Como siempre, las clases transcurrieron con normalidad, nada se había interpuesto en mi felicidad de hoy, ni siquiera esa fila que tuve que hacer en la cafetería. Por suerte, hoy había pizza en el menú, lo cual aumentó mi buen humor. Con una sonrisa de oreja a oreja me fui a mi clase especial de matemáticas, con mi profesor estrella, Namjoon y el mejor compañero, Jimin.
Llegué como cinco minutos antes a la biblioteca, y me senté en la primera mesa vacía que vi, suponiendo que ellos al entrar al lugar, me verían y vendrían hacia mi.
Y de hecho, así fue, justo a la hora pautada, entraron los dos chicos riendo de quién sabe que, y se dirigieron hacia dónde yo estaba.
—Hola Jaesoo, ¿cómo te va?— Saludó Namjoon, sentándose justo al frente mío y sacando todo lo que llevaba en su mochila.
—Bien, ¿tú que tal?— Sonreí sutilmente.
—Bien.— Me devolvió la sonrisa.
Jimin rodeó la mesa, y se sentó al lado mío.— Hola.— Dijo de forma muy tierna, sonriendo de manera seductora, o eso sentí yo.
—Ho-o-la.— Le respondí, tratando de calmar mis nervios y mirándolo de reojo, lo tenía tan cerca que podía sentir su respiración en mi mejilla. Tal vez era su intención incomodarme.
En realidad no me incomodaba en sí, pero si me ponía bastante nerviosa. Si fuese más atrevida, en éste momento estaría comiéndole los labios.
Namjoon empezó a explicarnos el tema, la verdad es que el chico me impresionó con su conocimiento, no pensé que supiese tanto. Nos explicó mucho mejor que el profesor. A pesar de tener a mi mayor distracción al lado, entendí perfectamente cada cosa que explicaba y creo que Jimin también, aunque se pasó todo el rato jugando con mi cabello.
Al cabo de hora y media, terminamos con todo el tema para el tercer examen del lapso, sentía que mi cerebro iba a explotar por tanta información retenida, pero a la vez, me sentía intelectual, pues pude resolver unos cuantos ejercicios por mi propia cuenta.
—Bien, ya, acabamos. Pueden practicar el fin de semana, y para cualquier duda, me pueden llamar.— Nam empezó a recoger sus cosas.— Pero por favor, estudien y salgan bien, no quiero quedar mal con el señor Deug.— Nos miró de manera amenazante.
—Tranquilo, ya puedo resolver ejercicios por mi misma, confía en que saldré muy bien.— Le guiñé un ojo y sonreí.
—Confío en ti.— Puso su mano en mi cabeza, y palmeó como si yo fuese un perrito, sonrió mostrando sus hoyuelos.— Ya debo irme a mi próxima clase, ya saben, cualquier cosa, me llaman.— Se levantó y salió de allí como alma que lleva el diablo.
Mientras recogía mis cosas, pude notar la mirada de Jimin sobre mi, no sé si trataba de intimidarme, pero creo que estaba logrando eso.
—¿Irás a la fiesta?— Preguntó, recostó su cabeza sobre la mano derecha mientras apoyaba su codo sobre la mesa, cosa que hizo que su esponjosa mejilla se aplastara, deformando un poco su boca, haciéndolo ver lo más tierno que se podía ver. Oh, éste chico es hermoso.
—Sí.— Respondí al instante, embelesada con él.
—¿Vas sola?— Su tono de voz, se volvió más dulce de lo que habitualmente es.
—Em...— Eso me desconcertó, amaba su voz de esa forma. Vaya, estoy mal.— Con unos amigos.— Dije luego de salir del trance en el que estaba repitiendo una y otra vez su pregunta en mi mente.
—Oh.— Formó una perfecta 'O' con su boca, y se enderezó.— Bueno, nos vemos allá.— Se levantó, metió todo en su bolso y se fue, no sin antes brindarme otra de sus sonrisas arrebatadoras.
El corazón iba a salirse de mi pecho, no sé como pude soportar tenerlo tan cerca sin abalanzarme sobre él, ya que estábamos casi sólos, solo estaba allí la bibliotecaria, y ella se encontraba mas dormida que despierta. Pero bueno, más tarde lo veré y tal vez con un poco de alcohol en mi sistema, me anime a decirle algo.
Comencé a recoger mis cosas, consciente de que tenía una sonrisa idiota en mi cara, y con un montón de posibles escenarios en los que me le declaraba a Jimin más tarde en mi mente.
—Recogete la baba.— Escuché de repente. Y empecé a buscar rápidamente de quién venía esa voz.
En la mesa del frente, se encontraba sentado el perfect boy. Tenía su mirada puesta sobre mi. Tan insignificante me era ese chico, que ni siquiera había notado su presencia. Como decidí que hoy sería un buen día para mi, me dispuse a pasar de él, y salir de allí ignorando aquel comentario.
Cuándo estaba por salir del sitio, el chico que estaba empeñado en arruinar mi humor, me tomó del brazo.
—Tengo que hablar contigo.— Dijo, de forma autoritaria, lo cuál me hizo enojar al instante.
—¿De qué o qué?— Pregunté con tono grosero, pero no lo dejé responder.— No tengo nada que hablar contigo.— Halé mi brazo, zanfandome de su agarre. Pero no duré mucho libre, porque él volvió a aprisionarme, pero ésta vez, acorralándome contra la pared, poniendo sus brazos a cada uno de mis lados.— ¿Qué te pasa idiota?— Lo empujé, pero no logré que se moviera un centímetro.— No soy de tu séquito de zorras, así que a mi no me gusta que me tengas así, quitate estúpido.— Seguía tratando de quitarle de frente de mi, y daba golpes a su pecho, pero esto no parecía causarle ninguna molestia.
Tomó mis manos sin mucho esfuerzo y me inmovilizó, me sentía totalmente humillada. Así que traté de romoverme de un lado al otro para soltarme, pero no conseguí nada con eso.
Él me llevó al lugar más oculto de la biblioteca, ese sitio en dónde los chicos van a besarse, si se atreve a hacerme algo así, lo mato.
—Suéltame, o grito.— Lo amenacé.
—Si ves dónde estamos, ¿no?— Rió.— Si gritas, pensaran que estamos haciendo cosas malas, y eso no pasará como un grito de auxilio, sino como uno de placer.— Su sonrisa ladina y pícara, casi me hace vomitar, aparte de la imagen que dejó en mi mente.
—Iugh.— Hice un exagerado gesto de asco.— Ya, ¿qué quieres? Habla y sueltame.— Torcí los ojos, exasperada por la situación.
—Te necesito...— Dijo, con su mirada fija en mi ojos.
¿Ahora qué? ¿Va a decir que le gusto o qué? Carajo, mi día se ha ido a la mierda.