La mañana siguiente estamos todos agotados. Ahora mismo estoy volviendo con Ris de almorzar para descansar un rato en la habitación, antes de que comiencen las clases de defensa personal. Solo espero que esta vez haga la clase de forma normal y no con Ían.
Sin embargo, cuando estoy llegando a nuestra puerta, veo a alguien apoyado en ella que nos da la espalda, pero en el momento en que se gira al oír nuestros pasos sé que es él. Cuando llegamos se planta delante de mí con una gran sonrisa. Yo, en respuesta, suspiro.
- ¿Otra vez tengo que hacer la defensa contigo?
- ¿Por qué te quejas tanto? –se burla él.- Sé que te encantó.
Yo ruedo los ojos, me despido de Ris y empiezo a andar con él. Subimos al ascensor, pero, esta vez, en lugar de seleccionar la misma planta que la última vez, pulsa otro botón diferente.
- ¿A dónde vamos?
- Es una sorpresa –se limita a decir.
El ascensor se abre y yo lo sigo en silencio. La estética del edificio sigue siendo la misma. Paredes y suelos totalmente blancos, todo impoluto, y fluorescentes que recorren el techo. Llegamos hasta el final del pasillo y nos paramos delante unas grandes puertas, Ían introduce unos números en una pantalla y se abren. Al entrar, el aire se siente más pesado y húmedo y hace más calor que a fuera.
- ¿Por qué hace tanto calor? –pregunto, no me gusta el calor.
- Ahora lo verás, paciencia.
Nos encontramos en un laboratorio, pero no hay nadie. Seguimos avanzando entre las mesas y las diferentes máquinas. Lo observo todo con atención, sigo sin entender qué hacemos aquí.
- ¿Qué hacen en este laboratorio? –vuelvo a preguntar, mientras nos paramos delante de otra puerta. Sin embargo, en el momento en el que la abre ya no hace falte que me conteste. Me quedo sin palabras, jamás pensé poder ver algo así, por muy simple que parezca, por muy difícil que parezca imaginar que ya casi no hay en la Tierra y que en un tiempo estuvo recubierta por ello en su mayor parte.
Verlo en las pruebas ya impresiona, pero sabes que no es más que una ilusión. Sin embargo, verlo ante mí y que sean tan reales como yo es algo inimaginable. Hay plantas por todas partes, algunas en macetas y otras en terrarios. Hay de todos los tipos, desde pequeñas y con alguna flor a grandes árboles que llegan casi al techo.
Ían me indica que pase primera y eso hago. Empiezo a andar entre los terrarios y las mesas llenas de macetas. Hay flores de todos los colores y hojas de todos los tamaños y formas. Respiro hondo y siento cómo el aire aquí es más puro.
- ¿Cómo son capaces de vivir aquí dentro? No es que sepa mucho de plantas, pero parece difícil que consigan sobrevivir encerradas en una habitación.
- ¿Ves el techo? –dice Ían, posicionándose a mi lado. Observo lo que dice, que tiene forma de cúpula y es toda de un color blanco brillante.- Está recubierto por unos paneles que simulan la luz del sol y, dependiendo de las plantas, se encienden unos aspersores para regarlas. Esta distribuido por sectores, dependiendo de las características de cada planta y de los cuidados que necesiten.
- Es increíble –murmuro más para mí misma.- ¿Y por qué hemos venido aquí?
- Pensé que te gustaría. Si quieres podemos volver a la sala acolchada y seguir donde lo dejamos.
- No, gracias –digo riéndome.- Prefiero esto.
Me acerco hasta un árbol y paso la mano por las rugosidades de su tronco, por cada parte que se hunde y cada parte que sobresale. Algunas de sus raíces se salen del terrario en que se encuentra. Esta imagen me hace pensar que es cómo si intentara escapar de aquí para volver al mundo al que pertenece, a pesar de que no sabe que de él ya no queda nada.
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En Órbita
Science Fiction"¿Alguna vez habéis sentido la necesidad de escapar de dentro de vuestro propio cuerpo, de dejarse arrastrar por el viento y no preocuparos por nada; tan solo de dejarse llevar por la corriente? A veces, a mí me gustaría ser algo tan simple como una...