilló con euforia y restregó su mejilla con la del contrario. 

Rin ni siquiera se inmutó en sentir incomodidad al mantener tanta cercanía con alguien que no conocía de nada, pero Len sí se alteró demasiado e intentó quitar con todas sus fuerzas a la chica sobre  él.

—Vaya, vaya, ¿pero qué tenemos aquí? —preguntó con burla un chico que admiraba la escena. Detrás de él, unos cuantos chicos más miraban de igual manera. 

—Tal parece que nuestro Len se enamoró —comentó con escarnio una chica de largo cabello blanco, registrada con el número 19. Maika era su nombre. 

—Y pensar que se ve tan serio. 

—Pero si es todo un coqueto. Esa niña no lleva ni un día aquí.

Comentarios del estilo iban y venían de los expectantes presentes, comentarios que no hacían más que poner sumamente nervioso a Len. 

—¡No es verdad, cállense todos! —gritó con desesperación mientras intentaba con todas sus fuerzas quitarse a Rin de encima, pero le era imposible, la chica se aferraba a él con gran fuerza. 

—¡No! ¡No quiero soltarte todavía! —declaró Rin aferrándose al cuerpo del chico con fuerza. Inmediatamente todos los presentes atacaron a Len con comentarios sarcásticos y falsamente cursis, risas tontas para mofarse de él. 

Ahora él era el protagonista de la escena. 

—¡Ya basta! —bramó lleno de vergüenza. Ignoró todos los comentarios y, aún con la chica bien aferrada a su torso con las piernas, decidió entrar a la habitación y cerrar la puerta tras de sí—. ¡Bájate si no quieres que te golpeé! 

Rin, sin decir nada, dio un salto para dejar libre a Len. Al instante este la miró con ira y la chica no hizo nada más que sonreír con satisfacción. 

—¡Explícate, ahora! —vociferó con fuerza, sin embargo Rin no se cohibió, ni siquiera se inmutó y tan solo ensanchó su sonrisa. 

—En verdad estás rojo, Len —señaló con aparente inocencia y ladeó su cabeza. 

—¡Cállate, tonta! 

—Tranquilo, no es para que te pongas así. Puedes estar avergonzado, yo no le diré nada a nadie. —Rin guiñó un ojo manteniendo una expresión seria y se dio la vuelta para estirarse. 

Rotura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora