—Muchas gracias por todo.— Sonreí como boba hacia Jimin cuándo aparcamos frente a la casa.— Fue muy lindo lo que hiciste.— Me abalancé sobre él y le di un casto beso.— Nos vamos mañana Jimin.— Abrí la puerta para bajar.
—¿Y si mejor me dices amor?— Sonrió él, tiernamente.— A ver, dilo.— Me pidió.
Yo torcí mis ojos y volví a sonreír.— Nos vemos mañana, amor.— Dije forzosamente la última palabra, él sabe que no me gustan los apodos cursis, por eso me hace decirlo, pero bueno, ésta noche se lo ha ganado.
—Buenas noches, princesa.— Dice burlón y guiñando un ojo.— Nos vemos mañana.— Sonríe nuevamente.
Cierro la puerta y me alejo del auto para que él pueda arrancar.
Ya era un poco tarde, así que debía entrar a hurtadillas por la puerta de atrás, la de adelante hacía mucho ruido, y seguro ya Yoongi está dormido y no le podré pedir que la abra con cuidado como él sabe hacerlo.
Entré por la puerta que da al jardín desde un lado de la casa, vi que todo en la cocina estaba apagado, por lo que supuse que ya estaban dormidos todos. Cuándo estaba por doblar la esquina de la casa, para dar con la puerta trasera, escucho las voces de mi madre y el señor ese.
—Debes aplicarle disciplina a esa niña.— Dijo enojado el tipo.— ¿Qué crees que está haciendo a éstas horas en la calle?
—Lo sé, lo sé.— Mi madre también se oía enojada, pero también intimidada por su novio o lo que sea.
—Buenas noches.— Dije yo avanzando sin miedo a alguno de los dos.
Pasé entre ellos y sin decir nada más, me hice camino a las escaleras.
—¿Qué te pasa Jaesoo? ¿Qué clase de desobediencia es ésta? Sales y no dices a dónde, ni siquiera dejas una nota para por lo menos no estar preocupada, tu hermano hace lo mismo y a veces ni llega a dormir. ¿Yo te crié así? No, claro que no.— Empieza a gritar y yo sigo avanzando sin tomar en cuenta lo que dice.
De repente siento como alguien toma mi brazo con fuerza, me volteé pensando que era mi madre, pero no, era el señor Jeon.
—Escucha a tu madre cuándo te habla niña.— Me gritó y estampó una cachetada en mi cara.
La impresión que eso me causó, me dejó atónita, dirigí la mirada hacia mi madre quién también se encontraba sorprendida, pero no decía ni hacía nada.
Las lágrimas empezaron a fluir por mis mejillas, y lo único que pude hacer fue halar para soltarme del agarre del tipo ese.
Subí corriendo las escaleras y en la cima de ella me encontré con Yoongi.
—¿Qué pasó?— Preguntó curioso al verme llorando.— ¿Qué te pasó en la cara?— Tomó mi barbilla y volteó mi cara para ver mejor lo enrojecida que estaba mi mejilla izquierda.— ¿Fue ese imbécil?— Soltó furioso.
Yo no dije nada, sólo me lo quedé mirando mientras mis lágrimas aún fluían. Él bajó casi que corriendo para abalanzarse sobre el tipo. Mi madre se metió entre ambos, y mi hermano la apartó de un empujón.
—¿Quién carajos te dio el derecho de poner una mano sobre mi hermana?— Gritó Yoongi.
Jamás había visto a mi hermano así, él siempre era calmado, nunca peleaba con nadie, de hecho prefería evitar confrontaciones. Estaba tan rojo como un tomate de la rabia, y más porque él es súper pálido.
Alzaba su pecho y se iba contra el hombre, mirándolo amenzadoramente y apretando sus puños.
—Esa niña necesita disciplina.— Le gritó a mi hermano.
—Que disciplina ni qué nada, tú no tienes porqué tocar a mi me hermana, y mucho menos pegarle.— Yoongi alza la voz aún más y empuja al señor Jeon.— Si quieres maltratar a tus hijos, hazlo, pero Jaesoo no es tu hija, no la debes ni ver.— Sigue gritando.— Y que tú...— Señala a mi madre.— permitas esto, me hace perderte todo el respeto mamá.— La mira con desprecio.— Vuelves a tocar a mi hermana y te mato, lo juro.— El tono amenazante de Yoongi deja sin palabras al hombre.
Mi hermano se aleja y sube las escaleras. Al pié de ellas puedo ver a Jungkook y Seokjin quienes estaban allí nada más observando la escena.
Jungkook me dirige una mirada que no puedo descifrar antes de que Yoongi me halara a su habitación, y yo le dirijo a él una de tristeza. Sentir tan sólo esa fuerte cachetada de ese hombre no debe ser nada comparado a las palizas que le da a él, y aunque lo odie, no puedo evitar sentirme mal. Debemos parar a ese imbécil.