Sara

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Después de que Ris abandonara la habitación vinieron dos hombres y se llevaron el cuerpo de Marina. Tan rápido como llegaron se fueron. No me dijeron nada, ni dónde se la llevaban o qué harían con ella. La peor parte fue decírselo a Mike y Nick, ellos no entendían cómo había podido ocurrir, cómo alguien que se encontraba en nuestras mismas condiciones había podido matarla. Y Ris sé que se siente muy culpable por no haber sido capaz de salvarla, se siente culpable porque ella sigue aquí y Marina muerta. Ahora es como si el grupo de Ían se hubiera vuelto su enemigo, principalmente Emma. Sé que cuando volvimos de la prueba y abandonó la habitación sus verdaderas intenciones no eran darle un simple puñetazo a Emma. Si Marc no hubiera estado allí no sé hasta qué extremos pudo haber llegado aquel enfrentamiento. Me hago creer que Ris es mi mejor amiga aquí, que la conozco, pero en realidad no sé nada de ella. No sé por las cosas que ha tenido que pasar en su vida y hasta qué punto es capaz de llegar. Pero, aun así, confío en ella.

Ahora nos encontramos los cuatro cenando en la Sala Común. La mesa se siente vacía, sin vida. Le falta algo y todos sabemos qué es. Y, lo peor de todo, es que ese asiento bacía jamás volverá a ser ocupado.

De repente, Mike le da con el puño en la mesa y, con rabia en la mirada, nos dice:

- ¿Pensáis quedaros todos así? Parecemos almas en pena que lo único que saben hacer es deprimirse y comer en silencio. Yo no estaba en el momento en el que todo ocurrió, pero por cómo lo habéis contado yo no estoy para nada de acuerdo con lo que hizo esa tal Emma –pronuncia con desprecio su nombre.- ¿O acaso vosotros creéis que sus actos fueron justificados?

- Para nada –coincide Nick.

- No somos el único grupo que ha perdido algún miembro de su equipo, no va a servir de nada que vayas a chivarte con que no estás de acuerdo con lo que hizo Emma –suelta Ris.- Este proyecto fue creado para los fuertes, los débiles mueren y lo único que podemos hacer es intentar mantener su recuerdo. –Todos nos quedamos sorprendidos antes su comentario.- Sin embargo, en las siguientes pruebas pienso demostrarle a Emma quien es el débil, que me muestre si sigue siendo tan fuerte cuando no es ella la que sostiene un fusil. -Mike parece complacido con su respuesta final y no dice nada más al respecto.

Entonces mi atención se desvía a la entrada de la habitación, es Ían. Hace ya casi una semana que estaba en la enfermería, al parecer sus heridas fueron bastante graves. Sus movimientos son lentos y cuidadosos, tiene algunos rasguños en la cara y los brazos y parece muy demacrado. Se sienta junto a sus otros tres compañeros –ellos también perdieron a uno- en su mesa sin coger nada de comer. Se mantiene con la mirada perdida entre la gente y desde aquí distingo que tiene ojeras bajo los ojos.

El sonido de los platos me saca de mi trance y me doy cuenta de que todos ya están recogiendo sus cosas. Últimamente ya no nos quedamos charlando de nuestras cosas hasta tarde, la falta de Marina ha hecho que el ambiente entre nosotros haya cambiado y se nota. Supongo que en un futuro las cosas podrían llegar a ser más o menos como antes, pero por ahora no. Y menos para Ris, porque, aunque no lo diga, yo sé que hasta que no vea a Emma con una bala atravesándole el pecho ella no saldrá de ese trance de remordimiento. Me gustaría decirle que no se sienta culpable, que no fue su culpa. Aunque hubiéramos querido, no sabíamos lo que iba a ocurrir para evitarlo. Sin embargo, nunca es el momento adecuado para secar un tema así y, aunque no sepa en verdad lo que está pensando, cuando mira a Emma con tanto odio de verdad me asusta.

- Sara –una voz me saca de mis pensamientos. Levanto la mirada de mis manos entrelazados y observo a mi alrededor. No sé en qué momento los demás se han ido ni cunado Ían ha venido y se ha sentado delante de mí sin que me dé cuenta.

- ¿Qué quieres? –le respondo. Y pensar que antes estábamos tan unidos y ahora nos comportamos de forma tan seca. La verdad es que me gustaría que todo volviera a ser como antes. Como cuando bailábamos bajo una lluvia artificial dentro de un bosque artificial o cuando observábamos las estrellas a través de cristales de diez metros. O cuando Marina estaba viva.

- Necesito hablar contigo. Necesito que hagas algo y no preguntes, por favor –añade cuando ve que voy a replicar. No parece el mismo de siempre. Su voz suena apagada y sin ganas, sus ojos parecen vacíos y sin ninguna emoción en ellos. Sin saber muy bien por qué me entristece verlo así.

- ¿De qué se trata?

- Aquí no –dice observando a uno de los guardias de reojo.

Se levanta del asiento y me observa esperando que yo haga lo mismo. Me levanto y andamos fuera de la sala. Una vez fuera me paro y le digo:

- ¿Y ahora qué? ¿De qué se trata?

- Aún no, vamos.

Sigue andando y se para delante una puerta que sé muy bien a dónde lleva. Solo he estado allí abajo una única vez, cuando el recuerdo de mi madre aún me atormentaba y la culpa me abrumaba. Sin embargo, allí abajo, Ían me dijo unas palabras que recordaré siempre. Me dijo que dejara de pensar, que dejara de pensar tanto en todo y tan solo me centrara en el presente y todo eso ante la presencia de millones de estrellas y de la permanente oscuridad del Universo.

Abre la puerta y la cierra una vez nosotros dentro. Me gustaría volver a bajar esas escaleras y poder apreciar una vez más el exterior a través de esas grandes ventanas. Sin embargo, él se queda allí, apoyado contra la puerta.

Él se meta una mano dentro de la chaqueta, saca un pequeño objeto circular y me lo tiende.

- Esto es una... ¿pastilla? –le pregunto.

- Sí. Escúchame bien: llévala siempre contigo. Algún día de este mes van a venir a buscarte, cuando eso ocurra, sin que ellos te vean, trágatela. Es muy importante que lo hagas, ¿de acuerdo?

- ¿A caso quieren hacerme algo malo el equipo de tu madre? ¿Por qué debería fiarme de esto? –digo refiriéndome a la pastilla.

- Porque sé que confías antes en mí que en ellos –dice apoyando una de sus manos en la pared al lado de mi cabeza y acercándose a mí. A pesar de la poca luz, puedo percibir cómo me mira fijamente y me suplica que confíe en él.

Mi mirada va de la pastilla a él, pensando si de verdad debo hacerlo. Pensando en quién debo confiar, en quién debo poner mi vida en sus manos. Lo observo por última vez a él y me guardo la pastilla en uno de los bolsillos de la chaqueta, demostrándole que he depositado toda mi confianza en él.

Él parece complacido ante esa decisión. Me observa fijamente por última vez y se separa, sale al exterior y me deja sola en la oscuridad, pensando en cuánto me gustaría que las cosas fueran normales. Pensando en cómo habría sido si nos hubiéramos conocido en circunstancias normales. Pensando si también acabaría sintiendo lo mismo que estoy empezando a sentir ahora en lo más profundo de mí, a pesar de que luche para que esos sentimientos no florezcan fuera de mí.


- P

En ÓrbitaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora