Ris

63 12 1
                                    


Al abandonar el cañón, mi bala sale disparada y atraviesa el pecho de la chica. A causa del impacto y de la fuerza del fusil, caigo hacia atrás, de nuevo hacia el hielo. Sin embargo, antes de que eso ocurra, Marc tira de mí con fuerza y caemos los dos en tierra firme. Yo en seguida me quito de encima de él y me quedo tirada a su lado, observando el cielo, sintiendo la adrenalina abandonando mi cuerpo. Entonces, me fijo que mi ropa está llena de sangre. Sin embargo, la bala de la chica no ha impactado en mí. Así que, esta sangre, no es mía.

En seguida me pongo de rodillas y me giro hacia Marc.

- ¿Te ha dado, cierto? –le digo. Tiene sangre en la frente y en su labio inferior, supongo de la lucha con la primera chica.

Él no dice nada, tan solo me observa. Sé que eso es un sí.

- ¿Dónde? –insisto.

Él ignora mi pregunta y hace un intento de ponerse en pie. Primero se pone de rodillas y apoya ambas manos en la nieve. Sin embargo, empieza a toser y toda la nieve queda salpicada de pequeñas gotas de sangre.

- Me ha... perforado un pulmón –dice con dificultad.

Es mucho más grave de lo que pensé en un principio.

- Ven, primero salgamos de aquí –digo. Aquí estamos muy al descubierto, así que lo ayudo a ponerse en pie y empezamos a subir de nuevo, para resguardarnos entre los árboles. Él está muy mal, apoya casi todo su peso en mí y parece no estar muy consciente.

Una vez llegamos arriba se deja caer y se derrumba contra uno de los árboles. Yo lo ayudo a sentarse apoyado en él.

- Lo siento, si hubiera disparado unos segundos antes no estrías así ahora –me disculpo, me disculpo porque me siento culpable. Porque he cometido exactamente el mismo error que la primera chica: olvidarme de que había alguien más.

- Qué más da, también ha sido culpa mía. –Hablar cada vez se le hace más complicado, al igual que el respirar.- Si tu no hubieras hecho ese disparo nos habría dado a los dos y entonces sí que no hubiéramos tenido ninguna posibilidad de salir de esta. –Él de verdad mantiene la esperanza de que no va a morir, aunque quizás solo es una máscara para esconder lo asustado que está. Sin embargo, si esta prueba no termina pronto, me temo que entonces sí no va a tener ninguna posibilidad de sobrevivir.

Me quito las dos chaquetas que llevo y me vuelvo a poner la más gruesa. Como la otra es de tela, la uso para cubrir su herida y detener un poco el sangrado.

- Eso no va a servir de mucho, seguramente... tengo una hemorragia. Por eso me cuesta tanto hablar y respirar, porque el pulmón... se me está llenando de sangre... –Tras decir eso, vuelve a toser y el dorso de su mano queda manchado de pequeñas gotas rojas.

- No voy a dejar que mueras –le replico.

- Pensaba que me odiabas.

- Te recuerdo que aún necesito información de ti –le digo, para aliviar la gravedad del momento.

Él se ríe ante ese comentario. Sin embargo, su risa es interrumpida de nuevo por la tos.

- Si- si alguien aparece, vete –dice él, volviendo su semblante serio.

- No voy a dejarte aquí tirado.

Sin embargo, no acepta esta repuesta. Me coge con fuerza del brazo y me acerca a él, para que le preste la máxima atención y para hacerme creer la seriedad de sus palabras. De esta forma obligándome a mirarle directamente a los ojos, a sus ojos en los que me di cuenta por primera vez cuando se coló en mi habitación de que no eran simétricos. Uno medio azul medio verde y el otro marrón, una combinación que ahora le queda perfecta. Sin embargo, ahora no brillan como ese día, a medida que la vida lo va abandonando poco a poco se van apagando y eso él lo sabe. Sabe que su muerte se está acercando, a pesar de que no lo quiera aceptar.

- Si aparece un grupo que sea mayoría y no–no vayas a poder con ellos, vete. No te vayas... a sacrificar por alguien que se muere. ¿Lo entiendes? –Entonces, su semblante se vuelve más oscuro y me suelta- No necesito tu compasión.

- Escúchame tú. -Le digo, levantándome. No sé por qué me siento tan enfadada por su comentario. Quizás porque se está rindiendo; porque, aunque él no quiera, en su interior ya se ha rendido y prefiere aceptar que se muere. Y, si digo la verdad, él no es solo un peón que deba mover a mi antoja para ganar en este juego. Él es la única persona en todo este infinito Universo que me entine y no voy a dejar que esta persona muera; no aún.- Te he dicho que no voy a dejar que mueras. Puede que tú ya te hayas rendido, pero yo no. -Seguramente me habría gustado decirle más cosas. Sin embargo, eso es lo único que he sido capaz de expresar.- Yo tampoco necesito tu compasión –repito por último sus palabras.

Él tan solo me observa, no dice nada.

- Haz lo que quieras –dice al fin, girando la cabeza y perdiendo su mirada entre los árboles.

A pesar de su respuesta, no me enfurece. Él y yo somos iguales en el fondo, así que en parte comprendo su comportamiento. No quiere aceptar que alguien más se preocupe por él. Somos almas solitarias que actúan por solitario. Sin embargo, a veces debes darte cuenta que hay alguien ahí para ayudarte en caso de que falles. Y yo no voy a dejar que esta estúpida prueba acabe con nosotros, pienso plantarle cara y demostrarle que no es tan fácil deshacerse de nosotros.

Me dejo caer a su lado, apoyada también contra el árbol, codo con codo. Desde aquí no puedo ver su cara, pero sé que está sufriendo.

- ¿Sabes? –dice él de repente- Siempre pensé que... que estaría preparado para este momento, para morir. No me queda nada, nadie me espera, nadie sufrirá mi muerte... Sin embargo, tengo miedo, tengo mucho miedo de morir... Gracias por... por no dejarme solo –admite, con voz ronca y pausada.

No lo miro, solo cierro los ojos y agarro su mano con fuerza. Siento la fría nieve bajo de mí, la madera helada a mis espaldas y la gélida brisa alborotando mi rojo cabello y, sin embargo, su mano se mantiene caliente.


 - P

En ÓrbitaWhere stories live. Discover now