Sara

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Estas últimas semanas he ido mejorando en el concepto del control de absorber energía. En los entrenamientos practicamos con bombillas, absorbo su energía y se la devuelvo. Por ahora es bastante fácil, pero en la última clase me dijo que hoy probaríamos algo nuevo.

Me subo en el ascensor y subo dos plantas, donde hacemos estas clases. Camino por el pasillo hasta llegar a nuestra sala, pero cuando llego está completamente vacía. Entonces, desde el final del pasillo, oigo a alguien que me llama. Asoma la cabeza y veo a Ían, que me indica que vaya. Avanzo hasta donde esta él y enseguida reconozco dónde estamos: es la sala acolchada.

- ¿Otra vez aquí? –rechisto.- Te recuerdo que la última vez aquí no nos fue muy bien.

- Tranquila, esta vez va a ser diferente –me asegura.

Me adentro más en la habitación y puedo ver que hay decenas de bombillas colgando del techo, todas apagadas.

- Hoy aprenderás a controlar esa energía fuera de tu cuerpo, a canalizarla a través de algún objeto. Ven –dice, andando hasta el centro de la habitación. Yo lo sigo y me mantengo en silencio a su lado, a la espera de que me cuente qué debo hacer.

- Cuando se enciendan todas las bombillas, -empieza a instruirme- quiero que te concentres y absorbas la energía de todas.

- Son muchas –me quejo.

- Tú inténtalo.

Sin otra opción, dejo de quejarme e intento hacer lo que me pide. Cierro los ojos e inspiro profundamente. Siento cómo los tentáculos invisibles de mi capacidad se extienden por la habitación, palpando cada cosa que encuentran. Noto la energía vital que desprende Ían, pero, por supuesto, la paso por alto. Me concentro más y me extiendo hasta palpar la energía de cada una de las bombillas, algunas más potentes que otras. Entonces, empiezo a drenar su energía lentamente. Se siente como si les estuviera arrebatando la vida, como si con cada bombilla que se apaga fuera adurmiendo una ciudad.

Abro los ojos y dentro del cristal de las bombillas solo hay una pequeña lucecilla que se niega a padecer.

- Sé que puedes hacerlo mejor –susurra Ían.

Vuelvo a cerrar los ojos y me concentro todas las luces que intentan sobrevivir, aferrándose a la poca energía que les queda. Y, entonces, siento como si mi mente se liberara. Como si saliera de un lugar en el que ha estado encerrada, sin ni siquiera saber que lo estaba. Todas las bombillas explotan, una por una, haciéndose añicos. Las luces del techo, seguidas por todas las del pasillo, también se apagan, dejando toda la planta a oscuras. Tras unos segundos, se encienden las luces de emergencia, iluminando la sala de un color rojizo. Siento cómo toda la energía arrebatada de las luces viene a mí, llenándome de una vitalidad inesperada. Me siento más fuerte, más capaz de cualquier cosa.

- No pedía que nos dejaras a todos sin luz, -empieza a decir, riéndose- pero ha sido impresionante, de verdad. Ahora, -continúa- quiero que canalices toda esta energía fuera de ti y la controles a través de otros objetos.

- ¿Cómo por ejemplo? –pregunto, refiriéndome sobre a qué objeto debo canalizar mi energía.

Me dedica una sonrisa que no sé muy bien que significa y me muestra una hoja roja, recubierta de vetas rojas como la sangre. No hace falta que me diga nada, sé perfectamente de dónde la ha sacado. Y, sin saber muy bien por qué, siento cómo mi corazón empieza a latir más rápido.

Cierro los ojos y me concentro en la hoja. La visualizo en mi cabeza y todo a mi alrededor desaparece, dejando solo el vacío sonido de mis latidos. Empiezo a notar como una pequeña parte de la energía que he absorbido se desprende de mí y se expande por el aire, buscando la hoja. Entonces, la detecto y me adentro en ella, palpando cada veta y cada pigmento. Y, cuando abro los ojos, la hoja se está elevando en el aire, moviéndose hacía donde la empuje con la energía. La hago girar sobre sí misma y la empujo a danzar a nuestro alrededor, moviéndose con delicadeza al compás de mis latidos.

En ÓrbitaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz