H2: INTRODUCCIÓN (ESPAÑOL)

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H2: THE LION PRINCE AND THE PAUPER


- " Lo siento. Pero no tenemos mesas disponibles" – dijo con un hilo de voz la joven mesera.

Y es que la pequeña cafetería, localizada en el hall del lujoso centro comercial que acababa de abrir sus puertas, apenas si conseguía funcionar adecuadamente debido a la avalancha de clientes que, a causa de las lluvias, entraban en el local con la intención de beber algo caliente y resguardarse del temporal.

Y es que la pequeña cafetería, localizada en el hall del lujoso centro comercial que acababa de abrir sus puertas, apenas si conseguía funcionar adecuadamente debido a la avalancha de clientes que, a causa de las lluvias, entraban en el local con ...

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- " ¡Pues busca un sitio!"- exclamó la mujer de mediana edad que, con un abrigo de piel y un collar de perlas, observaba a la muchacha como si fuera un insecto del que quisiera desembarazarse.

La joven, tras una leve inclinación, dio media vuelta y se dirigió hacia su jefe que, desde detrás de la barra, le hacía señas para que se acercara.

Kongpob suspiró.

A su mente le vino la imagen de su propia madre que, vistiendo ropas muy similares a las de la rolliza mujer, tendía a comportarse de forma muy similar cuando estaba ante alguien que, según ella, no era su igual.

El joven volvió a suspirar mientras pensaba en que, posiblemente, ese fuera el principal problema y la causa de que él estuviera en ese local y no en su oficina del piso superior.

Kongpob echó un último vistazo a su reloj de pulsera para, inmediatamente, voltear la mirada hacia la calle principal en la que estaba el centro comercial y a la que daban los ventanales que iluminaban el pequeño local.



La calle principal.

El lugar por el que cientos de personas caminaban a lo largo del día. Unos con tranquilidad, otros con prisa.

Pero todos, sin duda, pasarían más tarde o más temprano por las puertas giratorias que daban acceso a las tiendas y a los restantes establecimientos que constituían el último centro comercial construido en la zona y del que el joven era su presidente.

"Sin duda ha sido un acierto escoger esta calle", pensó Konpob mientras reparaba especialmente en los numerosos niños y adolescentes que pasaban por delante de la ventana.

El joven tomó la taza de café que tenía delante suya y se la llevó a los labios, sin embargo no llegó a probar el líquido oscuro ya que una figura acababa de detenerse junto a su mesa.

"Parece que por fín ha llegado..", se dijo Kong mientras giraba hacia la joven que, con un vestido de tirantes y un sombrero a juego, sonreía mientras le observaba de pie junto a la mesa.

- " Siento el retraso" – dijo una voz a su lado.

Kongpob dejó la taza sobre el platillo y obsequió a la joven con una leve sonrisa fría que no llegó a sus ojos.

- " No pasa nada" – dijo el joven mientras se levantaba y ayudaba a la muchacha a sentarse en el asiento vacío frente al suyo - " No ha sido tanto tiempo".

"Sólo media hora", se dijo Kong mientras echaba una mirada nuevamente a su reloj de muñeca y sin que la joven lo notara.

- " Me alegro de poder conocerte por fin" – dijo la joven una vez se hubieron sentado.

- " Mis padres me han hablado mucho de ti" – comentó Kong mientras reparaba en el maquillaje discreto que llevaba la muchacha y en el cabello recién peinado. Pero sobre todo en la ropa de marca y en los accesorios de última temporada.

El joven suspiró.

Otra vez lo mismo...

Cuando su padre le había llamado hacía apenas una hora, le había dicho que la persona en esta ocasión no era como las demás. Sin embargo, y por lo que veía, no se diferenciaba en nada de las otras jóvenes a las que ya había conocido y rechazado.

¿ Por qué? ¿ Por qué su padre no era capaz de entender que no quería nada de esto?

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Mientras tanto, en una mesa colindante a la que los jóvenes ocupaban, un muchacho de cabellos oscuros y ojos negros como la noche hablaba por teléfono con una expresión que indicaba claramente que no estaba muy contento con lo que estaba escuchando.

- " No padre, no de nuevo..." – dijo el muchacho mientras se levantaba y, dejando una monedas sobre la mesa, se dirigía hacia la puerta del establecimiento – " esta vez ni siquiera ha venido. Es una pérdida de tiempo. Las cosas no van a cambiar..."

Tras lo cual cortó la comunicación y salió a la calle con una expresión de tristeza y desesperanza en su hermoso rostro.

Arthit levantó el cuello de su gabardina y se preparó para soportar el fuerte viento y la lluvia de esa fría mañana de invierno.

Sin embargo poco le importaba el mal tiempo, o el hecho de que no llevaba paraguas.

Y es que él ya lo sabía.

Sabía que todo iba a acabar de esa manera... pero aún así el desplante dolía.

Sus ojos tristes y desilusionados observaban, sin ver, a las personas que corrían por la calle en busca de un refugio en el que resguardarse hasta que el tiempo mejorara.

Sin tan sólo la lluvia fuera el único de mis problemas...

Pero no.

No lo era.

Y, sin duda, el hecho de que su padre no hubiera terminado de aceptar su realidad sólo estaba agravando la situación.

"Pero no más", se dijo el joven mientras echaba a andar por la calle, " nunca más volveré a aceptar una de las peticiones de mi padre. Jamás volveré a confiar en él y en una de sus sus ideas locas...".

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