—No.— Dije sin dejarlo terminar.
—¿No qué?— preguntó confundido.
—Lo que sea que vayas a decir... No.— Negué con la cabeza.
—¿De qué hablas?— Frunció el ceño.— Dejame hablar.— Aseguró más su agarre para que no intentara escapar.
—No te quiero ayudar en nada, no quiero tener nada que ver contigo.— Forcejeé para que me soltara.
—No me importa.— Se encogió de hombros.— Escuchame y ya.— Habló con autoridad, por lo cual bufé, pero lo dejé proseguir.— ¿Sabes que nuestros padres están saliendo?— Preguntó.
—Umjú.— Asentí, fingiendo que no me importaba eso.
—Pues, si no quieres tener nada que ver conmigo, debes ayudarme a separarlos, porque mi padre se quiere mudar a tu casa.— Soltó molesto.
Yo abrí los ojos como platos. ¿Qué? ¿Llevaban tanto tiempo juntos? ¿Y por qué carajos mi mamá no nos había dicho nada? Ah, no, eso sí que no.
—¿Qué carajos?— Chillé.— No, eso sí que no. No te quiero en mi casa.— Negué repetidas veces, indignada por la noticia.
—Y yo menos quiero estar cerca de ti.— Retorció los ojos.
—Ajá. ¿Qué quieres que hagamos?— Pregunté, resignada. No quería tener nada que ver con él, y si separábamos a nuestros padres, eso iba a ser seguro, aunque deba tener trato con él durante un tiempo.
En lo que iba a hablar, el timbre que anuncia la entrada a la siguiente clase sonó.
—Debo ir a clases.— Dijo alarmado, el perfect boy no quiere llegar tarde a clases.— Hablamos más tarde en la fiesta. Si es que no estás por allí botando baba por Park 'mejillas rosadas'.— Se burló.
Él soltó mi agarre y yo fui la que lo sostuvo ésta vez.
—¿Tienes algún problema con eso?— Pregunté, alzando mi ceja.
—No. ¿Por qué lo tendría?— Bufó.
—No lo sé.— Me encogí de hombros. No supe que más decir para molestarlo. Quería hacer que llegara tarde a la clase y acabar con su récord. Sí, porque tenía un récord de llegar temprano. No sé porqué existe eso, pero, como todos los méritos en el colegio, él lo poseía.
—Bueno, adiós.— Se dispuso a irse, pero yo lo detuve nuevamente, afincando todo mi peso con el propósito de dificultarle el avanzar.— ¿Qué haces?— No respondí nada, y sonreí con malicia. Y el segundo timbre llena el ambiente con su estrepitoso sonido.— Ya, sueltame.— Me empuja alarmado, pero yo me sujeto aún más fuerte de su brazo.
Su cara de pánico hace que estalle en risas, y él frunce el ceño molesto. Luego de un rato forcejeando y yo riendo, él logra zafarse, sólo porque yo no podía soportar el dolor en mi estómago de tanto reírme.
Él salió corriendo como si su vida dependiese de ello y yo seguía allí carcajeándome. Es que su cara fue un poema. Ojalá le hubiese tomado una foto. Hubiese imprimido miles de copias, y las habría esparcido por todo el colegio.
Yo caminé relajada a mi clase de arte, era habitual que llegase tarde, la profesora ni se molestaba en amonestarme.
Me senté al lado de Hoseok, como la mayoría de las veces. Me gustaba ver lo que él pintaba, era muy bueno en todo lo que va ligado al arte, bailaba, tocaba el piano, escribía poesía y letra de canciones, cantaba, el chico era excelente en todo eso, y sus pinturas, vaya que eran buenas. Aparte también se veía sexy jugando baloncesto.
Sentarme al lado de él, era pasar todo el rato admirando como se concentraba toda la clase en hacer una hermosa pintura, sus expresiones faciales me hipnotizaban. Sí, me gusta Jimin, pero eso no quiere decir que no pueda apreciar la belleza de sus amigos.
Como de costumbre, sólo hice lineas abstractas de diferente colores, aunque la profesora haya mandado a pintar el típico montón de frutas. Me reprendió por ni siquiera intentarlo, y yo sólo reí por lo bajo. En cambio, Hoseok recibió alagos, y no es para menos, yo pagaría lo que me pidiesen por esa hermosura que acababa de realizar.
Él me miró reprendiéndome como lo había hecho la profesora, pero haciendo gestos exagerados que resultaron bastante graciosos. Ambos reímos ante eso.
—¿Irás a mi fiesta más tarde?— Preguntó mientras metía sus cosas en la mochila, el chico tenía todo tipo de pinceles allí. Yo sólo tengo uno, porque no entiendo para que son los otros.
—Umjú.— Asentí, sonriendole sin mostrar los dientes.
—Bien, sé de un amigo que está muy interesado porque vayas.— Me guiñó el ojo, y se fue, dejandome con la pregunta en la boca.
¿Será Jimin? ¿Jimin quería verme en la fiesta? Si es así, voy a morir hoy mismo de la emoción.
Salí del salón con una sonrisa boba en mi boca. Pasé mi mano por mi barbilla para asegurarme de no estar babeando.
No quería hacerme esperanzas, pero ya hasta había buscado el nombre de nuestros hijos. Jimin y Jaesoo. Que perfecto suena.
No pude prestar atención a nada de lo que me decían Jackson y Mindae mientras íbamos a casa, pues toda mi mente estaba ocupada pensando en todo lo que podría pasar esa noche.
Cuándo íbamos llegando a mi casa, vi que un camión de mudanzas se encuentra estacionado frente a ésta, mi corazón cayó al piso, y la rabia se apoderó de mi. Apreté mis puños al punto de lastimarme a mi misma con las uñas.
Allí parados, viendo como pasaban las cosas a la casa, estaban Jungguk, Jin y el señor Jeon. También mi madre, con una sonrisa genuina.
¿Qué le pasaba por la mente a esa señora? ¿Por qué no nos dice nada?
Yoongi también iba llegando, pero por el otro lado, quedando parado estupefacto tras los cuatro antes nombrados. Me miró y ambos compartimos un mensaje con nuestras miradas. Él tampoco sabía de esto, y estaba igual de molesto que yo.
Mi madre no se percató de nuestras presencias. Y eso me enfureció aún más.
Mindae, quién permanecía a mi lado, estaba tan sorprendida como yo.
Quería gritar del coraje. Quería ir y golpear a todos.
Mi hermano me hizo una seña de que pesara a la otra acera y así lo hice. Él caminó hacia a mi, y sin decir nada, caminamos juntos a la dirección de dónde yo había venido, dejando a Mindae continuar sola a su casa. Ella sabía que éstos eran asuntos de Min's, así que no dijo nada.
Fuimos a nuestro lugar de escape, porque si nos quedábamos allí, el drama que se formaría, sería digno de película.