Capítulo 17

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Nuestra casa.

Nuestra casa

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Esa noche, Yuuri y Victor terminaron de comer un par de bocadillos que Victor se atribuyó en llevar al cuarto, entre cortas charlas y una incomodidad mutua. Victor no deseaba demostrar su malestar por lo que simplemente se esforzó en sonreír y actuar como si nada raro hubiese sucedido, Yuuri no lucía del todo perturbado, es más, él se había convencido que lo anterior escuchado fue todo una broma. Y así tan rápido como comieron y se aprontaron para dormir, se dispusieron a acomodarse cada uno en su lado de la cama. Yuuri se acostó cerca de Shiori, que aún permanecía en su profundo sueño, dándole la espalda a Victor como si ya no hubiese nada más para decir o hacer, cerró sus ojos tan deprisa como su cuerpo tocó las sábanas.

El platinado se sentía inquieto, pero no tuvo otra alternativa que dormir con esa fría sensación del rechazo y pensar ¿no puedo tener más tiempo para conquistarlo? El amor no tenía que porqué ir a su mismo ritmo, dolía, pero enamorarse o el solo hecho de simpatizar y que te guste alguien es distinto en todas las personas, por eso quería tiempo, una oportunidad de poder acercarse más a ese hechicero. Tal vez suene muy intrusivo, pero sino ¿de qué manera podría conseguir permanecer a su lado?

Fue en esa madrugada, en la que Yuuri, al notar que Victor se logró dormir, abandonó la cama y caminó directo al baño nuevamente. El elíxir ya lo había bebido y surtió el efecto que debía surtir, no obstante, debido a su tardanza, su cuerpo aún realizaba ese ajuste hormonal que le podía conducir a algunos momentos engorrosos. Se sentó en el suelo y se quitó rápidamente su pantalón, nunca le hubiera permitido que Victor lo viera de esta forma, agitado, suspirando del calor y sintiendo ese ardor en su entrepierna que le provocó una erección. De solo estar consciente de esta forma que luchó tanto en reprimir y sabía que tarde o temprano terminaría en salir, lo detestaba. Sus hormonas se estaban nivelando y por eso no era raro tener una subida brusca que se asemejara a un breve celo, no era tan intenso para ser lo mismo pero sí lo suficiente para estar excitado. No tuvo otra alternativa que ocuparse por su propia cuenta de su miembro, eso no era lo extraño para nada, no es que sea su primera vez en masturbarse, conocía su procedimiento, la manera de hacerlo, el hecho de ser una acción para obtener alivio; lo que más odiaba era justamente que ahora no se le resultaba tan sencillo ¿era porque sabía que del otro lado de la puerta descansaba Victor? ¿Temía que llegara a escuchar algún sonido?

Era vergonzoso y no le veía ningún sentido, era un proceso natural, se autoconvencía de ello. Pese a esto, no resultaba, su cuerpo lo traicionaba y dolía, como si fuese incapaz de eyacular, sentía una presión dolorosa que se lo negaba ¿por qué? Esto buscaba su cuerpo, buscaba alivio, hasta que sus glándulas se calmaran esto debía realizar, ¿entonces por qué no funcionaba? ¿Qué ocurría? Su frustración era notable mas no quería estresarse y entorpecerse peor ¿qué debía hacer? El calor se mantenía, las cosquillas en su vientre, sus músculos tensarse y sus manos que realizaban su trabajo que no funcionaba; las náuseas llegaban, luchaba por aguantarlas: rápido, vente ya, ¿por qué me haces esto, maldito cuerpo?, hazlo ahora. Se repetía donde el placer parecía convertirse en un sufrimiento, ¿qué más necesitaba? Esto nunca le había ocurrido antes, ¿qué más? Una imagen. Cerró sus ojos y trató de imaginar algo, una imagen, algo que le ayudara, algo, o alguien. En esa oscuridad, donde respiró hondo y trató de calmarse, una imagen apareció en su cabeza donde al principio fue un poco irreconocible. Era una persona acostada, veía piel, tan blanca como la porcelana, cabello suave, tan claro como la luna, una bañera, similar tamaño a la que ahora poseía a su lado, y la imagen terminó de concretarse; recordó esa vez en la que un impulsivo muchacho bebió un elixir de omega y tuvo que ayudar a superar el celo provocado, claro, la imagen de Victor suspirando, jadeante, con sus mejillas enrojecidas y su propia mano acariciando su entrepierna para aliviarlo fue la que llegó como un baldazo de agua helado y cuando Yuuri abrió sus ojos del susto, descendió su mirada y observó su mano, se percató que ya se había venido.

Bohemia vida de un inusual hechicero. - [ Victuuri ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora