LV- Kioto.

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—¿Estás seguro de que esto es una buena idea? —preguntó Iroha caminando al lado de los rubios. 

Miraba con zozobra cada lugar a su alrededor, inspeccionaba minuciosamente toda la situación y, encogida de hombros, bajaba la mirada cada vez que alguien fijaba sus ojos en ellos.

Habían decidido quedarse los siete en la ciudad esperando noticias. Su plan hasta ahora era reunirse todos en Kioto y esperar; plan ilógico quizá, pero no tenían muchas intenciones de luchar, resistirse o cambiar algo que ni siquiera había sucedido. 

Len destruyó la tarjeta, no había guerra y jamás lo haría. Con esa simple acción ellos declararon la paz a Inglaterra, así que no había ya porqué preocuparse en una situación externa, por lo cual solo les quedaba preocuparse por el golpe de estado.

—Seguiremos protegiendo al emperador y luego esperaremos —dijo Len a Yuma y Tei antes de que estos marcharan con sus respectivos equipos e informaran lo que estaba sucediendo. 

—Los veremos entonces en el centro de la ciudad —informó Tei antes de entrar a su propio portal—. El palacio imperial es el más seguro y el emperador llegaría ahí, se supone. 

El equipo cuatro fue el encargado de proteger el palacio imperial de Tokyo para evitar que las fuerzas derrocaran al emperador, sin embargo, a salvo lograron arreglárselas para sacarlo de ahí en secreto y entregarlo con sus agentes para que estos lo llevaran al palacio de Kioto para ponerlo a salvo y bajo reguardo.

—Solo deben encargarse de la basura primer ministro —añadió antes de entrar al portal y desaparecer—. Se fue con él.

El golpe de estado se estaba realizando y las fuerzas aún seguían luchando por avanzar; encaminándose a Kioto siguiendo el rastro del emperador y con el equipo cuatro tratando de resistir, decidieron simplemente reagruparse los más que pudieran en el palacio imperial para proteger al emperador, esperando que la mayoría de ellos pudieran ser traídos con ayuda de Tei y Yuma.

No podían maquinar un mejor plan y tampoco tenían buenas herramientas para hacerlo. Debido a la falsa y nula información que poseían, no podían arriesgarse a actuar porque no conocían la verdadera situación, así que se limitarían a actuar conforme lo poco que sabían, esperando estar en lo correcto y reunirse para ver qué información podían liar entre todos. 

Aún quedaban cientos de incógnitas que carcomían la mente de todos, incógnitas como no conocer quiénes eran los que atacaban al emperador, pues el equipo cuatro podía asegurar que el ejercito japones seguía de su lado y había colaborado con ellos para protegerlo. Entonces, ¿quienes eran aquellos uniformados que atacaban? No podían ser solo los guardias del centro, porque eran más de los que alguna vez pudieron tener.

—Len —titubeó Iroha mirando con pavor como una pequeña niña que caminaba por la acera cogida de la mano por su madre, había volteado para mirarla y saludarla animada—. No me gusta como nos están mirando. 

—No me gusta como haces que nos miren —respondió el rubio atisbando de reojo que más de un civil presente en las calles de la ciudad miraba extrañado e incluso con gracia a su compañera, que no hacía más que delatarse con esa actitud tan extraña e injustificada. 

Caminaban los siete en grupo por la ciudad, miraban todo su alrededor atentamente y como podían trataban de ubicarse para llegar lo más pronto posible al palacio imperial, donde (esperaban), se reunirían con el resto de los equipos del centro. 

—Pero yo no estoy haciendo nada —replicó la chica tartamudeando—. Ellos son los... 

—Los que te miran como una loca por actuar como una completa psicótica, asustada por la mera luz del sol —interrumpió 7 volteando a verla con molestia—. Peor que perro aterrado.

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