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—¡Llegué!— Grité al entrar a la casa.

—Que bueno.— Dijo mi madre, quién estaba poniendo una ropa sucia en un cesto.— Ahora no deberé ir yo a la lavandería.— Dijo animada.

Me paré en seco.— Mamá...— Me quejé.— Acabo de llegar.— Hice puchero.

—Y yo acabo de limpiar toda la casa, hasta tu mugre cuarto.— Hizo tono de niña pequeña, y me imitó con el puchero.— Así que vas, sí o sí.— Dijo de forma autoritaria.

—¿Por qué no mandas a Yoongi? Yoongi nunca hace nada.— Hice una pataleta de niña.

—Él me ayudó con la cena, así que ve, cambiate, comes, y llevas la ropa a lavar.— Sentenció. No pude quejarme más porque desapareció de mi vista.

No pude decir nada más, tenía que acatar sus ordenes, no quería hacerla enojar, y menos cuándo no voy bien en las materias, porque cuándo reciba el corte de notas, seguro que quita la cabeza.

Entré a la cocina, debo admitir que olía bien. Mi hermano puede ser un inútil, pero cuándo se esmera cocinando, es él en sus mejores momentos.

—Hola Ñungui-ungui.— Lo saludé, con el apodo que tanto le molesta, e inmediatamente me fulminó con la mirada.— ¿Qué huele tan bien?— Percibí el rico aroma.

—No me digas así boba.— Golpeó mi hombro, y yo fingí estar adolorida.— No seas exagerada.— Rió.— Cocino la especialidad de la casa, ramen y salchichas picantes.— Frotó sus manos con alegría.

—¿Sólo eso?— Lo miré sorprendida.— Huele tan bien que pensé que hacías algo más especial.— Fruncí el ceño.

—Yo hago que todo sea especial.— Se encogió de hombros, con aires de superioridad.

No pude evitar que una carcajada saliera de mi boca.

—Ajá, ajá.— Di golpecitos en su hombro.— Apresurate, que debo comer para ir a la lavandería. Tengo mucha hambre.

—Ay sí, el sirviente pues.— Se queja. Yo sólo río y salgo de allí hacia mi habitación.

Vaya que mi madre se había esmerado en limpiarla, eso era un desastre antes, ahora se respira aire fresco, debería hacer el esfuerzo de mantenerla así.

Vi que había una bolsa en el suelo, con algunos papeles y fotos, ¿se le habrá olvidado sacar la basura?

—¡Mamá! ¿Qué es ésta bolsa que está en el suelo?— Grité para que me oyera desde abajo.

—¡Esas son las cosas que consideré debías revisar tú antes de botarlas!— Gritó también.

—Ah ok, gracias.— Dije.

Yo no recordaba nada de lo que allí veía, así que decidí escudriñar a profundidad a ver de que se trataba.

Un montón de fotos de mí cuando era pequeña, con amigos, en la playa, fotos vergonzosas de Yoongi, una que otra carta de San Valentin. Fui apartando las cosas con las que me quedaría, y las que botaría. Todo me parecía muy normal, pero encontré algo, que realmente no recordaba que tenía, una foto que llamó bastante mi atención, y que tenía un mensaje escrito tras ella, con una letra bastante fea.

“Espero nunca olvides que somos amigos”, decía el mensaje, o bueno, lo que pude entender, ya que la tinta estaba toda regada y la letra de verdad que era fea, por supuesto, era de un niño pequeño. En la fotografía aparecemos Jungkook y yo, cuándo teníamos aproximadamente siete años. Yo sonreía y él también, los dos con las manitos haciendo una v con los dedos.

Quedé un momento en shock, no recordaba ser tan amiga de Jungkook, y si fue así, ¿por qué dejamos de serlo?

—Ya está lista la comida.— Irrumpió Yoongi en mi cuarto. Yo escondí rápidamente la foto, esperando que él no se diera cuenta.

—Vale. Deja tomo un baño y bajo.— Me levanté del piso, dejando todo aquello regado en el piso, menos la foto esa, no quería que Yoongi la viese, sino, el bullying sería eterno.

—¿Tenías todas éstas fotos guardadas?— Dijo gracioso.— Ahs, yo era muy feo.— Tomó unas cuantas en las que salía.— Menos mal la pubertad ayuda.— Se miró en el espejo de mi peinadora.

Yo bufé entre risas, y me metí al baño. Guardé la foto en el compartimiento tras el espejo. Debía asegurarme de que no la encontrara. Él sabe cuánto desprecio a Jungguk.

Ahora la curiosidad de saber que pasó en mi infancia me invadía, ¿eramos amigos? ¿Por qué no recuerdo nada de eso?

Tomé una ducha rápida y bajé a comer. Definitivamente la comida había quedado muy buena, aunque fuese algo tan sencillo. “En la simpleza está lo hermoso, y lo rico en éste caso”, dijo Yoongi mientras devoraba su comida. Puede que tenga razón.

Ya eran las siete de la noche, la flojera me controlaba, pero debía hacerle caso a mi madre, así que tomé el cesto de ropa, lo subí en el carrito que estaba atado a mi bicicleta, me puse los audífonos, subí al vehículo sin motor, y empecé a pedalear hacia la lavandería. Agradecía al universo que no quedaba tan lejos de la casa. Aparqué la bici y la amarré con candado, tomé la cesta y entré al establecimiento.

Me gustaba venir aquí de noche, casi nunca había nadie, y podía disfrutar de mi música sin que alguna molesta señora mayor intentara sacarme conversación. Ese día, el lugar estaba completamente solo, a excepción del que se encarga del lugar, que se encontraba tras un mostrador que no muestra nada, con una cara de “matenme por favor”, le di las buenas noches, le compré detergente, y metí la ropa a una lavadora. Me senté frente a ésta, esperando a que hiciera su ciclo, con la música a todo volumen en mis oídos.

No me percaté de que estaba perdida en el girar de la ropa dentro de la lavadora, hasta que alguien se interpuso en mi campo de visión, pasó de forma rápida, pero aún así me desconcentró.

La curiosidad me hizo voltear a ver quién era, y era él, Jungguk. Él llenó de ropa una lavadora que estaba a tres de la que yo estaba usando, y se sentó frente a ésta, también con audífonos en los oídos.

En ese momento, no se veía tan perfecto como en el instituto, parecía malhumorado o triste.

Verlo allí, me hizo volver a hacerme la pregunta de: ¿eramos amigos?

Natural. » Jeon Jungkook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora