Sara

171 18 1
                                    

El día se me hace largo. La defensa personal, el tiro al blanco... En mí cabeza solo hay montones de palabras que tengo que ordenar para poder expresarme con claridad al hablar con Ían. Pero durante toda la comida no aparece en la sala.

En las experiencias en vivo de hoy hemos ido a un lago. Nunca había visto uno, esto de las simulaciones en realidad no son reales, pero es lo más parecido que he estado de apreciar algo así. Y es verdaderamente hermoso.

En estas simulaciones no trabajamos en grupos, todos cooperamos con todos. En esta teníamos que construir una especie de balsas inventadas con los materiales que encontráramos para llegar a una isla en el centro del lago.

Tal y como dijo Marina, no he visto a Ían por ninguna parte.

Una vez acabada la prueba, he ido a buscarlo a su habitación. Sin embargo, allí solo se encontraba su compañero. Le he preguntado si sabía dónde estaba Ían, pero me ha contestado que no tenía ni idea.

Así que he preferido dejarlo estar y me he dirigido a cenar. Tal vez estaba allí. Sin embargo, tampoco ha aparecido durante toda la cena. Esto ya me comienza a extrañar.

- ¿Ya has hablado con él? -me pregunta Ris.

- No, no lo he encuentro aún.

Me propongo que después de cenar lo airé a buscar. Sin embargo, una vez ya me estiro en la cama, me doy cuenta de que estoy muy cansada, de que no me apetece pensar más. Sin embargo, hay demasiadas preguntas que me acosan. Necesito respuestas, aunque tengo la sensación de que igualmente Ían no me va a proporcionar todas las que quiero. No me va a poder responder por qué mi madre está muerta, por qué se encontraba en la calle, qué hago aquí y muchas más.

Me levanto de la cama y salgo de la habitación. Al pasar por delante de la número nueve veo que está abierta y vacía. En la Sala Comuna aún se encuentran todos los miembros del grupo cuatro, menos él.

Me paseo por los pasadizos de la planta de las habitaciones particulares y por la de las de grupo. Voy a la enfermería, pero tampoco ni rastro. Ya no sé dónde más mirar, el resto de los sitios son lugares restringidos. Sin embargo, al salir de la enfermería reparo en una puerta con la cual no me había fijado nunca. No, en realidad sí que la había visto antes, pero estaba cerrada. En cambio, ahora se encuentra ligeramente abierta.

No sé si debería entrar, ya que si los días anteriores estaba cerrada será por algo. Sin embargo, mi instinto es más fuerte que mis miedos. Así que abro la puerta y casi mi caigo al no ver que en vez de continuar recto hay escaleras. Como está totalmente a oscuras voy bajando a tientas. Entonces me doy cuenta de que las escaleras se han terminado y continúa todo recto. Al ir con las manos por delate noto que delante de mí se encuentra una pared, aunque al momento de tomar un mango me doy cuenta de que se trata de una puerta. La abro un poco para poder echar una ojeada al interior.

Es impresionante. Se trata de una sala gigante y redonda, incluido el techo es redondo. No hay muebles ni máquinas extrañas. La pared que da al exterior se trata un cristal gigante de diez metros de alto, por el cual se ve el exterior.

En el suelo, delante del cristal, hay una persona sentada.

- ¿Vas a pasar o te vas a quedar ahí mirando? -me dice sin girarse. Es él.

Vacilo unos segundos, pero finalmente me decido y avanzo hasta colocarme pocos pasos detrás de él. La verdad es que las vistas son increíbles. Ninguna otra sala o habitación que yo haya visto da en esta dirección. No se ve el Sol, la Tierra, la Luna o algún otro planeta del sistema. Solo oscuridad hasta más allá de donde alcanza la vista.

- ¿Qué haces aquí? ¿No está prohibido?

- Qué más da.

Igual que hace siempre que le hago dos preguntas solo responde a la que quiere y me saca de quicio.

- Puedes sentarte, no hace falta que te quedes ahí -dice mientras se gira y me sonríe.- Tranquila, yo no voy a lanzarte por los aires.

Pongo los ojos en blanco y me siento a su lado, aunque mantengo una distancia con él.

- Te he estado buscando.

- Lo sé.

Parece como si él siempre fuera un paso por delante. Que lo supiera todo, imposible de sorprender.

Respiro hondo y lo suelto todo sin darle más vueltas.

- Quería preguntarte otra vez por lo del final de la prueba. Por lo que me has dicho ya ha quedado claro que tú también crees que fui yo. Sin embargo, quiero comprender lo que ocurrió. Todo fue tan rápido. Y quería saber si tú...

- Espera, espera.

- ¿Qué?

- Guarda silencio un momento. -Hago lo que me dice.- Ahora mira a fuera y dime que ves.

No entiendo por qué está haciendo esto. Sin embargo, sigo sus indicaciones sin rechistar.

- Veo oscuridad.

- ¿Solo?

- No, bueno; y muchas estrellas.

- ¿Y en qué piensas?

Ahora mismo estoy pensando en tantas cosas a la vez que no acabaría nunca. Sin embargo, le contesto la más fácil.

- Pienso en que por qué estoy haciendo esto, -él se ríe, pero esta vez suena diferente. No es como sus típicas risas en tono de burla. Es más dulce, más cariñosa -en que qué hago aquí, en que por qué mi madre está muerta, pienso en que por qué...

- Pues deja de pensar tanto.-Me interrumpe. No entiendo qué me quiere decir.- Respondiendo a tu pregunta anterior, vengo aquí para no pensar en nada. Para dejar que todas mis preocupaciones se desvanezcan. No eres la única que necesita respuestas. Además, no creo que mi opinión te sirva de mucha ayuda.

La verdad es que tiene razón. Este lugar tiene como un aura diferente que te envuelve. Normalmente, cuando estoy en la cama de noche pienso en muchas cosas. Sin embargo, la oscuridad de este lugar es diferente. Te obliga a buscar un punto de luz al que aferrarte. Y el oscuro manto exterior te obliga a fijarte en él, buscando esos puntos de luz. Y es entonces cuando te das cuenta de que no importa nada de lo que se encuentra en tus pensamientos, si no en lo que te rodea. Fijas la mirada en la claridad y dejas que se pierda en ella. Dejas que tu mente se vacíe de todo tipo de pensamientos, sean buenos o malos. Sin embargo, cuando apartas la mirada de tu esfera luminosa vuelves a la realidad y las barreras que apartaban a todos los pensamientos se desvanecen.

No sé cuánto rato he estado cogiéndome las piernas, con la cabeza apoyada en ellas y la mirada perdida. Cuando me giro hacia Ían veo que me está mirando.

- ¿Cómo lo haces? -digo.

- ¿El qué?

- Hacer que todo parezca tan fácil cuando no lo es.

- P

En ÓrbitaWhere stories live. Discover now