A book of different peraya stories :
H1: Beauty and the sleeping prince (COMPLETE)
H2: The Lion Prince and the Pauper (COMPLETE)
H3: Thinking about you (COMPLETE)
H4: Unforeseen wedding (COMPLETE)
H5: Timeless Love (COMPLETE)
H6: Three loves (COMPL...
Los días comenzaron a sucederse. Cada mañana la Reina se escabullía de palacio tras dejar dormido a su esposo y recorría el camino que la llevaba hasta la arboleda en la que Krist, tal y como hacía cada día, recogía los frutos de los árboles para su querida madre.
Así fue como se enteró de que el joven, a diferencia de lo que ella había pensado, no se había apuntado al concurso sino que, como cada año, había sido el elegido por el pueblo en una votación pública, lo que le obligaba a concursar independientemente de lo que fuera que el joven deseara.
La reina suspiró. Por un momento había pensado en convencer al muchacho para que retirara su candidatura. Desgraciadamente eso no iba a ser posible en su caso, lo que indudablemente la dejaba con un único plan viable.
Mientras tanto, en palacio, Singto sonreía mientras se acercaba a la alcoba de su padre. Acababa de ser informado de que su mejor amigo Bass iba a poder pasar unos días con ellos. Así que el joven, sintiendo la alegría de quien sabía que muy pronto estaría acompañado por su compañero de travesuras, se acercó con rapidez a las pesadas puertas y, sin más que un leve golpe, se adentró en el oscuro dormitorio sin esperar siquiera a que le dieran permiso.
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Lo que observó al entrar le llenó de estupor. Su padre, sólo en la cama, estaba completamente dormido mientras que la Reina no se encontraba en ningún lugar de la amplia habitación. Ni siquiera en el baño o en el vestidor.
Singto intentó despertar al joven monarca. Sin embargo, y tras zarandearlo por varios minutos, no logró más que el hombre gruñera por lo bajo y cambiara de postura. El joven príncipe frunció el ceño, pensando qué podía estar pasando.
TAP TAP TAP...
Fue entonces cuando oyó unos pasos que se oían levemente sobre la alfombra del pasillo. Unas pisadas que, finalmente, se detuvieron frente a las puertas del dormitorio.
El joven se separó rápidamente de la cama y se situó en un hueco que había entre las pesadas cortinas que cubrían los amplios ventanales del dormitorio y la chimenea.
Un buen escondite que había usado desde pequeño, cuando jugaba con su madre a las escondidas en las amplias habitaciones mientras aguardaba a que su padre volviera de alguna urgente y pesada reunión.
Desde allí pudo observar cómo la Reina abría con cuidado la puerta y se introducía, intentando que nadie la viera, en el interior del dormitorio.
Singto no podía creer lo que estaba viendo y es que la mujer, que generalmente usaba ropa de diseñadores famosos, vestía una simple falda con una camisa lisa a juego sobre la que llevaba un corsé entallado y a juego con las zapatillas.
La Reina, sin notar que estaba siendo observada, se quitó los andrajosos zapatos y, con ellos en la mano, se adentró en el vestidor.
Fue ese momento cuando, el joven príncipe, salió de su escondite y se dirigió hacia las puertas del dormitorio. Y, intentando no hacer ruido, salió de la habitación mientras pensaba en lo que había visto y en cómo descubrir qué estaba pasando.