Sara

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Ris duerme pacíficamente en su cama, pero mis propios pensamientos no me lo permiten a mí. No puedo para de pensar en todas las cosas que he vivido en esta nave. Las personas a las que he conocido, las pruebas por las que he pasado y los problemas que he afrontado. La verdad es que ya no falta mucho para que se terminen los tres meses. En un par de semanas, más o menos, ya nos pondrán a dormir dentro de las capsulas de hibernación y saldremos de la órbita de la Tierra, dirección a un planeta totalmente inexplorado a miles de años luz de todo lo que podemos considerar conocido para nosotros.

Si me hubieran preguntado hace tres meses si me daría miedo abandonarlo todo y embarcarme en algo así estoy segura de que solo pensar en esa idea me aterraría. Sin embargo, ahora, cuando esa realidad se encuentra tan cerca, no me provoca el mínimo temor. Todo lo que me ha sucedido en estos tres meses me ha ayudado a volverme mucho más fuerte de lo que era. Si la yo de antes me viera ahora ni me reconocería. Y esto tampoco me asusta, porque estoy orgullosa de la persona que soy ahora y no cambiaría ninguno de los hecho que he vivido aquí y que me han ayudado en convertirme en esta persona que ahora soy.

Me levanto y me siento observando a través de la ventana. Me pregunto cuántas veces más podré apreciar este paisaje. En unas semanas dormiré durante tantos años que ya no sé qué es lo primero qué veré detrás de la ventana cuando abra los ojos. Si fuera por mí, me gustaría apreciar este mismo infinito de oscuridad para siempre, perderme en él y convivir entre las luces de las estrellas. Desde aquí alcanzo a ver una parte de la Tierra y me pregunto cómo debía verse hace cientos de años cuando aún no la habíamos convertido en nuestro vertedero personal. Cuando desde el espacio se debía ver compuesta tan solo de dos simples colores: azul y verde.

Sin embargo, esta no es la oscuridad que verdaderamente me gustaría ver. Me gustaría volver a ese lugar por una última vez y tan solo perderme entre las luces infinitas una vez más. Así que me levanto de la cama y salgo de la habitación intentando no hacer ruido para no despertar a nadie. Avanzo descalza por el pasillo, pisando la fría superficie de metal. Espero que la puerta este abierta.

Llego hasta allí y la puerta está cerrada, pero el candado que había los primeros días tampoco está. Así que me acerco, agarro el pomo, lo bajo y, como esperaba, la puerta cede. La verdad es que no hace tanto que estuve detrás de esta puerta, envuelta por esta oscuridad, pero no llegué a bajar las escaleras. Sin embargo, ahora no me detengo y las empiezo a bajar, rozando la pared con la mano, ya que está demasiado oscuro. Cuando llego a bajo me encuentro con otra puerta y la abro.

Tras la puerta me encuentro de nuevo con la gran sala, con un ventanal gigante y que solo muestra oscuridad. No hay rastro del Sol, de la Luna o de cualquier otro planeta y es por eso que hace este lugar tan especial.

Avanzo por la sala y me acerco hasta encontrarme a escasos centímetros del cristal. Pongo ambas manos sobre él y observo el exterior. Me permito perderme en la oscuridad, que mi mente deje de pensar en todas mis problemas y tan solo se permita viajar entre la infinidad de luces que alumbran débilmente la habitación. Tal y como lo hice aquella vez.

- ¿En qué piensas? –digo, sabiendo que él ha estado observándome desde la oscuridad en todo momento, repitiendo las mismas palabras que una vez él dijo.

Avanza hacia el cristal, manteniendo cierta distancia conmigo, ahora siendo ligeramente alumbrado por las estrellas que decoran el exterior. No me mira, tan solo pierde su mirada en la oscuridad.

- Pienso... -empieza a decir, poniendo una mano en el cristal y sonriendo ante mi comentario, al recordar este mismo momento hace casi tres meses.- pienso mis experiencias aquí, pienso en todas las cosas que he hecho, en las cosas malas; pienso en las personas que han muerto, pienso en la chica que matamos, pienso en cuando pensé que ibas a morir cuando te dispararon nada más comenzar la prueba. –Al hablar de mí separa su mirada del cristal y la centra en mí.- Pienso en cómo me asusté, en cómo me asustó la idea de perderte, pienso en lo estúpido que he sido al pensar que alejándome de ti iba a protegerte, –sigue diciendo, mientras se acerca a mí- pienso en que jamás debí permitir que te alejaras de mí, porque no puedo dejar de pensar en ti, -mientras sigue mencionándolo todo y acercándose a mí su energía va extendiéndose por el lugar, intentando llegar a mí- pienso en que solo quiero protegerte, a pesar de que no puedo; pienso en que ojalá jamás te hubiera conocido... porque nunca antes me había sentido tan perdido... -dice a escaso centímetros de mi rostro.

- Pues deja de pensar tanto –lo interrumpo, tan solo en un susurro.

En otros tiempos su cercanía me hubiera incomodado, sin embargo, ahora es todo lo contrario. Noto su energía vital a nuestro alrededor, envolviéndonos. Puedo sentir su respiración y los latidos de su corazón, acompasándose con los míos. Sin embargo, dejo de prestarle atención a todo eso cuando junta sus labios con los míos, sosteniendo mis caderas para acercarme más a él. Noto cómo la energía que desprende aumenta, fundiéndose con la mía para convertirse en una sola.

Ahora se siente como estar bailando bajo una lluvia artificial en un bosque artificial, tan solo presentes ante los ojos de las estrellas. Y, la verdad, es que nunca me había sentido tan bien.


- P

En ÓrbitaWhere stories live. Discover now