CAPÍTULO 38

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DECLAIMER: Como saben ninguno de los personajes del magnífico anime y manga INUYASHA me pertenecen, pero la historia es completamente mía, así que cualquier tipo de plagio está prohibido.

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LA MIKO DE LAS CUATRO ALMAS

CAPITULO 38

Su paso era lento, sus ojos que ahora brillaban con motitas rosas mas refulgentes que nunca miraban las flores de sakura caer, sus iris casi habían obtenido el mismo color de aquellas magnificas flores que eran la cara de la cultura nipona. Su andar era distraído mientras aspiraba los primeros olores de la primavera, pero más allá de esa imagen de mujer noble en un simple paseo diurno, sus protecciones estaban activadas, afiladas y en guardia por cualquier amenaza. Había aprendido la lección, no dejaría que la tomen desprevenida, ya no era solo su vida. Toco distraídamente la curva de su vientre que ahora se apreciaba ligeramente, apenas y era un pequeño bultito que pasaba desapercibido con el cómodo haori que se había puesto, aun en su mente recordaba con gracia como su amado compañero había estado en desacuerdo en verla con algo que no sea un glorioso kimono de alta estampa. Había tenido que recurrir a ciertas artimañas para hacerle olvidar el asunto, pero era completamente necesario, necesitaba facilidad de movimiento para defenderse si es que llegaba el momento "¡No llegara! ¡Nunca llegara!" había insistido Sesshomaru, pero era siempre mejor prevenir que lamentar.

Sintió un movimiento brusco en su vientre y luego nada, así era su hijo, gruñón y evasivo ¿A quién se parecería? La respuesta le genero una ligera risa. Apenas y habían pasado tres semanas desde el último encuentro con la horda demoniaca y aun así su vientre parecía tener la curva de alguien de por lo menos dos meses, eso era preocupante, contando con que apenas y salía del primer mes. ¿Estaría creciendo demasiado rápido? ¿O demasiado lento? ¿Qué era normal?

Escucho las risas infantiles y supo que había llegado a su destino. Allí en un pequeño claro se encontraba el patio de juegos principal de los cachorros okamis, desde bebés que estaban en brazos de sus madres y que miraban con sonrisas a los otros más grandes, hasta los cachorros que apenas y perfilaban la edad de un preadolescente, refunfuñones por haber sido olvidados con las más pequeños, e ignorados para las peleas.

Allí entre medio de todas las cabelleras castañas, negras y algunas pelirrojas se encontraba una inconfundible melena celeste atada en dos coletas con flores amarillas adornando su cabeza, un vestido cortito sin mangas pegado a su apenas curveado cuerpo mientras corría en busca de los cachorros más pequeños en un juego de cacería, mientras algunos okamis de su misma edad la miraban atentos.

Kagome casi estalla en risas cuando sintió el impetuoso y embravecido youki de Inuyasha, justo arriba del árbol de cerezo, oculto en una de las ramas más gruesas y cubriendo la mitad de su rostro con su haori rojo, mirando afiladamente a cada okami preadolescente que miraba a Hotaru, mientras que con una mano en su katana parecía no decidirse en si atacar o no.

"Qué tiempos aquellos…" se dijo así misma al ver a su amigo cegado de celos.

Trato de ignorar a su amigo y cruzar de largo, pero un destello rojo se detuvo justo en su delante, deteniendo su andar. –Oye joya… ¿puedes decirle a Hotaru que regrese a la aldea? –Pregunto con un tono desinteresado, que obviamente no sentía.

Kagome rio brevemente. –¿Por qué no se lo dices tú? –Pregunto inocente.

Inuyasha la miro con el ceño fruncido. –Pues porque a ti te haría caso, en cambio si yo le digo lo más probable es que me arañe. –Contesto apuntando a su cuello en donde tenía un arañazo de cuatro líneas enrojecidas.

LA MIKO DE LAS CUATRO ALMAS #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora