Sara

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Tras impactar la bala en su brazo ambos caemos al suelo. Después del aturdimiento y de la sorpresa del momento, cogemos rápidamente nuestras armas y nos levantamos. Ían tira de mí cogido de mi brazo y yo avanzo como puedo.

- Si no ha vuelto a disparar es porque está lejos. Debe haberse confiado disparando desde esa distancia o no se atrevía a acercarse más. Por surte no tiene buena puntería. –Dice una vez nos escondemos detrás de una gran roca, ambos con la espalda contra su fría superficie.

Observo mi pierna y compruebo que tras el movimiento ha vuelto a sangrar, pero no mucho. Entonces recuerdo que le han disparado, con la adrenalina del momento ya no me acordaba y supongo que a él debe haberle pasado lo mismo.

- ¿Solo te han dado en el brazo? –le preguntó.

- Sí, tranquila, solo me ha rozado –dice comprobando su brazo derecho. La bala ha rasgado la ropa y está sangrando, pero, como ha dicho, solo es superficial.

En las condiciones en las que estamos nuestra primera opción no es correr, ahora lo mejor será que nos quedemos aquí, resguardados detrás de la roca y atentos a cualquier movimiento.

- ¿Por qué están haciendo esto? –le pregunto- ¿Por qué nosotros? Y ahora han involucrado también a Ris y a tu amigo Marc. Parece que lo estén haciendo a posta, atacando nuestros puntos débiles.

- No sé cuál es el propósito de esta prueba, pero a ti no te van a dejar morir. Creo que tan solo te están poniendo a prueba.

- ¿Y tú que tienes que ver en esto? Es tu madre, no va a dejar que te maten también.

Él suelta una risa amarga, a pesar de que veo reflejado en sus ojos el dolor de sus palabras.

- No creo que eso a Rachel le importe mucho, sinceramente.

- ¿Cómo puedes decir eso? Por mucho que no os llevéis bien ella...

- No quiero hablar más de Rachel. Por aquí hay alguien que quiere matarnos, centrémonos en eso. –Dice, volviendo a ese carácter inquebrantable que tan pocas veces muestra.- Quédate aquí, voy a ver si veo a alguien

Dicho eso, se levanta y, con el fusil por delante, se asoma por detrás de la roca. Entonces, se oyen dos disparos a la vez, no muy lejos de donde estamos. Ían inmediatamente retrocede hasta donde estoy yo.

- ¿De dónde ha venido eso? –pregunta.

- No lo sé, del interior del bosque creo, pero parecían no estar muy lejos de aquí –contesto.

- Eso nos irá bien. Si no ha visto que estamos detrás de esta roca pensará que estamos allí. Quedémonos aquí de momento.

Nos quedamos allí sentados, atentos y alerta en cada momento. No debemos fiarnos, a pesar de que la persona que nos haya disparado ya no haya vuelto a dar señale de estar por aquí.

Entonces, otra idea se me pasa por la cabeza. ¿Qué necesidad tendrán de dispararse los demás concursantes si tienen un objetivo en común? ¿Para qué iban a disparar si a los que quieren matar es a nosotros? Sin embargo, hay otras dos personas a las que también están buscando para matarlas y obtener su recompensa.

- ¿Y si los que están allí, disparando en medio del bosque, son Ris y Marc? –Digo en alto.- ¿Qué otra razón tendrían para disparar si no?

Ían parece sopesar mis palabras. ¿Deberíamos ir allí y comprobar si son ellos? ¿O quedarnos aquí? Además, no se ha vuelto a oír nada, así que ahora tampoco sabríamos con exactitud hacia dónde ir.

Esta prueba me está poniendo de los nervios. Estamos en el punto de mira de todos y, siempre que quieran, pueden mostrar nuestras posiciones y descubrirnos de nuestro escondite. Además, todavía me noto extraña. Aún siento toda esa energía circulando bajo mi piel, buscando un lugar por donde liberarse. Y, entonces, una idea se me pasa por la cabeza.

Quito la tela que cubre el herida de bala en mi pierna y la dejo al descubierto. Me concentro en toda esa energía acumulada circulando por mi organismo y llenando cada parte de mí. Me concentro en ella y la proyecto hacia la herida. Y, poco a poco, esta empieza a sanar. Noto cómo el tejido y las células dañadas empiezan a reconstruirse y regenerarse. Hasta que el resultado final es tan solo mi pierna manchada de sangre, pero ya no hay agujero de bala o rastros de ningún rasguño. Y, la verdad, es que me siento con más fuerzas que nunca.

- Eso ha sido... increíble –dice Ían.- No sabía que podías usar tu propia energía vital para sanarte.

- Yo tampoco –le digo, también impresionada por el perfecto resultado.


- P

En ÓrbitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora