XXXIX- Sigilo.

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Sintió el traslado un poco extraño.

Cuando sus pies lograron tocar el suelo, un leve mareo lo atacó y el pasaje se esfumó. Rápidamente y sin dejarse desorientar, se arrinconó para no ser visto y miró todo su alrededor, analizando el lugar, revisando cada esquina, pared y objeto en el techo. 

En el lugar que se encontraba pudo reconocer la blanca puerta que seguramente daba al pasillo de afuera, además de escuchar levemente el ruido del llamar del ascensor y la voz de algún guardia y uno de sus compañeros. Oficialmente se encontraba dentro. 

Entonces miró a su alrededor, el lugar se mantenía en colores grisáceos y opacos. Era un pasillo no muy largo, de unos doce metros aproximadamente y que, al llegar al final, daba vuelta a la derecha. El piso del lugar era de granito, las paredes eran grises y en el techo, justo como Tei le había dicho, algunos conductos se encontraban expuestos, los cuales sostenían las lámparas rectangulares de luz amarillenta que alumbraban el lugar.

—Demasiado alto —susurró Len para sí mismo al ver lo alto del techo de aquel lugar puesto que, por encima de las vigas y conductos, quedaba un espacio de poco más de 70 centímetros entre estos y el concreto. El techo del lugar tenía más el aspecto de una fábrica o bodega que de una oficina normal. 

Pasados cerca de tres minutos y después de asegurarse de no detectar ninguna cámara o alarma, decidió moverse. Con lentitud y cuidado de no provocar ruido que lo delatase, comenzó a caminar por lo largo del pasillo, siempre atento a cualquier indicio de que alguien se aproximara. 

Caminaba con sigilo mirando los conductos y algunos cables que se extendían por el techo, pensando en cómo haría para subir y poder transportarse por ellos. Debido a la altura a la que se encontraban y a la ausencia de cualquier mueble para poder facilitarse el subir, veía un poco difícil el hecho de poder llegar a estas sin hacer ruido. 

Y siguió caminando hasta llegar a un metro antes de dar la vuelta. Una vez ahí, se colocó de cuclillas y se fue acercando de a poco a la orilla para mirar con cuidado lo que se hallaba a la vuelta. A la derecha se extendía de nuevo un pasillo, un poco más corto que el de entrada y con las mismas características, exceptuando las luces, que eran más brillantes. 

Aún sin levantarse miró el techo donde las vigas y conductos seguían el trayecto. Entonces se levantó con cuidado y, analizando el lugar, decidió que lo más recomendable era el treparse a los ductos para seguir por ahí, puesto que por la luz del pasillo a la derecha y la presencia de puertas y más accesos, era más probable el ser encontrado. 

De pronto se alarmó al escuchar un par de voces masculinas que se dirigían hacia él. Rápidamente hizo aparecer su rotura y, como pudo, creó una barrera para usarla como escalón y entonces saltar al ducto. Su corazón dejó de latir un momento al escuchar los pasos acercarse corriendo, pasos que venían desde el pasillo al que iba a entrar. 

Aunque por un lado se sintió favorecido de sus pasos, ya que el eco de estos opacó un poco el ruido que hizo al subir al ducto.

—¿Quién anda ahí? —vociferaron una vez los pasos se detuvieron. Len entonces se recostó sobre la viga mirando el techo y contuvo la respiración—. Debe tener acceso para entrar aquí —siguió la voz. 

Len sintió su corazón acelerarse en su pecho y cerró los ojos con fuerza, exhaló lentamente para controlar los terribles nervios que apretaban su pecho. 

—Oye, tranquilo. —Escuchó una segunda voz—. ¿Qué te pasa? No hay nadie aquí. 

En ese momento, el rubio sintió un leve alivió y respiró con suma lentitud y cuidado. Entonces fue que decidió comenzar a acostarse sobre el ducto para lograr divisar levemente lo que sucedía debajo de él. 

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